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A por los mil, junto a Cádiz, codo con codo
15November
Artículos

A por los mil, junto a Cádiz, codo con codo

Con el título "Feliz cumpleaños, La Habana" ha sido publicado hace solo unos días este texto en el Diario de Cádiz. 

Arte por Excelencias se complace en reproducirlo para sus lectores: 

"Dicen que La Habana y Cádiz se hermanaron hace 26 años. Yo creo que no. Aquel día sólo se estampó la firma en un papel. Los vínculos de sangre, de piel y de historia nacen antes. Muchos antes. Y se afianzan a fuego entre las embarcaciones que cruzaron el océano para atracar en cada orilla, se refuerza en las personas que comparten su vida entre dos ciudades, se estrecha y se hace eterna a en la cultura, la música, el carnaval y esas tradiciones populares entre dos rincones amurallados que siempre miraron al mar y donde siempre prevaleció el carácter revolucionario e insular.

Esto no es una frase vacía. Se trata de una realidad. Tan real como que hubo un tiempo, durante el Siglo XVIII, en el que era más rápido, más seguro y más común viajar de Cádiz a La Habana que de Cádiz a Madrid. El camino hacia la capital estaba lleno de peligros y contratiempos, mientras que embarcarse hasta Cuba se antojaba mucho más seguro y, sobre todo, con mucho más futuro.

Así, barco a barco, ola a ola, persona a persona, ambas tierras fueron alimentándose la una de la otra. Fueron alimentándose de gente anónima, de vecinos de esta ciudad que construyeron la historia común de dos pueblos. Se me viene a la mente Francisco Rendón, el relojero. Un paisano que viajó hasta tierra habaneras con la intención de prosperar económicamente. Conoció y se casó a Julieta Martell, tuvieron dos niñas y cuando falleció su esposa regresó a esta ciudad. Yo no sé si hizo mucho dinero, pero lo que sí trajo fueron ideales y principios basados en la libertad, la democracia y la justicia social. Se había politizado durante sus años en La Habana. Cuando las tropas franquistas llegaron en Cádiz en aquel verano del 36, tanto el relojero como sus dos hijas, cubanas de nacimiento, dieron su vida por defender la libertad frente a los fascistas. Tanto a él como la mayor fueron fusilados. La pequeña dio con sus huesos en la cárcel. Ya ven. Así se escribe la solidaridad entre pueblos. Como la escribieron José Martí y Fermín Salvochea, amigos y referentes el uno del otro. Defensores a ultranza de un mundo mejor.

Porque más allá del Malecón y el Campo del Sur, similares como dos gotas de agua, más allá de que las calles de Cádiz huelan a América, a La Habana, según Rivadavia por los portones de caoba importados de la isla o que como escribió Lorca al desembarcar en la capital cubana: "Me parecía como si hubiera desembarcado en Cádiz. Un Cádiz grande, con mucho calor y gente que habla muy alto". Existe otro componente, el de más peso, que hace especial e iguales a estas dos tierras: el carácter y el sentimiento de comunidad, abierto y generoso, de los vecinos y vecinas de ambos rincones del planeta.

Y a tantos años y siglos de historia común sólo le faltaba un himno y apareció Carlos Cano, nuestro andaluz universal, y las habaneras escritas por Antonio Burgos. Una canción con sabor a exilio, nostalgia y cariño.

Cinco siglos, 500 años. A por los mil, junto a Cádiz, codo con codo, risa con risa, cantando y escribiendo juntos la historia, la de los libros y, sobre todo, la de la gente. Felicidades, La Habana, de tu tierra hermana".

En portada: El alcalde, sentado en la balaustrada del primer tramo del Paseo Marítimo, el Malecón de Cádiz / Foto: Lourdes de Vicente