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Fernando Botero. De la mandolina al "boterismo"
24April
Artículos

Fernando Botero. De la mandolina al "boterismo"

 

                “El arte no tiene ningún poder de mover nada.  El arte tiene poder en el tiempo, de recuerdo y testimonio”.

                                                                                                          “El placer de la pintura es placer por sí mismo”.

                                                                                                                                                        Fernando Botero

 

Aunque parezca inaudito es la primera vez que la obra del pintor, escultor y dibujante colombiano Fernando Botero (Medellín. 1932) se presenta en Barcelona, concretamente en la galería Marlborough que abrió sus puertas en 2006, sumándose a las otras seis sedes que la galería londinense tiene en el mundo. Por ello, la exposición monográfica Pinturas recientes, es un hito para el público barcelonés, teniendo en cuenta que en sus inicios artísticos ya estuvo en la ciudad. Fue en 1952, con motivo de haber ganado un premio en Bogotá, aunque también estuvo en Madrid en aquella época. Además, su obra escultórica está muy bien representada en la ciudad, donde cohabitan dos enormes obras relacionadas con el mundo animal: un  gato y un caballo. El gato, está ubicado actualmente en el barrio antiguo de El Raval, aunque anteriormente había estado en otros lugares de la ciudad, como una especie de peregrinaje, aunque finalmente parece ser que se le ha encontrado el emplazamiento ideal. En cuanto a El caballo, siempre ha permanecido en el mismo sitio, en la terminal 2 del aeropuerto de El Prat, que sirve también como punto de encuentro.

Botero está considerado como uno de los mejores artistas latinoamericanos a nivel internacional. En las más de seis décadas que lleva dedicadas al mundo del arte, su obra es reconocida en todo el mundo, ya que su estilo inconfundible lo hace fácilmente identificable a primera vista. Las formas sinuosas,  henchidas, agrandadas, robustas, gruesas y a veces deformadas, son perfectamente reconocibles y, a pesar de que los seres humanos y animales que aparecen en sus pinturas y esculturas tienen unos volúmenes exageradamente redondeados, a ojos del espectador se observa la existencia de una manera muy singular de humor y de crítica sarcástica, a pesar de las imágenes grotescas que muestran sus desmesurados personajes, sean anónimos o famosos, en los que se advierte una fealdad que incluso les hace ser simpáticos. En una entrevista reciente en el periódico La Vanguardia de Barcelona, la periodista Ima Sanchís le preguntaba que significaba para él la belleza y Botero respondió que “es un equilibrio, una tranquilidad, una coherencia, donde no sobra nada ni falta nada y ello produce paz”. El concepto de fealdad en el mundo del arte tiene sus derivaciones, ya que pintores como Lucien Freud, quien solía mostrar a hombres y mujeres desnudos, en muchos casos de edad avanzada, la fealdad de sus cuerpos y rostros producen en el espectador una sensación de afecto y ternura. También la pintora e ilustradora catalana Elisabeth Sabala, busca la belleza del cuerpo humano en la intimidad de cada uno de sus personajes, en lugar del atractivo físico. Sea un caso u otro, lo importante es que el espectador se sienta fascinado por lo que el artista pueda transmitirle a través de sus obras. Por ello a su estilo se le denomina boterismo.

Aunque a Botero se le identifica como autodidacta, frecuentó diversos talleres y academias, tanto en su país como fuera de él, como por ejemplo en Madrid –la Academia de San Fernando- y Florencia –Academia de San Marcos-. Su primera exposición individual tuvo lugar en Medellín, a los 16 años. Luego, cuando se traslada a Bogotá, exhibe sus pinturas en la galería Leo Matiz, que le sirve para que su trabajo empiece a ser conocido por el público colombiano. A los 26 años ejerce la docencia en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de la capital colombiana, como profesor de pintura. En 1956 viaja a México y posteriormente a Nueva York, ciudad en la que vivirá hasta mediados de los 70, para luego instalarse definitivamente en la pequeña localidad italiana de Petrasanta, que, junto con Montecarlo, serán sus lugares predilectos para crear sus obras. Botero señala que sus artistas preferidos son los pintores italianos Paolo Ucello, Giotto, Masaccio y Piero della Francesca, el muralista mexicano Diego Rivera y el pintor naïf Theodore Rousseau.  En el centro histórico de Bogotá existe un museo dedicado al artista medillense. Se inauguró en 2000, donando el artista 208 piezas, de las cuales 123 son suyas y el resto de artistas internacionales: Dalí, Picasso, Miró, etc.

Aunque la obra pictórica de Botero sea más cotizada que la escultórica, el público suele conocer más esta última.  Posiblemente se deba, a que sus esculturas voluptuosas de enormes dimensiones en bronce, mármol o resina fundida se encuentran en muchas ciudades, entre ellas algunas españolas. Aparte de las citadas anteriormente, en Madrid hay La mujer con espejo, ubicada en la Plaza de Colón y La mano, en el Paseo de la Castellana. En A Coruña, se encuentra El romano, situado a la entrada de la Casa del Hombre, y en la Plaza de la Escandalera de Oviedo, se puede ver La maternidad. De todos modos, son aún más vistosas las exposiciones al aire libre, como por ejemplo en 1992 cuando expuso sus bronces en los Campos Elíseos de París, o un año después en la Quinta Avenida de Nueva York y en Buenos Aires. En 1994 sus espectaculares esculturas se trasladaron al Paseo de Recoletos de Madrid, entre la plaza de Colón y la fuente de La Cibeles, y que tuve la fortuna de poder contemplar directamente.

La exposición de Barcelona se pudo ver a principios de año en la galería Marlborough de Madrid, ciudad que no mostraba su obra desde 1994. Solamente se exhiben 8 pinturas al óleo, aunque la mayoría de ellas son de grandes dimensiones, pertenecientes al período 2017-2018, que reflejan perfectamente el universo personal de Botero a través de diferentes temáticas: el paisaje, el desnudo femenino, el retrato, las escenas costumbristas, la tauromaquia, la naturaleza muerta, las referencias históricas, políticas y de actualidad, los músicos y los bailarines. En Eva, se ve a una mujer desnuda tumbada sobre una toalla de color rosa en el césped verde, y detrás de ella se atisban unos árboles. El contraste entre el cuerpo blanquecino de la mujer con el verde del fondo, denota su interés por los colores planos y la luz. Hay otra obra con el mismo tema; se trata de Bedroom, en la que la desnudez del personaje femenino solamente se rompe por sus zapatos de tacón negros, y que en una de sus manos sostiene una manzana mordisqueada, mientras que en la otra se sujeta al barrote de la cama. La tauromaquia también está presente en las piezas Matador y Picador. La vida cotidiana aparece en una escena de una ciudad o pueblo cualquiera, como ocurre en The street, aunque sea de manera exagerada, ya que vemos a cuatro transeúntes –una mujer con un niño de frente, un hombre trajeado que cruza la calle y una mujer de espaldas que lleva un paraguas-. Todo ocurre en un instante y en un espacio reducido, sobre todo por la robustez de los personajes, ya que ocupan la mayor parte del cuadro. Los colores planos y brillantes también son los protagonistas de la composición, ya que “el artista emplea en su pintura un método sistemático a través de eliminar las texturas y cualquier apariencia de pincelada para dar homogeneidad al color y a través de éste, luz a sus pinturas”.

 

Vista de la galería

 

 

Obra de Botero en exposición

 

Obra de arte en exposición en Barcelona

 

Exposición de Botero en Barcelona

 

Obra de Fernando Botero en exposición en Barcelona