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Las cabezas perpetuas de Evelio Traba
26July
Artículos

Las cabezas perpetuas de Evelio Traba

Con El ritual de las cabezas perpetuas, Evelio Traba obtuvo el Premio Iberoamericano Verbum de Novela 2016. Publicado por la editorial Verbum, Madrid, España, 2016, y Ediciones La Luz, Holguín, Cuba, 2018, el libro está escrito —tramado, maquinado, fraguado— con el perspicaz manejo de los más hábiles estiletes de la ficción como terreno de posibilidades y confluencias, esta vez entre la novela histórica y el género fantástico. 

Es como si Traba (Bayamo, Cuba, 1985) tomara la novela, la tendiera sobre la mesa de operaciones y practicara, estilete en mano, incisiones, cortes, suturas. Como si La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, de Rembrandt, encontrara sitio en aquella definición surrealista que unía, sobre una mesa de disecciones, un paragua y una máquina de coser. 

Traba se suma —con una eficacia que ha venido demostrando en sus anteriores libros La Concordia y El camino de la desobediencia— a la tradición de la novela histórica en nuestro idioma. Una tradición sustentada por importantes exponentes. Uno de ellos, el mexicano Carlos Fuentes, se preguntaba en su colección de ensayos Cartografía de la novela: «¿Qué puede decir la novela que no puede decirse de ninguna otra manera?». Qué puede decir Traba sobre los días luminosos y, al mismo tiempo, inquietamente oscuros, previos y ya dentro de las revueltas parisinas que dan pie a una Revolución que haría rodar, desde la recién estrenada guillotina, la cabeza de Luis XVI y del propio Robespierre. Qué puede decirnos Evelio Traba sobre un siglo luminoso y tumultuoso que, muy bien lo sabía Alejo Carpentier, llegó con su esplendor hasta las Antillas caribeñas. 

Mucho, creo. La libertad del arte consiste en enseñarnos lo que no sabemos. El escritor y el artista no saben: imaginan. Su aventura consiste en decir lo que ignoran. La novela como posibilidad, pero también como inminencia: la novela como creadora de realidades en unas páginas donde un doctor francés de finales del siglo xviii y su ayudante se aventuran en las sangrientas turbonadas epocales para añadir más muerte —¿o acaso más vida?— mediante un ritual, entre mecánico y nigromántico, entre extraño y posible, y así lograr la soñada inmortalidad, intercambiando cabezas y cuerpos. 

París y las revueltas de 1789, los primeros años del siglo xix y el gobierno de Napoleón no son meros andamiajes o apoyaturas epocales en las cuales escudar una historia fantástica. La ciudad y estos acontecimientos son, al mismo tiempo, personajes tan veraces y enigmáticos como la historia misma. Todo ello mediado por la imaginación de Traba. 

Toda una generación de grandes narradores latinoamericanos —Borges, Reyes, Lezama, Paz, Cortázar…— nos enseñó que solo se puede ser provechosamente nacional siendo al mismo tiempo universal. Evelio Traba, desde esa Francia finisecular y proteica, territorio de posibilidades narrativas impensables, nos lo demuestra. Cuando bien podría alejarse de la historia en busca de otras posibilidades del género fantástico, se pertrecha de ellas y las asume para confirmarnos que la literatura es un acontecimiento continuo en el que pasado y presente son modificados mediante interferencias mutuas.

Esta novela de Evelio Traba crea lectores. Con solo traspasar el umbral nos dejamos manipular por cada una de las situaciones que desembocan en otras más espeluznantes y viscerales, narradas con el oficio de un tapicero que sabe qué hilos inteligentemente unir. No será hasta el final que, tras dejar el libro, pero no sus fantasmas, luego de que las cabezas rueden por la plaza de la Concordia y otras sean suplantadas de sus cuerpos y unidas, que podamos respirar en esta especie de thriller de los años de la razón y la ciencia, que recuerda, además, a Robert Louis Stevenson, Mary Shelley y Patrick Süskind.

Leer una novela es un acto amatorio que nos enseña a querer mejor, pero también es un acto egoísta que nos conlleva a tener conversaciones espléndidas con nosotros mismos. Ritual que sostenemos ante el cadalso con la esperanza de que después de que baje el filo metálico, unas palabras en sánscrito nos devuelvan la cabeza una vez más.