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DIEGO RIVERA EN EL RECUERDO
18November

DIEGO RIVERA EN EL RECUERDO

Una de las posibles cronologías del pintor y muralista Diego Rivera es la de los amores que encadenó en vida.

Otra, con muchos nombres en común, la de sus rupturas y conflictos: el distanciamiento de Picasso en la década de 1910, al que acusa de copiarle un cuadro; las legendarias peleas e infidelidades con Frida Kahlo; el desplante de Nelson Rockefeller, que lo despide porque retrató a Lenin en el mural que le había encargado para la sede de su imperio financiero; sus diferencias con León Trotsky, el héroe de su amada Revolución, al que antes había hospedado en su casa.

Guadalupe Rivera Marín, desde hace seis años, dirige la Fundación Diego Rivera. Es autora, entre otros libros, de Un río, dos Riveras (1987) y Diego el Rojo (1997). Nació en 1924, fue la primera de las dos hijas que Diego Rivera tuvo con Guadalupe Marín. La leyenda familiar cuenta que su madre, una mujer de una belleza extraordinaria a la que llamaban la Pina Menichelli mexicana, viajó de Guadalajara a la Ciudad de México para conocer a ese tal Rivera y casarse con él. Consiguió, a través de una amiga que militaba en el Partido Comunista, visitar el estudio del artista. Y no hizo falta mucho para que Rivera se enamorara. Además, fue su modelo. "El mejor retrato que mi padre pintó en su vida, lo llamaba su obra maestra, fue un retrato de ella", recuerda Guadalupe.

De niña, ella también posó para su padre. Tenía dos años y medio cuando la pintó con una naranja. Sin embargo, el principal recuerdo de la infancia junto a Rivera fueron los viajes en una camioneta destartalada.

Andábamos por todo el país con un chofer al que mi padre llamaba General Trastorno, que había sido revolucionario. Nos divertíamos, comíamos comida típica, mi papá nos enseñaba las canciones típicas y los corridos.

¿Cómo lo recuerda como pintor?
Él era muy disciplinado, llegaba al estudio a las nueve de la mañana y se iba a las seis de la noche, cuando se iba la luz natural. Algunas veces lo vi usar un foco de luz azul, pero casi no pintaba de noche. Por la noche se dedicaba a la política, iba al cine, a conciertos.

Guadalupe tenía cinco años cuando Rivera se casó con Frida Kahlo y comenzó el período más novelesco de su vida. Mientras vivían en la Casa Azul (de 1929 a 1954 aproximadamente) pasaron por allí figuras como André Breton, el cineasta Eisenstein, Rockefeller, Ford o María Félix. Hace poco descubrieron allí un archivo oculto en lo que había sido el baño. Yo no lo conozco porque no voy a la Casa Azul.

¿Por qué no va?
Por diferentes razones... me da mucha tristeza.

¿Usted vivió allí?
Sí, más de un año. Yo estaba en la Facultad de Derecho. Conocí gentes magníficas ahí, pero lo vivía como una cosa normal, hasta me molestaba. Un día le dije que me iba a cambiar de apellido porque ya me chocaba ser siempre la hija de Diego Rivera.

En su libro Las fiestas de Frida y Diego retrata a una Kahlo alegre. ¿Cómo encaja eso con una obra que hace tanto hincapié en el dolor?
¡Es que ella era totalmente diferente de lo que dicen ahora que era! En primer lugar, era una mujer muy hombruna, tenía desplantes masculinos, era tremendamente malhablada, le encantaban los albures y salir a Garibaldi para divertirse en la plaza con los mariachis. Era una mujer llena de vida, aunque se fue degenerando. Yo creo que era una psicopatía la que tenía y se manifestaba en querer que la operaran constantemente. Cuando sentía que mi padre la iba a dejar decía: "necesito que me operen". El pie, por ejemplo, se lo operaron no sé cuántas veces innecesariamente. Lo de la columna, pues sí, hubo razón para que tuviera ese corsé con varillas de hierro, pero mucho era su propia sicosis.

¿Trabajaban juntos ellos dos?
Sí, claro, mi padre incluso le terminaba los cuadros porque ella era muy perezosa. Cuando ella necesitaba dinero él se los terminaba para que pudiera venderlos. Ella se lo pedía: "Dieguito, por favor, mira que no puedo terminar tal cuadro". Yo lo vi.

¿Le molesta que el recuerdo de Rivera venga tantas veces de la mano de su relación con ella?
Me ha molestado mucho, como usted comprende, de un día para otro lo borraron de una pincelada. A mí la obra de Frida no me gusta nada salvo tres o cuatro cuadros. Considero que es mala pintora y mucha gente opina lo mismo.

¿Rivera dejó herederos artísticos?
Hubo pocos, esa ruptura sucedió en 1964, cuando los autodenominados revisionistas comienzan la crítica del arte mural. Además, nunca tuvo alumnos.

¿Cuál es el recuerdo más fuerte que guarda de él?
Lo que recuerdo mucho es ya al final, cuando estaba enfermo y yo me acerqué más a él. Lo vi ir decayendo y terminar decepcionado de la vida. Tenía una vida muy desesperada, se sentía muy mal, pero siguió pintando hasta el final.

Fuente: Revista Ñ, Clarín, Argentina