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Camejo elegante
31May

Camejo elegante

Por Jorge Fernández Era

Desde que el 23 de diciembre de 2017 la directiva del hotel Parque Central, administrado por el grupo español Iberoestar Hoteles, decidiera inaugurar un espacio con obras de arte cubanas, se ha hecho habitual que las artes plásticas se inserten de forma natural en los espacios de esa instalación con vistas a una de las zonas más céntricas de la urbe habanera.

A tono con ese propósito, acaba de ser inaugurada, en el edificio dos del Iberoestar Parque Central, exactamente en el bar-restaurante La Habana Elegante, la exposición homónima de Luis Enrique Camejo, quien ha hecho de su obra un reflejo controversial de una ciudad próxima a cumplir en 2019 su aniversario quinientos.

En la velada estavo presente gran cantidad de público, entre los que se encontraban directivos del Ministerio de Turismo, una representación del cuerpo diplomático acreditado en La Habana y un invitado especial: el periodista y escritor Ciro Bianchi, quien puso un toque especial, a la manera de sus acostumbradas crónicas, para explicar el porqué del nombre común del espacio y de la exposición: «Estamos, como decía Lezama, en el cogollito de La Habana, a una cuadra del Parque Central y del Paseo del Prado, rodeados de una serie de instalaciones muy importantes. En este lugar, en el año 1925, estaba el Círculo del Partido Liberal, y el 20 de mayo de ese año la edificación se quema ―casualmente había tomado posesión un gobierno liberal, el del presidente Gerardo Machado―. Hay que preguntarse cómo es posible que cogiera candela con un cuartel de bomberos enfrente, pero es que ―cosas de la época― el cuartel no tenía agua, había que buscarla en el teatro Payret. En las ruinas del incendio, un empresario italo-brasileño de apellido Correa puso un cabaret que se nombraba Edén Concert y que fue el antecedente de Tropicana. (…) La Habana Elegante es un nombre que se ha pegado en el imaginario cultural cubano. Fue una revista que surge en 1893 y dura hasta 1896. Comienza como una publicación femenina ―se anunciaba como «Revista para señoras y señoritas»―, y ya en una segunda época adoptó una nueva estética, y allí publicaron Julián del Casal, Rubén Darío, José María Vargas Vila y otras personalidades que la hicieron perdurar para todos los tiempos».

Luis Enrique Camejo (1971), graduado del Instituto Superior de Arte (ISA), tiene una sostenida trayectoria en la paisajística cubana desde que en la década de los noventa de la pasada centuria hiciera sus primeras muestras personales y colectivas. De su obra se dijo en The H. Magazine: «Noctámbula, bohemia, la ciudad para Luis Enrique Camejo es también el lugar donde acontece y se desata la vida contemporánea. No son sus intimidades ni escenas interiores los motivos de inspiración del artista. Su interés se sitúa en la relación fugaz, inmediata, del hombre con su entorno. Camejo produce imágenes de la ciudad que recuerdan lugares de La Habana. Sin embargo, sus ciudades nunca dejan de ser espacios cosmopolitas y plurales. Más que regodearse en las historias colectivas, le apasiona captar el movimiento, la dinámica de la urbe, lo instantáneo de la vida. El paisaje urbano vuelve una y otra vez, en las pinturas y acuarelas, para insistir en la velocidad como premisa social. Carros, bicicletas, autobuses, transeúntes ocasionales, personajes anónimos parecen estar siempre en marcha, en una carrera continua resultado de una realidad violentamente agitada».

Arte por Excelencias tuvo un aparte con él en los salones del Iberoestar Parque Central: «La Habana Elegante fue una exposición que se hizo hace un año en la galería Orígenes, en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. Tomé como referencia la revista del siglo xix, pero no tiene que ver con ella, porque trata más bien sobre ese contraste entre la elegancia que quiere aparentar La Habana y la melancolía que tiene su propia decadencia, como ciudad que casi no se puede sostener en pie; el contraste entre los negocios renacientes, con los nuevos ricos, que conviven al lado de solares y ruinas. Fue una coincidencia que este restaurante tuviera un nombre idéntico. Es un espacio que estamos compartiendo: el hotel como institución y yo como artista. Mi exposición es el reflejo de La Habana que pudiera ser, que siempre encierra la imagen y la posibilidad, como dijo Lezama Lima. Es un homenaje a La Habana que se está perdiendo y que muchos cubanos queremos rescatar, quizás un acercamiento desde mi obra a eso que dijo Carlos Varela en su canción: “Habana, si supieras el dolor que siento cuando te canto y no sabes que mi canto es por amor”… Un poquito así».