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Cosas de machos o asuntos entre varones
20December
Artículos

Cosas de machos o asuntos entre varones

Poco más de medio siglo ha transcurrido desde que el pensamiento sociológico humanista comenzó a mirar la masculinidad desde ineludibles perspectivas contrahegemónicas a los históricos estereotipos derivados de varios milenios de existencia bajo una dominación patriarcal y un poder heteronormativo. Tras el feminismo de los años 60 del siglo pasado propulsando fuerzas pro renovación de las ideas establecidas alrededor de la identidad del ser, su sexualidad y su relación con las construcciones culturales establecidas como géneros, las estructuradas bases de lo masculino comenzaron a sentir un serio y sostenido embate antidiscriminatorio y reformista que impulsó concienzudamente este movimiento, y en esa invasión deliberada de los campos se fueron ampliando los espacios de tolerancia, indefinición y redefinición de lo masculino y lo femenino propiciando la inclusión de otras posibles identidades y sexualidades como son los denominados individuos gay, lesbianas y bisexuales, llegando incluso al justo raciocinio sobre el humano transexual.

 

El desarrollo de un nuevo sistema de pensamiento sociológico y antropológico alrededor de la categoría “género” ha propiciado una mayor liberación intelectual y científica de los conceptos sobre lo que puede ser y hacer sexualmente y socialmente un humano que nace varón, y ha ahondado la crisis de la imagen del supermacho como non plus ultra del hombre ?deviniendo en evidente caricatura de la solidez filosófica del poder masculino?, lo cual ha permitido avances a niveles político- sociales en la emancipación de las diversas identidades y sexualidades más allá de los decadentes patrones normativos.

 

El arte vanguardista y sus representantes en la contemporaneidad no han dejado de acompañar la evolución de estas ideas e, incluso, pienso que con total congruencia se han posicionado en  mayoría hacia las más contrahegemónicas perspectivas desde donde hoy se miran y construyen artísticamente las expresiones sobre el  cuerpo y la mente del varón, desplazando los límites de su representación histórico-protagónica. 

 

Un cierto recorrido dentro del contexto latinoamericano en busca de artistas que, hoy mismo, enfocan la visualización de las complejidades, los conflictos y las interioridades de estos comportamientos contrahegemónicos masculinos, nos puede llevar a la obra de la venezolana Argelia Bravo como un buen ejemplo de activismo y compromiso total desde el arte con estas ideas.

 

Argelia considera las distinciones de género como arbitrarias, y en su labor de investigación en la comunidad transgénero de Caracas descubre cómo sobre estas demarcaciones de feminidad y masculinidad se erige un mundo de alta discriminación y cruda violencia.

 

Obras suyas, como “Rosado Bravo” y “My identitycard o Toronto con chispitas de maní”, dan fe de un riguroso trabajo interdisciplinar que no solo cuestiona la historia y las fronteras en los terrenos de la sociología que determina a esta comunidad sino que también pone en juego las demarcaciones dentro del propio arte.

 

“Rosado Bravo” parte de ser una apropiación deconstructora y cuestionadora de la serie Antropometrías, de Yves Klein,  que en el desmontaje y remontaje de sus presupuestos coloca en crisis su discurso tanto en el uso del color como en las formas de participación del performer humano. Argelia cambia el azul Klein por el rosa Bravo y, en lugar de utilizar cuerpos de hembras como pinceles que ruedan sobre telas, crea, en comunión con transexuales y transgéneros, una  acción litúrgica que deja entre las huellas estampadas sobre el lienzo una evidente demostración de respeto a sus identificaciones y resoluciones sexuales.

 

Con la pieza “My identitycard o Toronto con chispitas de maní”, Argelia Bravo se apropia  “de las técnicas de identificación dactiloscópicas para localizar los signos de la violencia física y simbólica que el ‘cuerpo social’ ha infligido sobre la anatomía de Yhajaira, una transgénero caraqueña que carga en su piel y en sus huesos la impronta del desdén y del maltrato.” Según se expresa en el blog En la punta del ojo (http://enlapuntadelojo.blogspot.com): “…la artista ha construido un exhaustivo archivo de ‘huellas’ y ‘detalles’ de cicatrices producidas por golpes, balazos, quemaduras y planazos, generando una verdadera cartografía forense... las cicatrices que ostenta Yhajaira en sus manos, hombros, senos, antebrazos y piernas, han sido registradas y debidamente clasificadas. Entonces, lo que se expone a la vista en estas imágenes son las marcas ominosas del rechazo y la intolerancia. En tal caso, la obra no es más que un pretexto para que el espectador ?lupa en mano cual inspector policial? explore las evidencias del caso, acaso uno más entre decenas de situaciones donde el cuerpo de la víctima es el lugar de expiación de una culpa colectiva”.

 

El resultado expositivo de esta labor conceptual, activista  y visual, de Argelia Bravo, alcanza un nivel de sugestión y espanto tan contundente entre lo realista y lo simbólico que lo convierte en una de las obras más inevitables en la memoria de quien subscribe este texto.

 

Otro artista ineludible en este esbozado recorrido es Juan Pablo Echeverri, por su obsesiva manera de abordar las paradojas de lo masculino. Adicto confeso al autorretrato, este joven colombiano decidió utilizar su propia biografía e identidad diaria como sustratos para levantar, desde una estética kitsch ?que define como culto gay? todo un monumento paródico a los estereotipos globalizados de la imagen, plenos de intencionalidades referenciales hacia las definiciones de género.

 

Su propio cuerpo de varón devino el canon sobre el cual Echeverri constantemente se rediseña y fotografía a sí mismo para ser, a su vez, un otro, incitando con este accionar a las posibles identidades que su imaginario cultural consiente descargar sobre sí. Nueve personalidades se reconstruyó para las series SUPERSONAS y mascuLADY, 25 en boYOs, 60 variantes en Peloquitas, 108 imágenes en Mucho Macho y más de mil retratos en Miss Fotojapón. Todo un proceso de manejo en los predios del transformismo y la diversidad, como creyendo y dudando al mismo tiempo en ellos y sus potenciales discursos.

 

La obra de Echeverri manipula naturalidad y cinismo con gracia y aspereza, buscando colocarse en un espectro de percepción y recepción que juegue a penetrar y cuestionar el sentir del espectador, y colársele por la mínima brecha hasta hacerlo coquetear con esas identidades análogas y contrarias, ganando espacios para la convivencia de todos sus hombresymujeres posibles.

 

Otro artista que toma su cuerpo y su vida como materiales permanentes de trabajo para sus creaciones artísticas es Carlos Martiel, quien con su franca y consecuente dedicación a la performance ya anda caminado medio mundo. Martiel comenzó a solidificar muy rápido sus acciones al encontrar un tono poético justo y profundo para las extravasaciones de sus conflictos vinculados con su condición de varón, cubano, negro y homosexual, consiguiendo acciones bien radicales que siguen la mejor tradición de importantes performers universales como su ídolo Regina José Galindo.

 

Mares es uno de los proyectos más recientes de Carlos Martiel y fue realizado de conjunto con el chileno Gustavo Solar, otro dedicado artista de la performance con quien Martiel estableció un íntimo vínculo de trabajo y relaciones personales. A dúo total, estos jóvenes hacedores del arte contemporáneo latinoamericano, decidieron desafiar barreras hegemónicas respecto a los confines del posicionamiento y la extroversión públicamente correctos entre dos cuerpos y almas masculinas a partir de demostraciones como “Umbral”, “Fractura” e “Inmanencia”, resultados de una investigación que sondeó el devenir de dos cuerpos, sus territorios y la problemática de crear una obra conjunta desde lo biográfico.

 

Mientras “Umbral”, “impregnada de la indefinición del ‘lugar propio’ y las proyecciones de lo entendido como ‘íntimo’, transcurría dentro de una sala vacía donde sus dos cuerpos desnudos  en una pugna de fuerzas presionaban en dirección contraria sobre una puerta sacada de su umbral y que los separaba; ‘Fractura’ se realizó en dos espacios céntricos de la ciudad de Quito, donde arrendaron dos puestos de lustra botas, con el objetivo de desplazar la función real de este y (re)instalar un espacio de complicidad en el que ambos artistas se lamían los pies, intencionadamente acercándose y  distanciándose del referente ‘para develar dónde confluyen  los poderes que dinamizan la urbe’. En una plaza pública también transcurrió ‘Inmanencia’, acción que consistía en que un artista levantara públicamente el peso muerto del otro desde su centro, creando una imagen estática que concluye con el agotamiento de esta construcción que asumieron como imagen elaborada de la ‘síntesis corporal de un estado primitivo y social, de la relación de a dos’”.

 

Estas y otras obras integradas en el proyecto Mares, a lo cual puede sumarse todo un proceso de subida a Facebook de imágenes fotográficas y textuales nacidas durante el transcurso de este periodo de creación y vida, se constituyen en una desafiante acción a favor de la emancipación del sentir y el hacer pleno entre los hombres desprejuiciados de clasificaciones económicas, raciales y de género.

 

Para cerrar este bosquejo, acudo a la actual obra del fotógrafo cubano Ricardo Rodríguez Gómez, quien después de trabajar como asistente y modelo de Eduardo Hernández (reconocido artista cubano en temáticas homoeróticas y reconstrucciones simbólicas del cuerpo desnudo masculino), y luego de varios años captando de manera muy singular y sugerente los cuerpos danzantes de bailarines contemporáneos (especial trabajo realizado con Danza del Alma, agrupación conformada solo por bailarines y dedicada en su repertorio a las temáticas sobre la masculinidad), ha estado inmerso en la elaboración del ensayo en progreso Tras la cita, una serie que también apela al retrato y la introspección biográfica, pero esta vez del cuerpo y la sicología de seres humanos varones que han tenido una cita sexual con similares.

 

Tras la Cita  es un manifiesto sensible de inconformidad contra el silencio que presupone asuma la sexualidad entre hombres dentro de la estratificación y estructuración social y cultural establecida por toda la historia heteronormativa. La serie sondea una diversidad de individuos, identidades y contextos donde explora esos instantes posteriores a la consumación de un placer que puede devenir para muchos en inquietud, zozobra, quizás hasta dolor. El trabajo fotográfico implica una confabulación emotiva con los individuos y el espacio hasta lograr esos fotogramas de atmósfera en los que incluso el aliento o el suspiro parecen estar incorporados a la imagen. Los varones de Tras la Cita se hallan tan, o mucho más, desnudos en sus miradas que en sus cuerpos porque, incluso allí, se podrían definir mejor sus rasgos de identidad; mirarlos contrahegemónicamente también conlleva un acto de libertad que no intercepte o enjuicie definiciones de género o limitaciones de masculinidad.