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Choco, cará
03November

Choco, cará

Por Jorge Fernández Era

No por esperada deja de ser noticia. No porque hacía rato debía ser noticia merece estar en cada periódico, revista o nota de prensa: Choco, menos conocido por Eduardo Roca Salazar, acaba de ser proclamado Premio Nacional de Artes Plásticas 2017, el máximo lauro que cada año otorga el Ministerio de Cultura de la República de Cuba en las artes visuales.

El pintor y grabador nació en Santiago de Cuba el 13 de octubre de 1949. Realizó estudios en la Escuela Nacional de Arte, además de graduarse de Licenciado en Historia del Arte en la Universidad de La Habana. Ha dejado su impronta en la formación profesional de jóvenes generaciones en la Academia San Alejandro y en la propia ENA, además de impartir cursos en instituciones de su país y del resto del mundo.

Importantes galerías de decenas de países ―Estados Unidos, México, España, Italia, Suecia, Japón, Francia…― han exhibido sus obras, y son muchos los reconocimientos obtenidos por Choco en su vasta carrera, entre ellos el Gran Premio de la IV Trienal Internacional de Grabado de Kochy 1999, en Japón. Fue el primer extranjero que lo ganaba en la historia del notorio galardón.

La revista Arte por Excelencias, cual presagio de lo que vendría después, publicó en su edición de marzo/abril del presente año un trabajo de Omar González titulado «Choco: desde la bondad, el arte». El también poeta ―porque Choco lo es, de eso no le quepa la menor duda― nos decía en aquellas páginas: «A pesar del bullicio, medita. Siempre medita. Quienes lo juzgan a primera vista, se equivocan. Su vida es un viaje permanente a la semilla, y a su patria (…). Colmada la sed, Choco es el rostro en gratitud, y su obra, parte esencial de la fuente. Allá los que no lo ven, los que, de tanto querer olvidarlo, nos lo recuerdan siempre».

Quien esto escribe sí que lo recuerda en el ya lejano año 1982 en el llamado Paso de los Vientos de la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría (Cujae). Él y otros artistas de la plástica realizaron allí en varias jornadas de trabajo las obras que formaron parte del malogrado proyecto Arte en la Carretera, que por algunos años alegró el paisaje agreste de la Autopista Nacional. Con Choco podías conversar en aquellos días de cualquier cosa o simplemente saludarlo, que él tenía tiempo para saciar la curiosidad de los jóvenes aprendices de ingenieros.

Además de formar parte del colectivo de una revista que en más de una ocasión ha apostado por él, me cabe el orgullo este año de editar, para el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, un libro cuya cubierta está ilustrada por una obra suya (Rogación II, 2014). Su título: Identidad, cultura y juventud, tres valores inherentes a Choco.

Y no sigo hablando de casualidades, que este año no la hubo por parte del jurado que votó por su obra, por su vida. Mucho menos volveré a mencionar la palabra orgullo cuando en este 2017 se le dado un premio a la humildad.