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ALICIA, de eternos instantes...
21December

ALICIA, de eternos instantes...

Por: Toni Piñera

Qué decir del mar cuando enloquece y hace gemir la costa; o del bosque con su dramática cópula con la tormenta, o el enigmático verde de la naturaleza, soberana modelo del color y la combinación. Qué decir de ese instante supremo de felicidad cuando uno cree ver el aire mismo. Qué decir ante el desafío del artista con la escena, cuando logra derrumbar, sin apenas una huella, como los inatrapables personajes del “rabillo del ojo”, las paredes del teatro, para alzarse con la vida obviando teorías biológicas y del tiempo. Qué decir de todo esto, que tanto dicho hay y, sin embargo, que tanto sentir reclama palabras. La DIVINA Alicia bailando tanto...

La mejor realidad, aquella que nos parece un sueño. En ella está la Giselle, tan comentada y todavía tan inspiradora, de nuestra Alicia Alonso, sensitivo, arco tendido del corazón de la tierra al del hombre. Sorprender. He aquí el verbo que audazmente esgrime siempre Alicia, dejando en el tiempo la huella fértil de su genio y su sensibilidad, la poesía de sus movimientos, cosiéndonos recuerdos, más y nuevos recuerdos,  legándonos un sabor agridulce, por el placer y la brevedad con que la vemos en su arte, que ella tan maravillosamente ha corporizado.

De Giselle a Odile, de Carmen a Odette,... ahí está el genio de Alicia, que hoy arriba a su aniversario 97 rodeada de amigos, aplausos, su compañía y tantos y tantos de admiradores que regados por el mundo la veneran. Alicia, por su arte y por su atractivo carisma fisonómico con ritmo de música y contorsiones telúricas ha encabezado en el tiempo, en calidad de personaje-símbolo, la diversificada interpretación artística visual nuestra de los valores y motivos de carácter danzario.

Esta es la razón por la que vuelve a ser protagonista de muchas historias. Porque con Alicia no solo tenemos la cristalización de toda la danza concurrente y remodelada en nuestra historia y cultura, y a una de las más personales y señeras bailarinas de los escenarios de la humanidad, sino además a una mujer identificada con los destinos de un pueblo, amén de constituir una de las imágenes de la realidad y del arte que han colaborado en la formación de una poética plástica variada de la cultura nacional.

Hoy, en su onomástico, que puede ser también, cualquier día del año, ese en que dio vida  a mil y una criaturas del arte que la acompañan siempre adondequiera que va. Porque aunque su nombre es Alicia, su genio la ha llevado en el tiempo a intercambiarlo infinitamente con otros sobre la escena.

Por eso, cuando se pronuncia Giselle ella responde al instante. Y así sucesivamente con una lista interminable. Parte de esa galería de personajes que ella ha adoptado, deambulan, quizá, hoy con ella en sus adentros… El lirismo sin igual de Odette (El lago de los cisnes), la fuerza de su enigmática Yocasta (Edipo), la seductora Carmen, la frágil Giselle, La Péri, Roberto, el Diablo, La Diva, La Viuda Alegre, La fille mal gardée, Coppelia, y también Alicia, la mujer cubana, de verde olivo, siempre en la primera línea de combate está esperando para regresar. Pero más allá de la técnica, Alicia emerge real, espontánea, pura, como la danza, alcanzando con su baile un sitio seguro en la eternidad.

 

Giselle (I acto) FOTO Colección Museo Nacional de la Danza
Giselle (I acto) FOTO Colección Museo Nacional de la Danza

 

Un día, en una entrevista Alicia confesó, cuando le pregunté: ¿Usted es la danza? “Al menos es mi vida. Es que tiene una magia que es el dominio del ser humano de su cuerpo, y lo más importante, la conversación con el público, con esa masa de gente que está ahí frente a uno esperando. Eso es como entrar al mundo de la magia”. Hoy, entre magia y realidad la enorme bailarina estará acompañada de su familia, de sus amigos, de sus compañeros del BNC y de toda la danza cubana e internacional que sigue sus pasos. Aquí está Alicia, con sus gestos, transformada en cisne o en un espíritu, con el talento de su arte a flor de piel, porque ella, INDISCUTIBLEMENTE, es la danza.

Théophile Gautier solía afirmar que las principales virtudes de una gran bailarina eran la “sensibilidad, la pasión, el entusiasmo, el alma demasiado prodigada”. El buen cartesiano, que en tantas cosas se equivocó, acertaba con esa frase de ímpetu romántico. El “elán”, decía, es virtud principal de todas las grandes de la danza. Nuestra Alicia también posee ese hálito de misterio, esa condición irradiante, ese “algo más” tan difícil de definir. Y no solo en la escena donde todo el mundo ha tenido la ocasión de comprobarlo. Sino en la vida cotidiana, como ser humano, como mujer, como AMIGA, que es quizá, la tarea y el rol más difícil de interpretar y realizar. Eso me consta.