FAGIA

BARCELONA: Galeria Sicart expone por primera vez en España, y hasta el 20 del presente mes, la muestra Fagia, obras de la artista boliviana Alejandra Alarcón (Cochabamba, 1976).

La selección incluye acuarelas y vídeos imágenes de la serie Caperucita la más roja, El olor del clan y Cindirella Ending. Una propuesta, donde la autora recicla cuentos infantiles relativizando los roles de víctima y victimario. Reinterpreta y pone en duda, desvela y desenmascara, los valores morales que estas historias tratan de impugnar como verdades universales.

Acerca de su obra, ha expresado la artista: “El tema de la identidad femenina-masculina, ha sido un tema recurrente en toda mi producción. No solamente me interesan las relaciones que se dan entre ambos sexos, sino también la identidad femenina en lo corporal, el género, la relación con lo materno, la pareja, la sexualidad, la familia, el estigma de pertenencia, lo animal, lo humano, lo femenino ctónico, lo dionisíaco, lo apolíneo, el clan. El trabajo que realicé los dos últimos años toca estos temas desde una iconografía precisa, la de los cuentos infantiles, como la Caperucita Roja, Barba Azul, Cenicienta, La princesa y el sapo, Blanca Nieves y Rapunzel”.

Las diferentes series exploran en variadas direcciones la posibilidad de encontrarnos con los deseos reprimidos de las niñas-mujeres, con el poder que soterradamente se va mostrando al invertir, distorsionar, mezclar, yuxtaponer y recomponer la imagen femenina que es planteada en los cuentos y emulada en lo cotidiano inadvertidamente.

Esta serie de trabajos nos pone frente a la reelaboración no sólo del cuento, y del mito subyacente en el cuento, sino que nos cuenta su propia versión del imaginario perverso y prohibido, que ya contiene en germen esta narración, que deja de ser infantil e ingenua, para convertirse en algo ambiguo, perverso, seductor, jocoso, y no por eso menos inquietante.

El título (Fagia), alude a la acción de devorar para adquirir el poder del devorado, relación de amor-destrucción en la que el deseo de unirse se convierte en la destrucción de una de las partes, y que finalmente puede devenir también un acto creador.