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La luz de Tomás Sánchez
18June

La luz de Tomás Sánchez

Por: Carina Pino Santos

La XII Bienal es noticia desde el 22 de mayo. Con espacios considerables en los noticieros y revistas culturales, es de la misma manera comentario cotidiano en las “guaguas” y “almendrones” que raudos, surcan el malecón habanero, en las calles, parques y dondequiera que el público cubano disfruta de una de tantas obras que se hallan expuestas en la retícula de la ciudad.

 

Entre las múltiples ofrendas del evento hay una exclusiva, y es la exposición Paisaje de Tomás Sánchez en el edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes, con obras recientes que nos actualizan sobre el quehacer del artista.

 

Atreverse a escribir sobre su pintura, es arriesgarse a enfrentar una difícil dualidad de opciones. Primero, porque todo discurso sobre la obra del paisajista se asemeja a la aventura de nadar en un océano de imprecisos límites. Una no sabe en qué aguas iniciar la escritura y en cuál demarcación finalizarla. Segundo,  porque donde grandes plumas ya se han sumergido, se corre siempre el  peligro de ser osados o reiterativos.

 

Quizá sea Gabriel García Márquez, quien mejor escribiera sobre su sino y su universo pictórico: “Pues nadie escapa al embrujo de Tomás Sánchez: cuanto más conocemos su obra más la amamos, y más seguros estamos que de si de veras el mundo merece ser hecho de nuevo es porque se parezca lo más posible a su pintura.” También del Gabo es la más profunda descripción del artista y el hombre que solo el escritor supo resumir con dos palabras:  “Tomás Sánchez es un místico”.

 

Además de sus basureros con crucifixiones, y los paisajes, por los que solemos reconocer su magnífica obra, en la muestra personal de Bellas Artes creo que adquieren relieve especial dos óleos. Aislado, pintado este año, de gran formato,  pieza que tiene al blanco como protagonista fundamental, y es a su centro que se halla el paisaje; y otro, titulado Entre silencios, también del 2015, donde enhebra una vertical banda de una pequeña y tupida selva rodeada por la fragmentada blancura de la tela.

 

Sánchez ha declarado en entrevistas la trascendencia de la filosofía hindú, del Siddha Yoga, para su vida y obra. Asimismo el pintor ha subrayado el significado del blanco para él,  como representación divina, cual logro de  la perfección de la quietud plena.

 

Mas el ambiente en la sala transitoria no era nada tranquilo, sino por el contrario, muy bullicioso. Toda una multitud había asistido a las simultáneas inauguraciones de las exposiciones de Alexander Arrechea, Gustavo Pérez Monzón, Wilfredo Prieto,  Raúl Cordero y Tomás Sánchez, a quien tuve la especial posibilidad de realizarle, allí en  el edificio de Arte Cubano, esta breve entrevista.

 

A los lectores de Cubarte les interesará  saber de su propia voz, sobre su participación en la XII Bienal de La Habana con esta muestra Paisaje que se ha inaugurado en el Palacio de Bellas Artes de La Habana al inicio del evento.

 

Es una exposición que el Museo me está pidiendo hace años, pero por muchas circunstancias, no había podido hacerla hasta ahora.

 

Originalmente eran doce pinturas; solo se pudieron exponer ocho por razones de espacio; además, como los cuadros tienen tanto detalle, se hubiera visto muy abigarrada la exposición: por eso son ocho pinturas.

 

Yo estoy muy contento de que haya coincidido con la XII Bienal de La Habana  y con la muestra de Gustavo Pérez Monzón que me parece genial.

 

Como fue alumno mío, toda esa obra suya la conozco, porque se la vi nacer prácticamente. Incluso compartimos una vez en la misma casa. Después, ambos vivimos en Guanabo. Todos los días, habitualmente, iba a su casa y conversábamos mientras él trabajaba.

 

Es un artista que siempre he admirado mucho.  He sentido que su obra no saliera a un primer plano como lo está haciendo ahora. Siento una gran alegría por esta exposición,  he disfrutado mucho al verla y ha sido un honor para mí.

 

Como también me ha sucedido con la de Alexander Arrechea, que es muy fuerte. Siempre su obra me ha fascinado. Ha logrado impactar tanto en tan poco espacio… y realmente es un artista genial.

 

Y de la misma forma la instalación de Wifredo Prieto que considero un gran artista. Después veremos en el Museo la proyección de Raúl Cordero.

 

Hay una confluencia hermosa e impactante del yoga y su filosofía en su obra. Específicamente hay un óleo, donde aparece la figura humana pequeña, en “postura de niño” o “pindasana”, un hombre  arrodillado sobre sí e integrado como un elemento más de una  naturaleza que se expande en toda su majestuosa inmensidad.  Considero una oportunidad excepcional para mí hacerle esta pregunta: ¿Qué significa el yoga en cuanto a esa  poderosa espiritualidad  que se desborda en sus paisajes?

 

Esta pieza es del 2005. A través de la meditación primero, comencé a experimentar expansiones de conciencia. Después durante estas, empecé a darme cuenta de que yo estaba dentro de mí, no dentro del cuerpo.

 

En la medida en que esas expansiones se fueron haciendo mayores, percibía que lo que me rodeaba estaba dentro de mí también. Hacían que mi cuerpo fuera solo un puntico y a veces, mi cuerpo desaparecía. Entonces veía todo como conciencia y como energía.

 

Cuando salgo de esos estados de meditación ?que no se producen todos los días—, las cosas se me manifiestan como llenas de energía y de conciencia.

 

Hay experiencias muy interesantes, como cuando uno sale de la meditación y está con la conciencia expandida, y de pronto, estás viéndolo todo de un solo golpe y en todos sus pormenores. Pero uno lo percibe como luz. Por eso la cantidad de detalles en mi pintura.

 

Y otra cosa es que uno percibe que las cosas están vivas, no solo los árboles, también las piedras, los objetos con los que uno trabaja, todo eso.

Fuente: Cubarte