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Feria sí, pero no solo eso
05September
Artículos

Feria sí, pero no solo eso

arteBA Nº 21. Feria de Arte de Buenos Aires

Si bien el principal objetivo de arteBA –como el de toda feria de arte– es la venta de obras, sus sucesivas ediciones han logrado sobrepasar los fines meramente comerciales y convertirse en el acontecimiento cultural de la primera mitad del año en Buenos Aires.

Del 18 al 22 de mayo una verdadera multitud transitó por arteBA aunque, por supuesto, el público masivo no es el que mueve la aguja a la hora de las ventas. En este sentido, la Feria en sí comenzó dos meses antes de su inauguración formal, cuando a comienzos de marzo la Fundación arteBA, junto al Departamento de Arte de la Universidad Di Tella, organizó el ciclo Estrategias de coleccionismo, una serie de conferencias orientadas al análisis de diversos modelos artísticos, institucionales y geopolíticos presentes en las colecciones de arte. Con la participación de tres de los curadores más influyentes de la escena latinoamericana –Patrik Charpenel (México), Sofía Hernández Chong Cuy (México-USA) y Adriano Pedrosa (Brasil)– el ciclo cerró con la conferencia de la asesora de colecciones Ana Sokoloff (Colombia-USA), quien se explayó sobre la actual situación del mercado de arte latinoamericano, y brindó valiosa información para los interesados en iniciarse en la práctica del coleccionismo, especialmente en lo que respecta al modo en que un artista u obra logran legitimación dentro del sistema del arte.

Este tipo de acciones, que trascienden los límites específicos de la feria y se dirigen hacia la formación y consolidación del coleccionismo local, demuestran que arteBA ha logrado sostener su compromiso de desarrollar una plataforma que impulse el crecimiento y la proyección internacional del arte argentino y latinoamericano.

¿Qué pudo verse durante la semana de la Feria que amerite ser destacado? Curiosamente, una auspiciosa novedad en términos expositivos fue la mayor altura de los paneles de las galerías participantes. Este detalle no resultó menor, ya que los casi 4 m de altura no solo permitieron la exposición de obras de gran formato sino que mejoraron considerablemente la puesta de las piezas y su iluminación.

Uno de los acontecimientos más esperados, tanto por la crítica especializada como por el público, fue el Premio Petrobrás, que ha ido renovando las controversias en torno a las obras ganadoras, y en su novena edición mantuvo el carácter experimental de los comienzos. En esta ocasión, bajo la dirección de Victoria Noorthoorn, se convocó a artistas argentinos de todas las disciplinas a explorar las posibilidades de la colaboración y la experimentación, generando proyectos a partir del diálogo entre tres o más creadores cuya colaboración fuese inédita. Por su parte, los comités de selección y premiación fueron conformados por destacados artistas e intelectuales provenientes no solo de las artes visuales, sino de la literatura y del teatro. La dinámica multidisciplinar propuesta por Noorthoorn exigía al Comité de Selección escoger 3 de 150 proyectos por unanimidad absoluta. La obra ganadora –Splatter morfogenético / Arlt maschine, de los artistas Lux Lindner, Silvina Aguirre, Laura Bilbao y Roberto Conlazo– no logró, sin embargo, causar el estupor que produjo la pieza ganadora del año anterior: Autorretrato sobre mi muerte de Carlos Herrera, una instalación que consistía en una bolsa de nylon que en su interior contenía los objetos preferidos del artista (un par de zapatos, por ejemplo) junto a dos calamares hediondos en proceso de descomposición. Si bien la radicalidad de la propuesta de Herrera –que obligaba al espectador a lidiar con el concepto de muerte apelando a uno de los sentidos menos utilizados por los artistas visuales– provocó sonados comentarios tanto entre legos como conocedores, el jurado del Premio Petrobrás no claudicó su vocación experimental y este año otorgó el codiciado galardón de 50 000 pesos a una obra que se propuso, según la definieron sus autores, como un “Cabildo abierto al conocimiento diferencial, a la generación de nuevos saberes a través de la interacción persona a persona, del performance, la improvisación y del género reality-fantasy”. En efecto, durante el transcurso de la Feria, el proyecto Splatter morfogenético / Arlt maschine realizó varios performances en los que un grupo de “expertos” vestidos de blanco enunciaban diferentes tópicos a discutir con el público mediante el lenguaje corporal y la improvisación. Como el título lo indica, la figura de Roberto Arlt –personaje “maldito” de la literatura argentina– resultaba fundamental para el desarrollo de la obra, y su presencia se tradujo en una enorme esfinge del escritor con un tercer ojo que aludía a su interés por las ciencias ocultas.

La segunda edición del U-TURN Project Rooms, patrocinado por Mercedes Benz, contó nuevamente con la curaduría de Abaseh Mirvali (actualmente al frente de la Bienal de las Américas), y apostó al diálogo entre doce galerías de Argentina, Brasil, España, México, Dinamarca, Suiza, Colombia y Alemania, que expusieron en su gran mayoría a artistas jóvenes, con incipiente proyección internacional. Se destacaron dentro del parejo conjunto dos argentinos: Diego Bianchi con sus esculturas que poetizan el deterioro y Eduardo Basualdo con objetos que exploran los paralelismos entre los fenómenos naturales y los acontecimientos psicológicos –causó suceso el vaso lleno de agua apoyado precariamente sobre un pedestal blanco que se movía formando pequeñas ondas circulares que remedaban las alteraciones físicas causadas por los terremotos. Basualdo, que vendió prácticamente toda la obra expuesta, participó representado por la galería PSM de Berlín, quien lo contactó el año pasado a través de la propia Mirvali. Estos gestos demuestran la capacidad de arteBA de funcionar como plataforma de despegue para artistas jóvenes a través de los contactos y relaciones que tanto curadores como galeristas y artistas entablan durante los días que se realiza la Feria.

En el marco del programa de estímulo artístico que Patio Bullrich implementa en la feria desde hace cinco años –y que se basa en la financiación de un proyecto especial de un artista argentino–, Nushi Muntaabski presentó Sueños de vidrio, una instalación de gran formato que recreó tres vidrieras en las que se sucedían tres situaciones performáticas. Inspirada en la vieja serie de TV La pícara soñadora, cada instancia requería la participación del público: la principal consistía en despertar a la propia Muntaabski que yacía vestida de blanco en un profundo sueño, para lo cual cada participante debía introducirse en la “vidriera” y relatarle sus razones para abandonar la vida de sueño y despertar nuevamente a la realidad. La obra, que gozó de mucha popularidad a lo largo de toda la feria, indagaba en el poder que aun hoy pueden tener el amor, los sueños y la fantasía como motores del deseo, y no como vías de escape y/o evasión.

Otro de los sectores que suele generar gran expectativa es el Barrio Joven auspiciado por Chandon, un espacio que brinda modelos alternativos a los tradicionales esquemas de exhibición y venta de obras. Con 17 galerías seleccionadas que exhibieron más de 85 artistas, el criterio que primó en esta edición –según explicó la curadora Eva Grinstein– fue el de articular las propuestas más jóvenes e irreverentes con las que presentaron proyectos más sobrios. Entre los espacios que provenían de las provincias argentinas de Buenos Aires, Tucumán, Salta y Santa Fe, y los internacionales de Chile, Brasil y Estados Unidos, se destacó el stand de los rosarinos La Herrmana Favorita (así, con doble rr), un colectivo de tres artistas –Ángeles Ascúa, Florencia Caterina y Matías Pepe– que explora los cruces entre gestión, curaduría, producción visual e intelectual, y examina los límites inherentes a los espacios de exposición y formación e, incluso, a lo que se entiende por “alternativo”. Otro colectivo de artistas que llegó al Barrio Joven desde Tucumán fue el que se nucleó en torno a Viña Roja Arte Contemporáneo. En este espacio, una gran cantidad de fotos, pinturas y dibujos, colocados sobre una lona instalada en un par de mesas –al estilo de los mercados y las ferias de pueblo– permitía que el público “revolviera” sin apuro y escogiera su obra a precios muy razonables. No podemos dejar de mencionar la propuesta de Felina Súper Heroína, el grupo de La Plata, provincia de Buenos Aires, quien tapizó todo el stand con peluche, convirtiéndolo en sí mismo en una obra de arte kitsch. Si bien el Barrio Joven nunca defrauda a quienes se acercan para descubrir algún novel talento, hay que reconocer que año en año se ha ido “aburguesando” un poco, y ha perdido el desenfado y la insolencia que supo mostrar en ediciones anteriores.

En lo que respecta a las galerías cabe destacar el buen desempeño y la calidad expositiva de Jorge Mara La Ruche (Bs.As.) –que vendió las bellas caligrafías de Eduardo Stupía a Malba, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires–; Oscar Cruz (San Pablo), que exhibió obras de Hildebrando de Castro, Lucio Dorr, Michael Wesely, Martín Legón y Mariana López –con una instalación en la que colgó sus pinturas a modo de manteles–; Zavaleta Lab (Bs. As.), que vendió el King Kong de cannabis realizado por Fernando Brizuela también a Malba; Nueveochenta (Bogotá) cuya muestra incluía obras de Matías Duville, Luis Hernández Mellizo y Saúl Sánchez; Foster Catena (Bs.As.), especializada en fotografía –Dino Bruzzone, Bruno Dubner, Ignacio Iasparra, Jorge Miño y Elisa Strada–; y Cosmocosa (Bs.As.), que exhibió espléndidas obras de Kenneth Kemble, además de piezas de Luis F. Benedit y fotografías de Faivovich & Goldberg –del proyecto que ambos están presentando en Documenta.

Por último, Julio Le Parc, el gran maestro del cinetismo argentino radicado en París, estuvo presente en arteBA con el homenaje que Aeropuertos 2000 le dedicó exponiendo Continuel Movil NT y Lames réfléchissantes, dos esculturas cinéticas de gran formato realizadas en los años sesenta y recreadas para esta ocasión bajo la supervisión del artista. Además, la galería Del Infinito (Bs. As.) aprovechó para exhibir un impactante móvil de acrílico rojo que causó furor entre el público.

Así, la vigésimo primera edición de arteBA cerró al calor de la discusión sobre si vale la pena para las galerías –que afrontan altos costos por los stands– que la Feria se extienda casi una semana, o si sería preferible tener menos público masivo y concentrar los esfuerzos en las compras que se concretan en los días previos a la inauguración formal. La interrogante quedó flotando en el ambiente, y se verá en el futuro el modo en que las tensiones entre los sponsors privados –indispensables para la realización de la Feria–, las galerías y la propia Fundación ArteBA lleguen a un armónico y feliz balance.