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La Bienal de La Habana desde el riesgo y la experiencia
18June

La Bienal de La Habana desde el riesgo y la experiencia

Por: Diana Ferreiro

 

De la 12 Bienal de La Habana hemos escrito muchas cosas. Hemos escrito, por ejemplo, que casi mil artistas revolucionaron espacios públicos y galerías, que el público interactuó con el arte contemporáneo y que el evento estuvo enfocado al trabajo con las comunidades. Hemos descrito —aunque no cuanto de­be­ríamos— la sensación que nos recorre la espalda al sumergirnos en las telas abstractas o figurativas, el vacío o el miedo que nos crece ante un fugaz performance, quizá lo más im­portante cuando transcurre un mes con tanto arte contemporáneo inundando las plazas y las avenidas.

 

A solo unos días de culminar la 12 Bienal, Granma conversó con su director Jorge Fer­nández, en busca de sus impresiones sobre el desarrollo del evento en la capital.

 

“Esta era una Bienal de riesgos, fiel al enunciado de Entre la idea y la experiencia, que la define muy bien, porque una cosa es la idea que tú tienes y otra es la experiencia real de cómo funciona, y para los artistas a nivel individual sucede lo mismo. Ha sido una aventura compleja, muchas obras tuvieron que re­con­textualizarse y otras fueron hechas específicamente para el contexto.

 

“Cuando hablábamos del desplazamiento del objeto a los contextos, implicaba también un tipo de obra que no genera una visibilidad objetual, pero que tiene un planteamiento he­donista en su concepción, con mucho trabajo de campo, de involucrarse en las comunidades, de pequeños gestos, pequeñas acciones. Y de eso tuvimos bastante en la Bienal”, dijo.

 

Jorge Fernández asegura que eso ha sido lo mejor de la Bienal. Contar con proyectos de esa naturaleza, que desde el arte performático también, respondieron y no traicionaron el sen­tido inicial que se propuso el equipo curatorial: “trabajar con determinadas comunidades, tan­to barriales como científicas, universitarias, ar­tísticas. Fue una Bienal expandida, polisémica, que defendió mucho ese sentido de la horizontalidad, que no solo se quedó en los grandes públicos, sino que también llegó a esos públicos específicos que tienen que ver con determinados lugares”, afirmó.

 

 

Delicatessen, de Roberto Fabelo en el proyecto Detrás del muro, uno de los más visitados por el público. Foto: Yander Zamora

 

Como ejemplo, el también director del Cen­tro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam men­­ciona la obra de varios artistas invitados a la Bienal. Entre ellos, el proyecto de la artista peruana Verónica Wiese en el asilo de ancianos ­Nueva vida, el trabajo con los residentes, sus opiniones, su mundo personal, su relación con la vida, con la muerte, con la cotidianidad. Y donde se habilitaron espacios de exhibición dentro del asilo.

 

“Aquí en la Habana Vieja tuvimos a una artista mexicana, Sandra Calvo, que hizo un levantamiento superamplio de varios solares del municipio, su historia, la vida de su gente, la relación de ellos con el hábitat, con el espacio. Ellos le donaron objetos, planos arquitectónicos... Sandra reconstruyó con cartón los espacios de cada uno de esos solares, fue creando fragmentos de cómo la gente va interviniendo, haciendo ampliaciones, y también de los derrumbes, las pérdidas… Esas transformaciones que hace el hombre o la mujer en el espacio son muy interesantes y tienen que ver con condiciones de época”, explicó.

 

Destacó, además, las obras que se exhiben en el propio Wifredo Lam (obras de Dr. Lakra, Lázaro Saavedra, Gregor Schneider, entre otros), el Centro de Desarrollo de las Artes Vi­suales, la expo de Luis Camnitzer (Ejercicios), en Casa de las Américas, y el proyecto colectivo Entre, Dentro, Afuera, del Pabellón Cuba, que ha sido “un lugar vivo constantemente, ha habido conferencias, performances, el concurso Lo llevamos rizo, de Susana Pilar De­lahante, los DesConcierto de Adonis Ferro, el proyecto de la bolsa de Levis Orta…”.

 

El museo orgánico de Romerillo fue uno de los proyectos colectivos de la Bienal. Foto: Yander Zamora

Además —agregó—, el trabajo de Francisca Benítez con la comunidad de sordomudos, en aras de potenciar su lenguaje con la poesía como instrumento, así como los diferentes fe­nómenos de la tecnología vinculados al arte contemporáneo presentes en diversas obras o la discusión sobre economía de mercado de Tino Segal, uno de los artistas de culto en la actualidad.

 

Y Casablanca —dice Jorge Fernández—, que ha sido uno de los pilares fundamentales de la 12 Bienal. “Era un barrio olvidado, prácticamente nadie lo atendía, y creo que se ha creado un movimiento allí de activar la sala de video, la casa de cultura que estaba cerrada, y hemos recuperado algunos espacios”.

 

“Pusimos allí una obra de Alfonso+Craciun que es un estudio también con la comunidad, con sus intereses, y a la gente realmente le ha gustado mucho; tuvimos a Daniel Buren interviniendo la Estación de Hersey, o las 80 sillas para contemplar la espera, de Guisela Munita,  para contemplar  tal vez qué va a pasar con el pueblo y otras interrogantes”.

 

Además, la 12 Bienal de La Habana contó con una muestra colateral que incluyó más de cien intervenciones en toda la ciudad y cerca de 50 open studios, modalidad que permitió a los artistas compartir su espacio de creación, escapando tal vez a una curaduría estricta, y a la audiencia ser partícipe de ese arte. So­bre­salieron, por supuesto, las exposiciones Detrás del muro, que se adueñó del malecón habanero, y Zona Franca, que ubicada en La Cabaña es la mayor muestra de arte cubano contemporáneo jamás realizada.

 

Aunque algunos pudieran estar pensando ya en la decimotercera edición del evento que convoca a las artes visuales en esta capital, y otros aún se lamentan no haber podido ser cómplices de todo lo que aconteció en este mes, Jorge Fernández asegura que cada Bie­nal, como proyecto artístico, deja una interrogante para la próxima, pero que todavía no se piensa en la 13 Bienal. Esperemos al menos que regrese, justamente, en dos años.

 

Fuente: Granma