Cuando en enero La Habana fue inundada por reconocidos jazzistas norteamericanos que vinieron a compartir de igual a igual con sus amigos cubanos, la frase más escuchada en las conferencias de prensa del Hotel Nacional, tanto del propio Joe Lovano, de Dee Dee Bridgewater, como de Ted Nash y tantos otros, fue contundente: «Hagamos un puente, un gran puente».

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El prestigioso Kennedy Center, en Washington, ya ha publicado en los medios de comunicación norteamericanos una cápsula de video del Festival Artes de Cuba, y lo anuncia como una ocasión sin precedentes, cuando más de cuatrocientos artistas de la Isla se presentarán en sus diversos escenarios desde el 8 de mayo y hasta el 3 de junio, en lo que constituye ya la mayor delegación artística cubana que haya visitado Estados Unidos.

La intensa programación comienza con Omara Portuondo, la diva del Buena Vista Social Club, y abarca a artistas que residen dentro y fuera de Cuba. El evento concluirá casi un mes después con las presentaciones del Ballet Nacional de Cuba, justo en los días en que se celebran los cuarenta años del debut de Alicia Alonso y su espléndida compañía en el Kennedy Center y el Metropolitan Opera House, cuando tuvieron la más fabulosa acogida de público y crítica.

En aquel 1978, la crítica se centró en el debut de Alicia Alonso en los roles de Giselle y la Yocasta de Edipo. El The Washington Post se deshacía en elogios a la técnica de la Alonso y la calificaba de «milagro en acción»; The New York Times en su capacidad para fundar y conducir una compañía «como nave compacta»; en tanto la revista Dance Magazine afirmaba que «el ballet cubano ha estabilizado ya su propia historia y su propia identidad». De lo que no habló entonces la prensa estadounidense fue de las escuelas de arte que la Isla desarrolló a lo largo de su archipiélago —incluyendo la actual Escuela Cubana de Ballet—, que permiten estudiar de manera gratuita, sin diferencia de clases ni razas.

El Festival Artes de Cuba hace posible el regreso de la Prima Ballerina Assoluta y Maestra de las nuevas generaciones del Ballet Nacional de Cuba cuatro décadas después, además de artistas que viven lo mismo en Madrid, que en La Habana o en el propio Washington, y que se presentarán en el Kennedy Center. Todos se reconocen como fruto genuino de un sistema de enseñanza artística que es una de las conquistas sociales cubanas, subsidiado por el Estado y defendido incluso en los momentos de la peor crisis económica de los noventa, cuando no se cerró un aula. El acceso a la cultura es un derecho humano, refrendado por una política de Estado.

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En el Grupo Excelencias hacemos votos por el éxito del Festival Artes de Cuba. Que nada pueda detener su carácter inclusivo, de legítimo hermanamiento cultural y respeto mutuo, por sobre la continuidad de cualquier política obsoleta, que ya no puede lograr tapar lo evidente: entre Cuba y Estados Unidos hay muchos más lazos de amistad y admiración de pueblo a pueblo, que sentimientos de enemistad.

Cuando se descorran los telones y se muestre una delegación artística cubana orgullosa de su identidad, se habrá puesto otro ladrillo más para ese gigantesco puente: ¡que comience la función!