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Acosta Danza, Poesía visual, intensa energía
09April

Acosta Danza, Poesía visual, intensa energía

Por Toni Piñera/ Foto: Panchito González

Los estrenos siempre invitan a la reflexión, ponen al auditorio en espera inquietante, con los cinco sentidos puestos sobre las tablas… ¿Darán realmente lo que se presiente del grupo danzario? ¿Defraudará la entrega de una compañía que se va posesionando con fuerza en el panorama artístico nacional? ¿Alcanzarán conquistar las palabras del lenguaje puesto en juego por los creadores? No es fácil conjugar ideas, factores y expresarlas teatralmente, moverse y trasmitir lo que se desea, llegar al clímax de una situación y corresponder con las exigencias y el rigor perseguido. Por lo pronto, Acosta Danza en su más reciente temporada titulada Encuentros –rendía homenaje al 120 aniversario de la migración japonesa a Cuba-, y puso sobre el tapete, su pujanza como colectivo en ascenso.

Con las piezas Lost in dance y Mil años después, del coreógrafo/bailarín japonés Saburo Teshigawara, y Paysage, soudain, la nuit, de Pontus Lidberg (Suecia) –director de cine, coreógrafo y bailarín-, plenas de proposiciones artísticas, la compañía Acosta Danza “armó” su sexta temporada fascinó, con las redes artísticas lanzadas por los afamados creadores, el pasado fin de semana, en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. Evidenciando una manera particular de enfrentar el movimiento y traducirlo al Arte, esbozaron un saber plantear ideas mediante el cuerpo, con la formulación de las dinámicas y los fraseos pertinentes para sacudirnos a todos.

 

Saburo Teshigawara y Rihoko Sato en la obra Lost in dance
Saburo Teshigawara y Rihoko Sato en la obra Lost in dance
 

 

Pontus Lidberg llegó, por primera vez a Cuba, en el 2014 para participar en el 24to. Festival Internacional de Ballet de La Habana, con su compañía Pontus Lidberg Dance. Con cuatro piezas  cautivó al público cubano, y sorprendió por los significados de sus mensajes. Ahora regresó para montar con Acosta Dance,  Paysage, soudain, la nuit (Paisaje, de repente, la noche). Buscando la “cubanía”, esa que Carlos Acosta le pidió tuviera su coreografía, encontró la magistral obra de Leo Brouwer: Paisaje cubano con rumba, (1985), sobre la cual se basó el músico sueco Stefan Levin, para componer este tema, con una sonoridad más contemporánea, y también se inspiró.

 

Pontus Lidberg bailando con Acosta Danza, Paisage, soudain , la nuit (Paisaje, de repente, la noche).
Pontus Lidberg bailando con Acosta Danza, Paisage, soudain , la nuit (Paisaje, de repente, la noche).

 

Escoltada por música idónea, un diseño de luces cautivante (Karen Young), y mínima escenografía, creada por la artista plástica cubana Elizabet Cerviño (una instalación de güines) “sembrada” en lo profundo de la escena, Paisaje…  dialogó con lo cubano desde el ritmo, el gesto, la acción –dibujada por la compañía, a la que se unieron el bailarín invitado David Lagerqvist y el propio Lidberg. 

De un especial colorido permeó la escena su diseño coreográfico, en el que emergió una síntesis magistral de ideas, que siempre lo acompañan, expresado en una ininterrumpida secuencia de eficaz teatralidad, coherencia coreográfica, organicidad plástica, sentido del espacio y evocación de muchas artes… Además de explotar el sentido dramático de los movimientos/gestos, que traduce en los bailarines, donde se confirma una preparación física extrema que los nutre, amén de esa  mezcla de lo clásico/contemporáneo, algo muy cercano al decir creativo del propio Lidberg.

TESHIGAWARA ILUMINÓ LA ESCENA CON SU MAGIA…

Dos piezas Lost in dance (Perdido en la danza) y Mil años después, bastaron a uno de los grandes de la danza contemporánea, el célebre coreógrafo y bailarín nipón: Saburo Teshigawara para conquistar al público cubano, en su debut en Cuba. Colega de William Forsythe y Jiri Kylian, es, además un artista visual que diseña escenografía, vestuario y luces, para adentrarnos en un mágico espacio de la mano de su original lenguaje coreográfico, contemporáneo, y al mismo tiempo deudor de las mejores tradiciones de su país, amalgamadas con el presente.

 

Mil años después, de Saburi Teshigawara.
Mil años después, de Saburi Teshigawara.

 

Lost in dance fue un mágico instante subyugante. Cámara negra, trajes negros en el que solo quedan desnudos cabeza y manos de la bailarina Rihoko Sato y él, bailarines que dominan cada milímetro de sus cuerpos, son suficientes para deslumbrar por el juego de luces/sombras y reflejos al que están sometidos. En esa zona, donde se inmiscuye magia, misterio, originalidad y misticismo, dibujan, con ágiles  y certeros movimientos de manos, brazos y torsos, el espacio, traspasando las fronteras entre vigilia y sueño.  A ello se suma la Sonata para piano No. 18 en Sol mayor, de Franz Schubert que realza la fascinación por su obra. Es, en una palabra, la cálida semblanza de la esencia del arte.

 

 Pie Saburo Teshigawara y Rihoko Sato en la obra Lost in dance   Pie Bailarines de Acosta Dance en la obra, Mil años después, del maestro Saburo Teshigawara.
Bailarines de Acosta Dance en la obra, Mil años después, del maestro Saburo Teshigawara.

 

Mil años después, es poesía visual, un canto al tiempo, y a la nostalgia de volver a vivir otra vez, idea rectora que recrea con los miembros de Acosta Danza. Teshigawara maneja una suerte de “batuta” invisible con la que sitúa a los danzantes en climas oníricos. Sensaciones, símbolos, imágenes, nacidas en su mente, y que ahora posa en los bailarines –en un certero trabajo de grupos-, donde aparecen y desaparecen de la escena, moviéndose –unos con mejor suerte que otros-, al ritmo/forma de su vocabulario original.

La combinación sonora  de Alban Berg (Suite lírica) y Mozart, que aportan el esqueleto para el convincente andar de la pieza, vienen escoltadas por el peculiar empuje y vena creativa de su singular autor. En cámara negra también, el blanco, color de lo imaginado, de la neblina, de la expectativa..., arropa a los danzantes, en su vestuario esta vez, como signo de transparencia e incertidumbre, dejándonos soñar, en la distancia del tiempo, cómo seremos mil años después. Con tres piezas volvieron a conquistar a un auditorio que los ovacionó hasta el delirio...

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