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Umberto Peña: De la madurez a la excelencia
06December
Artículos

Umberto Peña: De la madurez a la excelencia

El que está a punto de terminar ha sido un año significativo para Umberto Peña (La Habana, 1937). Tras más de tres décadas sin exponer individualmente, en el mes de enero inauguró en el Centro Sociocultural Caja España-Duero, de Salamanca, la exposición Pinturas y Dibujos. Parte de esas obras se exhibieron luego, durante el verano, en el Club Diario de Ibiza. Asimismo, cuando comience el 2013 otra muestra de obras suyas será inaugurada en La Habana. Esa recuperación de su actividad como pintor se enmarca además en su arribo, el 6 de diciembre, a los 75 años. La ocasión resulta, pues, idónea, para repasar la trayectoria de quien es un maestro venerado por toda una legión de artistas, muchos de los cuales lo tienen como un referente de excelencia.

En una entrevista que le hiciera el escritor Abilio Estévez, Peña expresó sobre los orígenes de su vocación por la pintura: “Fui un niño como cualquiera. En la escuela manifesté una habilidad especial para ilustrar los cuadernos. Nada más. No soy capaz de recordar cuándo comenzó mi interés por la pintura”. Y respecto a su etapa formativa, le comentó a Almayda Catá: “Hay pintores autodidactas y hay otros que van a escuelas, liceos o academias. Yo fui uno de los que ingresan en la academia para aprender el oficio. Después de cuatro años me di por vencido. Fui un alumno excelente con muy buenas notas y premios, pero todo eso no me servía para nada, sencillamente no sabía pintar. La academia es buena en ese sentido, se aprende lo que no debe hacerse. Al triunfo de la Revolución me gané una beca para estudiar en el extranjero. Me fui a México e ingresé en el Instituto Politécnico para conocer el manejo de nuevas técnicas como el silicato, la vinelita, la piroxilina, etc. Pero también México me llegó a asfixiar un poco. No estaba nada más que repitiendo los esquemas de la Academia, me hacía falta confrontar y descubrir (…) De México viajé a París y España. Descubrí a primitivos y flamencos, que han sido los pintores que más han influido en mi formación artística”.

En efecto, de 1954 a 1958 cursó estudios en la Academia de San Alejandro, aunque no los llegó a concluir. Antonia Eiriz, Ángel Acosta León y Miguel Collazo fueron algunos de los estudiantes de quienes fue compañero. En 1959 se incorporó a la Asociación de Grabadores de Cuba. Al año siguiente obtuvo una beca que le permitió permanecer ocho meses en México. Allí estudió en el Departamento de Ensayos de materiales plásticos para pintura mural, en el Instituto Superior Politécnico. Asimismo tomó un curso de mosaico bizantino en la Escuela de Artes Aplicadas La Ciudadela. Pudo ver además las obras de los muralistas mexicanos, aunque él no considera que lo hayan influido. Al respecto, confesó a Estévez: “Tal vez la presencia de México se manifestó en cierto gigantismo que tuvo a partir de entonces mi pintura. Me provocó la necesidad de pintar en grandes espacios”.

A los pocos días de regresar de México, Peña viajó a Vigo y de ahí continuó a París. Como él ha recordado, es entonces cuando inició la etapa más importante de su formación. “Allí no estudié, al menos en el sentido escolástico de la palabra. Pasé tres meses visitando museos, descubriendo la gran pintura europea. Al Louvre iba diariamente. Recorrí todos los museos parisinos, desde el Museo del Hombre hasta el de las Artes Orientales. Ese fue el viaje que me hizo ver que el arte tenía una importancia real para mí. Aun no sabía lo que quería; estaba desorientado y mis dibujos de la época son inevitablemente picassianos. Pero ya estaba verdaderamente en el camino”. De esos años datan las primeras obras que expuso en Cuba, en el Salón Nacional de 1959 y, en México, en el Centro de Arte Contemporáneo.

II

En 1961 comenzó a laborar como diseñador en el Departamento de Propaganda del Consejo Nacional de Cultura, al mismo tiempo que realizaba trabajos para la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO. Por otro lado, en julio de 1964 realizó en la Asociación de Grabadores de Cuba su primera exposición personal, con el título 12 Litografías, que en septiembre viajó a Praga para ser exhibida en la Casa de la Cultura Cubana. Ese mismo año un conjunto de sus grabados fue galardonado con el Premio de Litografía en la Exposición de La Habana, organizada por la Casa de las Américas. Posteriormente obras suyas formaron parte de exposiciones colectivas que se presentaron en Hungría, Bulgaria, Rumanía, la Unión Soviética, Polonia, Inglaterra, Canadá, Italia, Japón y Suecia.

Acerca de esas obras, conviene decir que se trata de una especie de matadero particular, en el que Peña recrea reses desolladas que cuelgan, y en el cual los trazos expresionistas se conjugan con formulaciones abstractas y elementos del action painting. Aquí vale hacer referencia a Francis Bacon, cuya influencia Peña ha reconocido. El pintor inglés también creó reses colgadas de ganchos de matadero, así como vísceras y masas de carne cruda. Aquellas manchas imprecisas, que Graziella Pogolotti calificó de visiones alucinantes de sangre y creación, fueron adquiriendo luego otras formas e inevitablemente se transformaron en seres humanos.Acerca de ello, Nelson Herrera Ysla comentó que Peña “inaugura una serie de grabados en la que el cuerpo humano se abre ante nosotros para mostrar su interioridad en todos los sentidos. Del drama de la carne pasa a la radiografía irónica y salpicada de humor, de violencia incontrolada.”

En 1967 Peña fue seleccionado entre los pintores menores de treinta y cinco años para representar a Cuba en la v Biennale de la Jeune Peinture, en Francia. Allí obtuvo uno de los seis premios que se otorgaron. Hasta entonces, su actividad artística se había centrado más en su trabajo como grabador. Eso, según ha comentado, le dio la posibilidad de ensayar, buscar y enriquecerse, y le sirvió además para decantar su mundo creador. Ahora, en cambio, pasó a pintar más y a tener una relación directa con el color. Algo que, como le comentó a Almayda Catá, le resultaba exasperante en el grabado. Asimismo, el contacto con la obra de artistas como Tom Wesselman y Peter Saul, así como con el pop art, lo estimularon y contribuyeron a una reformulación de su estética, en tanto incorporó nuevos elementos compositivos y complejizó el espacio.

III

En revistas como Unión (abril-junio 1967), Casa de las Américas (números 34, 35, 36-37 y 51-52) y Cuadernos de Ruedo Ibérico (suplemento 1967) aparecieron litografías y dibujos que muestran los nuevos caminos estéticos de su obra (muchos de esos elementos distintivos pasaron también a los lienzos).En ellos, la exploración más íntima del ser humano llevó a Peña a introducir servicios sanitarios, cepillos de dientes, dentaduras, cerebros, gargantas, salpicaduras biliosas, glandes, lenguas cercenadas, arterias, penes en erección…

En la entrega correspondiente a mayo de 1969, La Gaceta de Cuba reprodujo doce ensamblajes suyos, hechos a partir de una serie de grabados que había sido premiada en Cracovia el año anterior. En una breve nota sin firma incluida en ese número, se expresa: “Umberto Peña vive obsesionado por la confrontación del mundo de las vísceras con el universo de los objetos. La carne desgarrada contacta con los bienes de consumo y se produce un choque violento. Todo estalla y las palabras que surgen de un hígado trucidado rebotan contra un cepillo. El hombre se enfrenta a sus creaciones y todo lo demás. Peña se limita a hacer objetiva (y subjetiva) una realidad: la de su época. El tiempo convulso, espléndido, definidor que lo rodea”. Esa apertura del repertorio temático a zonas hasta entonces desconocidas en la plástica cubana, poseía además un evidente propósito cuestionador, que desafiaba las visiones acomodaticias y las concesiones al espectador.

En ese significativo enriquecimiento que experimentó su obra, el pop art tuvo una influencia muy saludable. Eso se advierte en los colores violentos y luminiscentes, en el carácter agresivo de formas y espacios, en el empleo de recursos del cómic. No hay, sin embargo, una copia mecánica, sino una asimilación creativa por un artista que era ya poseedor de una estética propia y cuya obra estaba en plena madurez.

A propósito de esa integración de aspectos de la cultura popular, Antonio Eligio (Tonel) ha hecho notar que el tono mordaz y desprejuiciado de esas obras convierte a su creador en “un antecesor de propuestas aparecidas en fecha reciente en el contexto cubano (Tomás Esson, Carlos Rodríguez Cárdenas, Adriano Buergo, entre otros)”. No obstante, aclara que “curiosamente, resulta casi imposible hablar de influencia o ascendencia”, pues la obra de Peña hasta hace unos años era “desconocida en su mayor parte para las promociones más jóvenes”.

Entre 1970 y 1971, Peña elaboró una serie de litografías, en la que el contenido erótico iba acompañado de un matiz lleno de ironía. En esas piezas, los órganos sexuales están independizados del cuerpo, a tal punto que, como ha apuntado Herrera Ysla, parecen dotados de alma propia y poseídos por un demonio que los impulsa a desafiar el espacio que habitan. Las miradas suspicaces y las mentalidades más pacatas se escandalizaron, y en el ambiente cultural se produjeron debates. La serie contribuyó a acrecentar su fama de artista irreverente, así como el aura de tabú que se había ido creando en torno a su obra. Todo eso hizo que Peña dejara de grabar y pintar, y a partir de 1971 pasara a dedicarse por completo a su labor como diseñador gráfico.

IV

Su actividad en el diseño gráfico se inició realmente a partir de 1963, cuando pasó a laborar en la Casa de las Américas. Allí comenzó un intenso trabajo que se materializó, como ha comentado Herrera Ysla, en una de las trayectorias profesionales más rigurosas y fértiles que se haya llevado a cabo en nuestro país en este campo. A él se deben libros, carteles, símbolos, vallas, logotipos, cuños, que dieron a la institución su rostro característico. Por su calidad, su frescura, su vitalidad, su audaz concepción, su claridad expresiva, ese conjunto monumental constituye en Cuba el mejor ejemplo de su género.

En 1965 Peña redefinió el diseño de las colecciones ya existentes (Premio, Literatura Latinoamericana, Cuadernos Casa, Nuestros Países), así como también el de la revista Casa de las Américas. Diseñar y emplanar la revista le implicó a Peña un gran reto, dada su periodicidad bimestral. Durante las casi dos décadas que realizó esa labor logró un sostenido nivel de calidad que alcanzó su etapa de mayor creatividad entre 1965 y comienzos de la década de los setenta. Tuvo que contar siempre con algunos elementos fijos: el formato, el círculo de la cubierta y las limitadas posibilidades tanto del papel como de las imprentas. Pero pese a esas restricciones artísticas fue capaz de dar a su trabajo gráfico una libertad y un vuelo imaginativo sorprendentes.

Otro reto similar le planteó el diseño de la Colección Premio, del cual fue responsable de 1965 a 1983 (excepto el de 1966, que pertenece a Rafael Morante). En ese caso se trataba de concebir la presentación gráfica de los libros galardonados cada año, de modo que compartieran un formato básico a partir del cual él creó variaciones. Es decir, aunque estaban unificados por un motivo gráfico común, a la vez se diferenciaban entre sí. Entre 1965 y 1972 empleó elementos relacionados con la literatura y la impresión: máquinas de escribir, teclados, cajas tipográficas, impresoras. En unos casos utilizó viñetas y grabados antiguos, en otros, fotografías.

Resulta imposible abarcar toda la actividad gráfica que Peña desarrolló en la Casa de las Américas. Para ello tendría que referirme además a las colecciones de nueva creación a las que dio personalidad (La Honda, Valoración Múltiple, Palabra de Esta América), a las otras dos publicaciones periódicas (Conjunto, Boletín de Música), a los carteles y discos. Eso daría lugar a una monografía, lo cual escapa a las pretensiones de estas líneas. Solo quiero agregar un par de cosas. Una es la inteligencia con que Peña supo adaptarse y sacar provecho de las condiciones materiales con las que trabajó. Un buen ejemplo es su empleo de materiales humildes y considerados burdos. El otro aspecto tiene que ver con el claro concepto con que Peña asumió el diseño gráfico. Este nunca se contaminó con su labor como pintor y grabador, sino que discurrió de modo independiente y paralelo. Como él mismo expresó en varias ocasiones, el diseño posee un lenguaje propio y se mueve en un ámbito distinto al de las artes plásticas. Esa comprensión se plasma en la claridad expresiva, la ausencia de elementos superfluos, el acierto para aplicar el color, la habilidad para incorporar la tipografía, el perfecto balance entre imagen y texto.

V

En noviembre de 1980, el vasto Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional albergó la primera exposición de Peña desde la década de los sesenta. No era, sin embargo, una muestra de cuadros, sino de unas insólitas e inmensas obras a las que su creador llamó trapices, es decir, una mezcla de trapo y tapiz. Al referirse a su génesis, él comentó que nacieron de una necesidad puramente doméstica. En 1976 tuvo deseos de hacer una sobrecama. Empezó entonces a reunir retazos de tela y un amigo sastre le trajo muchos. Asimismo algunos amigos se desprendieron de sus corbatas, nuevas o viejas.

“Allí, en la confección de la sobrecama, encontré que agregándole un elemento corpóreo, podía surgir un tapiz. De modo que una sobrecama provocó la pasión por los trapices”, comentó Peña a Estévez. En los trapices encontró, además, un modo de retomar el tema erótico que plasmó en su pintura hasta 1971. No obstante, y como señaló Antonio Eligio, ahora el erotismo tiende a diluirse, hiperbolizado en diseños exquisitos y paradójicos. Se trata de “sexos desmesurados, de escala pública, tan lindos y de tan buen diseño, que merecen ser absueltos de toda culpa”.

Trapices, en saludo al vii Festival Internacional de Ballet y sonorizada por Juan Blanco, fue comentada elogiosamente por varios críticos. Uno de ellos fue Alejandro G. Alonso, quien resaltó que “si en su origen los materiales pueden ser humildes, producto del desecho o el sacrificio de alguna prenda de uso, los resultados son suntuosos; esto, no obstante la certidumbre de la procedencia –directa en uno, embozada más adelante, gozando sabrosamente de la metáfora todo el tiempo– que se advierte en estos objetos capaces de desatar un imaginativo proceso de apreciación”.

En 1988 recibió el reconocimiento que usualmente se da a los maestros y los consagrados: en junio el Museo Nacional de Bellas Artes inauguró la exposición Pintura/ Grabado/ Dibujo/ Textil/ Diseño Gráfico (quedaron excluidas las obras anteriores a 1963). Fue una retrospectiva que le hizo justicia a un creador talentoso y polifacético como pocos, cuyo trabajo ha abarcado varios campos. Para muchos, en particular los más jóvenes, aquella gran muestra significó una sorpresa, un acontecimiento insólito. Para ellos Peña era el brillante diseñador de libros y revistas. En cambio, ahora venían a descubrir que además es un estupendo pintor y grabador.

VI

A partir de su salida de Casa de las Américas, Peña se dedicó a trabajar como freelance. A fines de 1992 viajó por un mes a México, y volvió en enero de 1993, esta vez para impartir durante seis meses un curso en la Universidad de Xochimilco. Al finalizarlo pasó a Estados Unidos, donde residió por unos doce años y se dedicó, fundamentalmente, a trabajar como diseñador. Buena parte de esa actividad estuvo vinculada a Término Editorial, cuyos libros diseñó y emplanó. Aunque no alcanzó ni por asomo el volumen de la desarrollada por él en la Casa de las Américas y pese a que es mucho menos conocida, en esa labor se advierte la impronta indeleble de su talento. En esos títulos Peña logró una correspondencia entre el texto y su envoltura visual, además de su habitual maestría en el manejo de las tipografías, los márgenes y la impresión. En este caso, debió adaptarse además a las nuevas condiciones tecnológicas, lo cual supo revertir en otras posibilidades creativas.

A partir de 2006 Peña fijó su residencia en Salamanca, España. Retirado ya como diseñador, en enero de 2012 sorprendió a propios y extraños con su primera exposición personal desde 1988: Acerca de Salamanca. Pinturas y dibujos recientes. Parte de la misma se pudo ver después, de finales de julio a comienzos de agosto, en la Galería Club Diario de Ibiza. En esas piezas se reconoce el expresionismo figurativo que caracteriza a su obra plástica anterior. Acerca del hecho de que, tras haber dejado de pintar en 1971, haya tomado de nuevo el pincel a partir de 2007, Peña comentó: “Quizás quedaron muchas cosas sin hacer o decir desde entonces y surgieron estos cuadros cargados de formas que recrean personajes tratando de establecer un diálogo, un acercamiento, una vital necesidad de comunicación, envueltos en la extrañeza del otro, donde el sueño, la fantasía despliega sus alas, donde lo onírico produce alucinaciones mentales entre la conciencia y la realidad. Los títulos son una manera de acercar al espectador a comprender la obra”. Se trata, en suma, de un Peña que lejos de dar muestras de estancamiento, se ha renovado y sondea nuevos caminos expresivos.

En los últimos años se está produciendo en Cuba una lenta recuperación de la obra plástica de Peña. En febrero de 2011 el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes dio cabida a la exposición Dos impulsos eróticos, integrada por obras de Peña y de Santiago Armada (Chago) que habían sido adquiridas recientemente por esa institución. Las piezas que se exhibieron presentan el erotismo desde las poéticas personales de esos artistas. De Peña se mostraron doce grabados y un trapiz. Por otro lado, la Casa de las Américas está realizando el Año de la Nueva Figuración, que se extiende de abril de este año a marzo del que viene. Como parte de las actividades, en la Galería Latinoamericana se han programado dos exposiciones personales. La primera estuvo dedicada al argentino Antonio Seguí. La segunda, a Umberto Peña. Su apertura está prevista para enero del 2013 y permanecerá abierta hasta marzo. Para el público cubano será la oportunidad de apreciar parte del trabajo como pintor y grabador de un creador a quien el calificativo de maestro le hace plena justicia. Será, como comentó el escritor Reynaldo González, una razón para el júbilo y los reencuentros.

 

Bibliografía citada
ALMAYDA CATÁ: “Entrevista con los artistas Umberto Peña y Orfilio Urquiola”. En: La Gaceta de Cuba, n. 61, septiembre 1967, p. 15.
ALEJANDRO G. ALONSO: “Peña expone; y las obras son trapices”. En: Juventud Rebelde, 18 de noviembre 1980, p. 3.
ANTONIO ELIGIO (TONEL): “Umberto Peña expone”. En: Revolución y Cultura, septiembre 1988, pp. 26-31.
ABILIO ESTÉVEZ: “Umberto Peña: invitación a la catarsis”. En: La Gaceta de Cuba, agosto 1988, pp. 24-25.
ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR: “Un trabajador llamado Peña”. En: Granma, 12 de julio 1988, p. 6.
NELSON HERRERA YSLA: “Palabras (sin título)”. En: Umberto Peña, Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana, junio, 1988.
GRAZIELLA POGOLOTTI: “Nueva pintura de Cuba”. En: LaGaceta de Cuba, n. 30, diciembre 1963, p. 7.
ÁNGEL TOMÁS: “Almuerzo con Umberto Peña”. En: Juventud Rebelde, 15 de julio 1988, p. 8.