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Tengo hambre intelectual
06November

Tengo hambre intelectual

Por Estrella Díaz

Choco —mucho menos conocido como Eduardo Roca Salazar— es un artista de la plástica nacional que se enmarca en la emblemática Generación de los 70, y aunque exhibe una larga e intensa carrera como creador, sus propuestas se caracterizan por una gran frescura y autenticidad.

Nacido en la oriental Santiago de Cuba, la Ciudad Héroe, el 3 de octubre de 1949, Choco ha transitado por varias etapas y ha llevado la colagrafía a altísimos niveles estéticos y conceptuales, por lo que se considera —al decir de los especialistas— un «verdadero maestro del grabado», manifestación que ha hecho suya, la ha dominado y le ha impreso un sello personalísimo.

Choco fue uno de los cubanos que participó, en diciembre último, en Art Basel Miami 2016, Feria de arte contemporáneo a la que concurrieron más de 250 galerías de América, Europa, Asia y África y se exhibieron obras de más de dos mil artistas de los siglos xx y xxi. Para el artista cubano el pasado año fue «muy movido, agotador y, a la vez, feliz», porque realizó exposiciones e impartió conferencias en los estados norteamericanos de Missouri, Massachusetts y Nueva York. Sin embrago, considera que Art Basel «se ha convertido en una gran escuela pictórica, un gran museo que se monta y desmonta y una céntrica calle, próxima al Down Town de Miami, y constituye un acontecimiento plástico muy importante».

 

dos personas en galería de arte con revista Arte por Excelencias
Sr. José Carlos de Santiago, Presidente- Editor del Grupo Excelencias, junto a Choco en ArtBasel Miami 2016 durante la presentación de la revista Arte por Excelencias

 

En entrevista exclusiva con Arte por Excelencias subrayó que en los últimos años ha incursionado en la escultura: «Me he metido —dice— en el mundo del volumen y lo he ido vinculado a la colagrafía, es decir, he hecho una especie de combinación entre el grabado y la escultura. Considero que he dado un paso importante que tiene que ver con la visualidad de cada pieza, con su esencia».

Siempre apuestas por la expansión y por un agudo sentido de la experimentación. ¿Por qué esa ansia de estar, contantemente, rompiendo contigo mismo?

El artista no se puede dar el lujo de estancarse porque si lo hace, muere. Creo que, indirectamente, es un legado que he recibido de Pablo Picasso, un artista que admiro por la cantidad de obra que realizó; incursionó en muchas maneras de hacer, en múltiples tendencias y técnicas y eso es de respetar y de reverenciar. He llegado a pensar que Picasso no dormía si uno se detiene a analizar la gran cantidad de obra que produjo. Cuando uno se entrega, la obra se hace grande porque irrumpes en otras técnicas, en otras temáticas y siempre la gente va a saber que eres tú.

Cuando comencé a realizar esculturas —gracias a mi amigo Alberto Lezcay, a quien considero mi maestro desde el silencio— participé en un proyecto titulado Vuelo de bronce, auspiciado por un grupo de escultores alemanes. Luego de Vuelo de bronce quedé preso, enamorado, seducido por la escultura. El haber comenzado a pensar en el volumen, sin duda, ha expandido mi obra.

 

Obra de arte
The Last One in Line

 

¿Dejarás atrás la pintura por la escultura?, ¿se corre ese riesgo?

No, estoy pintando mucho en los últimos meses y he sido cuidadoso en no abandonar ni dejar atrás ninguna de las técnicas. Estoy pensado descansar la tridimensionalidad y volcarme, nuevamente, hacia la técnica mixta —empleando la colagrafía, la tinta china, la tempera y el acrílico—. La técnica mixta, que durante muchos años cultivé prolíferamente, me acerca otra vez al óleo, que amo mucho.

Eres un artista muy apegado al hacer con las manos.

La mano ejecuta lo que el cerebro dicta; y ese movimiento vital no se puede negar. Estoy convencido de que lo auténtico se realiza con las manos y se piensa con la mente.

No niego los avances tecnológicos y científicos y, de hecho, los he empleado en algunas de mis obras, pero el hombre no se puede dejar llevar ni arrastrar por lo tecnología, porque llega un momento que te facilita tanto las cosas que te manipula, te esclaviza, amordaza, y amarra tanto el pensamiento como las manos.

Las nuevas tecnologías acomodan mucho y uno deja de utilizar los dedos. Con preocupación veo cómo los jóvenes —incluso siendo pareja— se sientan uno al lado del otro y, a lo mejor, están hasta conversando vía teléfono celular. Quizás sea una percepción errada, pero creo que la tecnología está enfriando al ser humano. Los adelantos no se pueden negar, pero de ninguna manera suplantarán la materia gris que tenemos los humanos.

Como creador, sigues apostando por el contacto con la gente.

Necesito saber lo que se dice en la calle: las cosas buenas y malas, palabras lindas y feas. La Habana Vieja siempre ha sido mi refugio y mi cuartel y como no es cementerio no será mi tumba, pero aquí siempre estaré mezclado con su gente, sus muros, sus piedras y sus olores.

En cuanto a la paleta, al color, ¿cómo te estás moviendo desde la colagrafía que incorporas a la escultura?

Es por detalles. A veces comienzo a hacer una serie y nace un detalle; eso sucedió hace un tiempo cuando incursioné en los grises y los negros. Una de las exposiciones más sabrosas que he hecho fue Más allá del borde, realizada en 2010 en la galería Villa Manuela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, a partir de los grises, negros y blancos. El resultado fue maravilloso e incluía esculturas y colagrafías. Son etapas por las que atravesamos los artistas que dotan de connotación específica a la obra. Al igual que los músicos, los artistas de la plástica hacemos variaciones de un mismo tema: ellos con sonoridades, nosotros con colores.

 

persona de pie

 

Soñemos, ¿qué te falta por hacer?

Muchas cosas, pero pienso que lo fundamental es estar vivo: tengo hambre intelectual y, quizás por eso, es que hay tanto movimiento y dialéctica en mi obra.

También el uso del color responde a mis incesantes búsquedas, al igual que mi marcado interés por los matices y las texturas. Mi tema principal siempre ha tenido al hombre y, como un pulpo, quiero abrazarlo todo.

Toda esa fuerza me la dio lo sucedido en Cuba en el año 1959: con el triunfo de la Revolución quisimos hacer la piscina más grande, el estadio más grande, la zafra más grande, el pueblo más grande y eso es lo que quiero hacer: la obra gigantesca, pero ¿cuál? La verdad: no sé.

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