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Premio Nacional de Teatro. Nicolás Dorr: "Que me liberen de esa pesada carga..."
22September
Artículos

Premio Nacional de Teatro. Nicolás Dorr: "Que me liberen de esa pesada carga..."

"Hace muchos años que tanta gente piensa que me lo merecía. Yo no. He tenido mi mente muy ocupada, trabajando en relacionarme con el público que va a mi teatro. Mi mayor satisfacción es la comunicación con mis semejantes, el reconocimiento de la gente, eso me asombra. Los otros días pasaba por la calle, cuando un barrendero le dijo al otro: mira, él es Nicolás Dorr, uno de los más grandes dramaturgos cubanos. Y se quitó el guante para darme la mano. Lo mismo me pasa con los choferes de guaguas. Y todo eso se debe a la difusión que se ha hecho de nuestra obra, que no sucede en otros países, porque conozco a importantes dramaturgos que viven en ellos prácticamente ignorados por sus conciudadanos.

Los premios son asuntos muy complejos. En la mayoría de las ocasiones no complacen a todo el mundo y se han cometido muchas injusticias, desde la época griega en que al gran Eurípides le dieron el último lugar en la competencia por su obra maestra "Medea". A veces logran aupamientos ostentosos, otras desatenciones tendenciosas; olvidos, aplazamientos. En este caso, en sus inicios, los primeros premios nacionales de teatro fueron muy justos y atinados. Por eso, es mejor esperar a que aparezca un jurado que te considere digno de ser premiado. Y compartirlo es algo muy positivo, porque adelanta el reconocimiento de quienes  aguardamos; es ser solidarios con nosotros mismos.

Siempre me he alegrado de los éxitos del otro. Pertenezco a la década de los sesenta cuando había una fiesta nacional muy hermosa en Cuba, y nos alegraba el triunfo de los otros pues los considerábamos propios, como parte de la naciente cultura revolucionaria. Era un tiempo bello en que todos acudíamos al estreno de los otros, y esa mentalidad que se forjó en mi niñez teatral la he mantenido. Compartir el Premio, lejos de crearme una diferencia, me provoca el deseo de que ambos seamos agasajados.

Satisface mucho también que ese jurado del Premio Nacional de Teatro haya estado integrado por compañeros de largos combates como Mario Balmaseda, Yoni Amán, Carlos Pérez, René Fernández; y que este presidido por Rosa Fornés, mi actriz preferida y la más grande de Cuba hoy viva, para la que he escrito cuatro obras teatrales, -y una quinta que no sé si pueda ser porque ahora tiene temores escénicos-, capaz ella de dominar la comedia totalmente y la tragicidad de una manera orgánica y estremecedora, como hizo con mi obra "Confesión en el Barrio Chino". Me parece indignante, y lo mencione allí en la conferencia de prensa, que hoy se haga una publicación sobre las actrices cubanas, y la olvidaran olímpicamente. Son cosas muy lamentables que están sucediendo en el mundo nuestro...

Porque no sé quién inventa el nombre o la calificación. Deberían castigarlo: no hay novísimos ni viejísimos. Hay autores de teatro, como siempre los ha habido. Yo estrené mi primera obra a los catorce años. Podía haber sido supernovísimo. Nadie en Cuba y, entre paréntesis, ni en el mundo, había hecho algo así. Era un autor más. ¿Por qué ahora hay que tener esas diferencias?, que provocan actitudes pedantes para los que no participan con respecto a los otros. El autor joven debería entrar al teatro con mucha humildad, conociendo y reconociendo lo que han hecho los anteriores dramaturgos, tratando de dialogar con ellos, de establecer contactos, porque no hay nada mejor que aprender para poder negar después. Esa ha sido la divisa, el dialogo generacional, creado desde los mismos inicios del triunfo. ¿Cómo se va a perder algo tan importante?

Soy muy feliz de pertenecer a esa primera generación dramatúrgica de la Revolución: Manuel Reguera Saumel, José Triana, Abelardo Estorino, Héctor Quintero, José Brene, Antón Arrufat... Dos de ellos, cuando se establecieron los premios, ya no estaban en Cuba. Brene, ya fallecido. Faltaba yo por recibirlo, porque Antón, Abelardo, y Héctor se los concedieron, sea el de Literatura, el de Teatro, o ambos. Lo esencial es que hemos dejamos nuestra impronta, cada uno diferente y con la misma trascendencia. Las obras con las que nos dimos a conocer la mayoría de los críticos la consideran clásicos, y eso nos honra mucho: Reguera Saumel, "Ana en el Traspatio"; Arrufat, "El vivo al pollo"; Triana, "Medea en el espejo"; Abelardo, "El robo del cochino"; Brene, "Santa Camila de La Habana Vieja"; Héctor, "Contigo Pan y Cebolla”, y en mi caso "Las Pericas". Fuimos un grupo muy unido. Ellos eran ya hombres adultos, muy condescendientes conmigo que era un niño. Me brindaron su amistad y apoyo, y me hicieron sentir uno de ellos, lo que siempre tendrá mi gratitud hacia estos grandes de la escena cubana.

Para finales de los sesenta me enteré del Seminario de Dramaturgia, con Osvaldo Dragum. Ya había estrenado dos obras en la Sala Arlequín, gracias a Vigón, quien en sus Lunes de Teatro Cubano, llevó a escena "Las Pericas" y "El Palacio de los Cartones". En el Seminario encontré a otros jóvenes autores que daban sus primeros pasos como Gerardo Fulleda León, -con quien comparto hoy este Premio-, José Millán, Eugenio Hernández Espinosa, Mario Balmaseda, quien es autor de una obra teatral. Asistían actores que eran leyenda viva, como Gina Cabrera, Verónica Lynn, Alejandro Lugo. Dragum nos incitaba a escribir con ideas que él nos ofrecía, y nosotros las cambiábamos y alterábamos para pequeñas piezas. De ahí nació mi tercera obra "La esquina de los concejales", seleccionada como uno de las tres mejores títulos del Seminario.

Y la gran alegría del Seminario fue el surgimiento de José Brene, que era el mayor de todos los alumnos. Frisaba casi los cuarenta y su ascendencia era la de marinero mercante, con una intuición tremenda en cuanto a esponjear la personalidad humana y su carácter. Logró dos personajes estupendos como Camila y Ñico, para esa obra. El Seminario me fortaleció en mi camino hacia el teatro dramático, y hacia su escritura. Porque mi madre quería que yo fuera actor. Quizás por eso sigo siendo el autor más joven en el teatro cubano, pero de verdad le juro que quisiera que apareciera otro, como esos genios que andan por ahí de trece años. Que me liberen de esa responsabilidad histórica.

Hoy los jóvenes no se acercan, y como no sé por dónde andan, no los encuentro. Si me pides una sugerencia, creo que hay que pasar por todos los escenarios, ver todos los autores cubanos y extranjeros, estar de teatro en teatro, absorberlo todo, para nutrirse, para rechazar. Es como si los pintores no fueran a las galerías, por dios...

Pero nada de eso quiero yo que Ud. ponga en la entrevista. Que quede entre nosotros. Ahora yo le voy a responder todo lo que quiere. Déjeme ver si cuela o no el café. Si no, no viene de nuevo a mi casa..."