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“Quiero seguir siendo una contemporánea”: Entrevista a Diana Balboa
27June

“Quiero seguir siendo una contemporánea”: Entrevista a Diana Balboa

Por Ricardo Potts
Fotos del autor

 

Mucho ha llovido desde aquellos días de 1969 cuando Diana Balboa se integró al Taller Experimental de Gráfica de la Habana. Hoy piezas de su autoría pertenecen a colecciones privadas y estatales de su país y del mundo, como la del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana; y tiene en su haber numerosas exhibiciones tanto en Europa como en América. Su obra ha vivido etapas muy diversas, pero en todas se expresan, sobre todo, cubanía y humanidad. Dialogamos con ella durante su más reciente exposición, en el Espacio Cultural Excelencias, en Madrid.

 

¿Cómo iniciaste tu carrera artística?

Comencé mi carrera profesional como grabadora, en la década del sesenta. Había estudiado magisterio y ejercía la profesión, pero en 1967 comencé a estudiar en la Academia de San Alejandro, y en 1969 me desvinculé definitivamente de todo lo que no fuera artes plásticas. Es entonces que me integro al Taller Experimental de Gráfica de la Habana, un espacio para la libre creación, para profesionales del arte, donde estudié a fondo varias técnicas del grabado como la xilografía y la litografía.

 

¿Cuándo realizaste la primera exposición como artista profesional?

En 1970, justamente un año después de comenzar a trabajar en el Taller de Gráfica. Antes había participado en salones de dibujo, cosas muy diversas, pero esa fue mi primera exposición personal.

 

Posteriormente has realizado muchas otras, individuales y colectivas…

En cuentas es mejor no exagerar, pero es cierto que ya tengo un número significativo de exposiciones personales, y una participación intensa en colectivas, en la vida cultural de la nación, y como cubana y artista en otras latitudes del mundo.

 

También estuviste vinculada al proyecto de la Capilla del Hombre, de Osvaldo Guayasamín…

La propia vida involucró a todo un grupo de artistas a ese proyecto. El país vivía un momento importante y trascendente, había que cerrar filas e integrarnos a defenderlo “como soldados” –aunque parezca una expresión algo manida. Nos unimos para defender a la Revolución desde nuestro arte, y fuimos invitados por la Fundación Guayasamín y el comandante Fidel a hacer un mural en la Capilla del Hombre y participar en la inauguración de ese monumento a la Humanidad y la cultura latinoamericana que soñó y afortunadamente pudo realizar el artista ecuatoriano.

 

¿Cuáles son los temas que exploras en tu obra?

En todos estos años de trabajo he tocado varios temas. Tuve una serie que llamé Tronos, donde trabajaba con sillas como elementos para reinar y sobre ellas colocaba “sujetos reinantes”, a veces de la fauna, a veces de la fábula, a veces humanos y a veces del reino animal. Otras series me marcaron en el tiempo, como Sueños de Soledad, referida al universo femenino, que fue bastante larga e intensa. En suma, he tenido muy diversos momentos en la creación artística.

 

¿En qué vertiente estilística inscribirías tu pintura?

Mi obra es sustancialmente figurativa. No soy realista, no puedo decir que lo sea absolutamente, pero tampoco puedo decir que soy absolutamente surrealista. Creo que justamente esa derivación hacia la experimentación me ha hecho mirar a ratos al expresionismo. En algunos momentos se le llamaba realismo mágico, en otros se le llamó surrealismo… Yo estoy un poco divorciada con los “ismos”, pues creo que etiquetar las cosas nunca nos ha ayudado a ser mejores ni más felices, y trato de apartarme de las etiquetas.

 

En tu obra hay otras dos motivaciones presentes: lo afro y la música

En los últimos tiempos, exactamente desde el año 2000, estoy utilizando la música como lenguaje, como manera de expresión. No es un descubrimiento mío ni pretendo alardear sobre esto. Maestros como Leo Brouwer han realizado profundos análisis sobre la vinculación entre música y plástica, y de hecho eso ha sido una constante en la historia de la cultura y la humanidad. Pensemos por ejemplo en las grandes óperas y sus escenografías, especie de perfomances que combinaban ambas expresiones. Más para acá recordemos los espectáculos de Pink Floyd, por ejemplo, donde también se vinculaban claramente.

 

Siendo un poco más elementales, puede hablarse de un lenguaje común: los tonos tanto en la música como en la plástica, los silencios en una composición y los espacios vacíos en un lienzo. Yo estuve desde antes del 2000 muy vinculada profesionalmente al mundo de la música, porque interactuaba con Sara González en la creación estética, aunque no me subía al escenario, y eso me hizo acercarme al tema.

 

En esta exposición que hoy inauguras en el Espacio Cultural Excelencias, en Madrid, titulada Sarabanda, también hay motivos vinculados a la música…

Tiene más que ver con la mística que con lo afrocubano. Creo que los elementos son, en todo caso, hispano-afrocubanos. Sarabanda es un término medieval que como sabemos se identifica con una música, una manera de expresión musical del Medioevo. Pero en este caso quiere decir, además, “que cuenta”, “que canta” sobre lo sagrado. También refiere a algo que está muy en boga entre los músicos, que dicen: “yo tengo mi banda”. Y como le estoy rindiendo homenaje a Sara González, pues llamo Sarabanda a todos los que constituimos el “equipo” que va a seguir acompañando a Sara, para que su obra permanezca.

 

Mucho ha llovido desde el año setenta… ¿Aun te consideras una artista contemporánea?

Sí, creo que sí. Considero que voy a seguir siendo siempre una artista contemporánea, pues si en algún momento nos atrevemos a creernos que ya lo tenemos todo logrado, que ya persistimos y estamos en las primeras filas de la creación, creo que empezamos a retroceder en ese mismo punto. Yo quiero seguir siendo contemporánea siempre.