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Inocencia: una gran historia dentro de muchas otras
15December
Festival de cine de La Habana

Inocencia: una gran historia dentro de muchas otras

Si algo sorprende dentro de la película Inocencia, de Alejandro Gil, que compite en esta edición 40 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano como largometraje de ficción, es precisamente el guion, con esa forma de desarrollar la historia donde, a pesar de todos saben el final, se relata la óptica de Fermín Valdés Domínguez, compañero de celda, en un montaje que sucede a la par de la vida de los ocho estudiantes de medicina. Todo esto se desarrolla en dos cronologías distintas, lo cual es además una forma de generar dos suspensos que hacen del guion una obra formidable.

Sobre estos detalles, su autor Amílcar Salatti nos explica:

¿Cómo fue el proceso de construcción del guion?

Es una película por encargo, Alejandro vino y me pidió hacerlo, me dio parte de su investigación para el documental que había realizado sobre este hecho, me trajo el libro A cien años del 71. El fusilamiento de los estudiantes, de Luis Felipe Le Roy Galvez, ahí fue donde supe que Fermín Valdés Domínguez formaba parte de este grupo de estudiantes de medicina, porque desgraciadamente la historia no se estudia bien.

Aunque tenía la desventaja de que al menos en el territorio nacional se sabe el final, tenía al mismo tiempo a mi favor que no se saben muchas cosas. Aproveché ese conocimiento para jugar con la figura de Fermín y la historia de estos muchachos, y realmente la estructura apareció desde el principio, pues me interesaba el suspenso de cómo era que se habían encontrado los cuerpos, etcétera.

Así que el público cuando ve la historia se asombra, y eso es parte de la ventaja que uno tiene como guionista a la hora de hacer la película.

¿Cuánto de ficción hay en los personajes?

En este libro de Le Roy, que creo que es la investigación más grande que hay sobre el hecho, había muchos elementos que me permitían trabajar los personajes. De Anacleto, sabía que tenía una novia y lo exploté, la última carta de despedida es a Lola; de Ángel Laborde tenía como antecedentes ser un muchacho indisciplinado y mala cabeza y lo utilicé.

Hay mucho de real en los sucesos, sobre todo en el 71, pero ya lo que pasaba dentro de la cárcel: las conversaciones, las relaciones entre ellos, están ficcionadas porque no hay elementos para saber eso históricamente.

¿Es sencillo para un guionista hacer que el público joven se acerque a este tipo de filmes históricos?

Desde que Alejandro habló conmigo tenía muy claro que el objetivo era comunicar a los jóvenes, yo intenté que esto sucediera desde la lectura de los diálogos, para que estas figuras ―a pesar de tener más de un siglo de existencia― no lucieran encartonadas.

Hoy en día tenemos una avalancha de pseudocultura, de series y películas de todo tipo, que llegar a los jóvenes cuesta trabajo. Por eso es difícil que con un producto cultural de dos horas logres tenerlos sentados en el cine y mantenerlos interesados en un tema histórico.

Pero creo que ha funcionado, veo que ríen con lo que hacen los muchachos y eso es señal de que comunica con los jóvenes. Este guion es un intento por acercarlos a la historia de Cuba, de la cual, por miles de razones, han desconectado.

¿Qué proyectos futuros tienes?

Estoy empujando un par de proyectos como A.M-P.M que está en concurso en el festival en la categoría de guion inédito, además de un par de novelas de televisión que estoy terminando.

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