Por Jorge Fernández Era
La tarde del 4 de mayo de 2018 fue diferente para los citados a la Casa Guayasamín del Centro Histórico de La Habana Vieja. Sabíamos que la velada se dedicaría a homenajear al Pintor de los Pueblos, al artista que reflejó en sus cuadros los sufrimientos, luchas y esperanzas de los oprimidos, el mismo que en 1968 presentara en el Museo de Bellas Artes de la Ciudad de México la serie La edad de la ira, considerada una de las grandes realizaciones del cartel político en el siglo xx, donde plasmó la tragedia del hombre de nuestro tiempo.
Admiradores de su legado artístico y humano desbordaron el patio de la casona de la calle Obrapía, que en estos días acoge la muestra Expresiones humanas, del artista plástico peruano Alfredo Alcalde. Allí estaban representantes del cuerpo diplomático acreditado en nuestro país, el ministro de Cultura Abel Prieto, el Premio Nacional de Música Frank Fernández, el Premio Nacional de Periodismo Pedro Martínez Pírez, entre otras personalidades, quienes acompañaron a los familiares de Oswaldo Guayasamín para rendirle homenaje al gran amigo de Fidel Castro. Y sin discursos, con la misma sencillez que marcó la existencia del artista ecuatoriano, tomó la palabra una de sus hijas, Berenice Guayasamín Monteverde:
«Estoy muy agradecida con la presencia de todos ustedes, amigos que saludamos cada un año, cada dos, y que me da muchísimo gusto volver a ver.
»El 6 de julio del año pasado mi padre cumplió 98 años, e hicimos en la Casa Guayasamín de Quito un evento muy particular. En Ecuador se acostumbra, a las personas que cumplen años, hacerles una serenata. Entonces mis primos decidieron dedicarle una a mi padre. Ellos han estado siempre al lado de él, de hecho uno de ellos es arquitecto y es el proyectista de la Capilla del Hombre, otro es cineasta, ninguno tiene que ver con la música, no son profesionales, quiero decir. Pero le ponen corazón a lo que cantan. Lo que más me gusta, y espero que a ustedes les llegue también, es la manera de cantar la música ecuatoriana como mi padre la cantaba; él también tocaba la guitarra. Los primos creo que son un poco mejores que mi padre en eso. Y nada, quería presentarlos.
»Aquí están algunas personas que conocieron a mi padre y que le oyeron cantar; van a ver como se le parece muchísimo a lo que ellos hacen. Así pues quiero presentarles a los primos y agradecer la transformación que se ha hecho de la casa, especialmente para este evento se han hecho maravillas. Muchísimas gracias por nuestra parte por seguir manteniendo viva esta casa que el Comandante Fidel Castro le ofreció a mi padre. Que siga en manos de quienes la cuidan, la quieren y la mantienen tan bella».
Y la tarde se despidió entre canciones latinoamericanas, en una serenata al ya casi centenario Oswaldo Guayasamín, quien en 1957 recibiera el Premio al Mejor Pintor de Sudamérica, concedido por la Bienal de São Paulo, Brasil, y en 1960 el Gran Premio del Salón de Honor de la Segunda Bienal de Pintura, Escultura y Grabado de México, además de ser amigo personal de los más importantes intelectuales y estadistas del mundo, y retratar a Fidel, Raúl, Gabriel García Márquez, Mitterrand, Rigoberta Menchú… De alguna manera, todos ellos estuvieron allí.
