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Lizette Abraham viaja a Art Basel
19November

Lizette Abraham viaja a Art Basel

Por: Alberto Arceo Escalante

 

Lizette Abraham ha sido seleccionada para formar parte de vigesimotercera edición de la Art Basel Miami Beach, probablemente la feria de arte más importante del continente al momento. Ha sido invitada para integrar la propuesta de “Espectrum Miami” este año, junto con la mexicana Laura Villarreal y otros artistas latinoamericanos.

 

La obra seleccionada para presentarse en Miami está conformada por cuatro fotografías de la serie “Cómplices”, producida en 2012, más el respectivo libro impreso con su obra más importante.

 

Lizette integra una generación de creadores de nuestra región que están construyendo un cuerpo sólido de proyectos artísticos y que apalabran probar con fortuna los alcances de su obra en circuitos mucho más exigentes.

 

Las fotografías que integran la serie “Cómplices” (2012) de Lizette Abraham estallan en los ojos de los mexicanos. Sus referentes visuales cobran sentido rápidamente en un contexto dispuesto; una lectura política es ineludible. El descontento social ha permeado eventos de toda índole, espacios públicos, plataformas de comunicación, organismos nacionales e internacionales, las pláticas en los cafés, las cenas familiares; el disgusto ha inundado la esfera pública. Sólo se necesita el asomo de una señal, una imagen en este caso, para intuir la inconformidad, el desconcierto, la indignación, la condena o el cuestionamiento. Y aunque la serie se realizó hace dos años, su pertinencia y vigencia es absoluta; padecemos desde mucho tiempo atrás del mismo invariable sistema de criminalidad. Aún más inquietante es que la obra de Lizette no dirige sus interrogantes solamente a las estructuras visibles del poder, sino también increpa a aquéllos que forman las comparsas sociales de la negación o comparten en silencio el escenario funesto de la violencia, es decir, a nosotros mismos.

 

Las imágenes que construye Lizette Abraham para la serie “Cómplices” son una puesta en escena sin mucho espacio para la improvisación. Sus dramáticos personajes aparecen en posturas histriónicas como fantasmas solemnes, cuerpos ansiosos o cadáveres apilados. El armado escénico, entre construcción física y manipulación digital, revela propensión al horror vacuo y al manejo calculado de la luz. Un trágico silencio colma los ambientes arquitectónicos imaginados por la creadora yucateca; sus paredes recubiertas y los planos superpuestos advierten otro componente más de su lenguaje barroco: el montaje escenográfico. En realidad Lizette Abraham no es ajena a los temas que involucran cuerpo, espacio y acción; también ha desarrollado diversos proyectos en el campo del performance. Precisamente, la teatralidad premeditada de sus fotos le vale para producir ecos en otras esferas de la vida pública donde los eventos y sus públicos van del encubrimiento sofisticado a la simulación sosa. No es un secreto para nadie que lo que sucede en escenarios políticos son puestas en escena, que los programas informativos en la televisión son melodramas ensayados y que cuando una pregunta incómoda nos confronta en un contexto incontrolable hemos actuado siguiendo el guión de la conveniencia. La teatralidad es una forma frecuente de legitimación política y social en nuestro país; evidenciar sus mecanismos y cuestionarla es desactivarla.

 

La violencia expuesta en los medios de información a lo largo de los años ha generado un código visual del México contemporáneo abatido por el narco y la protesta. Reconocemos imágenes recurrentes que ilustran historias cotidianas: el colgado, el cadáver torturado, el consignado, el descuartizado, la marcha, los granaderos. En ese entramado de representaciones visuales identificamos también a los tapados, los que han sido negados o se niegan a revelar nombre y rostro y que, en las fotografías de Lizette, conforman el elenco que protagoniza a los cómplices.

 

El tapado

 

Esta figura del tapado, a veces un cadáver cubierto por una manta, otras un manifestante enmascarado, nos es común en México. Si bien por un lado impersonaliza el dolor, desestima la humanidad, por otro nos despoja al anonimato, nos adentra en el acto dionisiaco de no ser nosotros mismos, nos otorga el poder de representar lo simbólico. La máscara en el contexto masivo revela mucho más de lo que oculta. En su acepción social y política el Subcomandante Marcos ha probado su poderosa fuerza de convocatoria y de comunicación. En la fotografía “Mientras leen” (2012) montones de cuerpos, como cadáveres en una fosa, articulan el piso al tiempo que tres personajes en la parte superior escenifican un acto cínico y mudamente festivo. Los tapados actúan como componentes que activan el contenido crítico, ocultar su identidad los convierte en símbolo de la hipocresía, de la banalidad, de la deshumanización.

 

La fotógrafa yucateca nos confronta con nosotros mismos, ¿alguna vez hemos sido estos personajes que actúan como si nada? ¿Hemos sido como los personajes silenciosos en los teatros de la vida diaria, aparentes, quiméricos y cómplices?

 

Todos alguna vez hemos seguido el guión.

 

Fuente: El Diario de Yucatán