Niemeyer: una despedida

El arquitecto Oscar Niemeyer falleció el pasado miércoles a los 104 años en el hospital Samaritano de Río de Janeiro. Para sus compatriotas, Niemeyer era un hombre de Estado, un genio que puso al país en el mapa de la élite arquitectónica mundial. Por ello le rindieron los honores reservados a los presidentes.

Río de Janeiro, ciudad que lo vio nacer y morir, fue uno de sus centros de inspiración: sus bahías y cerros le movieron a la concepción de un lenguaje muy personal, que rompía con el de su generación y el de las venideras. Niemeyer es el último superviviente de los grandes maestros del siglo XX, selecto club integrado por nombres como Le Corbusier, Mies van der Rohe o Frank Lloyd Wright.

Al confirmarse la noticia de su deceso cientos de comentarios inundaron la prensa. “Brasil ha perdido a uno de sus genios. Hoy es día de llorar su muerte. Es día de celebrar su vida”, proclamó la presidenta, Dilma Rousseff. “Niemeyer tuvo una vida muy bonita. Fue uno de los mayores artistas de su tiempo y un hombre mayor que su propio arte”, declaró el compositor y escritor Chico Buarque de Hollanda. Otra figura fundamental de la música brasileña, Caetano Veloso, añadió: “Sus curvas enseñaron algo muy nuestro al resto del mundo”. Mientras, el poeta Ferreira Gullar, con quien Niemeyer mantenía una estrecha amistad, definió mejor que nadie la quintaesencia del laureado arquitecto: “El lema de la arquitectura era que la forma está subordinada a la función. La preocupación fundamental tenía que ser la funcionalidad, y la belleza quedaba en un segundo plano. Oscar unió los dos elementos, funcionalidad y belleza, porque, decía, la belleza también cumple una función”.

Niemeyer nos deja un inmenso legado en diversos países: el complejo de la ONU en Nueva York, en cuyo proyecto colaboró, la casa matriz de la editorial Mondadori en Milán, el complejo arquitectónico de Brasilia, entre otros.

Fuente: Diario El País http://cultura.elpais.com/cultura/2012/12/06/actualidad/1354753630_397205.html