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El día que Libertad Lamarque olvidó su señorío
27August
Artículos

El día que Libertad Lamarque olvidó su señorío

Fue tan grande la bienvenida y tan intensos sus días que Libertad Lamarque no pudo borrar jamás los recuerdos de su paso por Cuba, especialmente La Habana.

«Atravesamos en auto la ciudad, que no pude ver, constantemente atenta a los balcones, terrazas, puertas y ventanas donde la gente recibía jubilosa las informaciones que le llegaban a través de la radio sobre el paso de la caravana y mi presencia»[1], rememoraba la actriz años después. Fue en 1946 cuando la argentina (nacionalizada mexicana) visitó la Isla. Le acompañaban Amado Trinidad, un fotógrafo y el pianista Alfredo Malerba, su esposo.

En el mes de enero y durante los ensayos para su presentación, Libertad Lamarque conoció a distintos músicos que se presentarían con ella el 7 de enero.

 

Libertad Lamarque y Rita Montaner
Libertad Lamarque junto a Rita Montaner

 

La Única, Rita Montaner, se sumó a los artistas criollos que acogieron con simpatía y cordialidad a Libertad Lamarque. Independientemente de los altos honores oficiales, Lamarque comprueba la honda simpatía que le tiene nuestro pueblo. [2]

«No puedo olvidar el impacto que fue para mí conocer ese hermoso y gran teatro América, que tan importante lugar ocuparía siempre en mis recuerdos», afirmó.

Días antes del debut, la intérprete de Madreselva solicitó al grupo de cubanos presentes algún tema que gustara muchísimo a la gente. Después de gran alboroto, la joven encargada del camerino sugirió El tumbaíto cuya letra hacía referencia a que en Cuba estaba escaseando el jabón para lavar la ropa en esos momentos.

Así contó la Novia de América lo que sucedió en su debut:

«Después de dejar que disfrutaran de todos mis tangos, valses y canciones, la orquesta abrió un paréntesis interpretando La comparsita. Mientras esto ocurría, yo cambié mi traje de noche por una bata de larga cola, despampanante, cubanísima…(me la habían prestado). Al terminar el paréntesis, ya me encontraba entre cajas esperando mi turno, preparada por dentro y por fuera, de pies a cabeza (…) Triunfalmente entré en escena meneando la cola, bailando y cantando El tumbaíto, provocando en un primer segundo un desconcertante silencio, el que aproveché para gritar: ¡ Ño!, ¡un muerto! ¡Ay mamaíta que me da el santo!»[3]

En todos los escenarios Libertad Lamarque garantizaba el éxito y La Habana no fue la excepción. Dicen que los presentes en el América terminaron aplaudiendo con fervor a una de las divas más queridas de todos los tiempos.

 

Libertad Lamarque en La Habana

 

Y concluye el relato autobiográfico de esta manera:

«El público y yo éramos una sola voz cantando entre “jaleos” y amor…”y me boté pal solar” (y olvidé mi señorío).»

La filmografía de Lamarque abarca más de sesenta películas casi todas de corte melodramático. Sus personificaciones se caracterizaron por ser de mujeres sufridas. Tenía una voz formidable, afinación, estilo y repertorio que le sirvieron para lograr una merecida notoriedad. Algunos la consideran como la máxima figura femenina del tango.

 

[1]En revista Bohemia, 11 de mayo de 1990.

[2]Rita Montaner: testimonio de una época, por Ramón Fajardo Estrada, p.106, 107.

[3]Ibidem.