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El Museo Guggenheimi Bilbao inaugurará Francis Bacon: de Picasso a Velázquez
30July
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El Museo Guggenheimi Bilbao inaugurará Francis Bacon: de Picasso a Velázquez

El Museo Guggenheim Bilbao presenta Francis Bacon: de Picasso a Velázquez, una exposición de cerca de 80 obras que incluye algunas de las pinturas más relevantes y menos exhibidas del artista británico nacido en Irlanda, junto con la obra de maestros clásicos de las culturas francesa y española que tuvieron gran ascendente en su carrera. Transgresor con su vida y con su obra, Bacon cruzó algunas fronteras hasta entonces difíciles de vulnerar, situando al ser humano ante un espejo en el que pudiera contemplarse de forma cruda y violenta.

 

Francis Bacon era un ferviente francófilo. Ávido consumidor de literatura francesa de autores como Racine, Balzac, Baudelaire y Proust y apasionado del arte de Picasso y Van Gogh, afincados en Francia, y de pintores que les precedieron como Degas, Manet, Gauguin, Seurat y Matisse, Bacon vivió y visitó en numerosas ocasiones Francia y el principado de Mónaco. Siendo un adolescente, descubrió cerca de Chantilly la Masacre de los inocentes (1628-1629) de Nicolas Poussin y en 1927 tuvo un encuentro revelador con la obra de Picasso, cuando visitó la exposición Cent dessins par Picasso en la galería Paul Rosenberg de París, que de hecho le llevó a la decisión de iniciar su carrera como pintor. En 1946 dejó Londres por Mónaco, donde viviría tres años cruciales en su carrera y donde regresaría regularmente hasta 1990. Bacon siempre consideró su retrospectiva de 1971 en el museo Gran Palais de París como la cúspide de su carrera, a pesar de coincidir con uno de los momentos más trágicos de su vida, la muerte de quien fue su pareja, y de haber tenido importantes retrospectivas en Londres y otras ciudades. Además, a lo largo de su carrera Francis Bacon fue intensificando sus relaciones en la capital francesa, como atestiguan los retratos de sus amigos parisinos y el hecho de que mantuviera un estudio en Le Marais hasta 1985.

 

En cuanto a la influencia de la cultura española en Bacon, más allá del primer contacto con la obra del Picasso de los años 20 y 30, tuvo su máxima evidencia en su obsesión por el retrato que Velázquez pintó en 1650 del Papa Inocencio X, en torno al cual llegó a realizar más de cincuenta obras. Curiosamente, Francis Bacon nunca vio este lienzo de Velázquez que se encuentra en la Galería Doria Pamphilj de Roma, ya que cuando tuvo la posibilidad de hacerlo durante su visita a la capital italiana en 1954, prefirió seguir manteniendo en su memoria las reproducciones en vez del cuadro original. Además de Velázquez, también le fascinaron otros clásicos de la pintura española como Zurbarán, El Greco o Goya, artista este último al que admiró ampliamente en el Museo del Prado, un museo que pidió visitar en solitario pocos años antes de su muerte, tras ver la muestra retrospectiva organizada en 1990 sobre la obra de Velázquez. Francis Bacon falleció en una breve visita a Madrid en 1992, y a pesar de que nunca mantuvo una residencia estable en España, sí se le conocen algunas estancias largas en Málaga y visitas a Sevilla, Utrera o Madrid.

 

 

RECORRIDO POR LA EXPOSICIÓN

 

Sala 205. Picasso: la puerta al arte

 

“Picasso abrió la puerta a todos esos sistemas nuevos. Yo he tratado de poner mi pie en esa puerta abierta, para que no se cerrara. Picasso pertenece a ese linaje de genios del que forman parte Rembrandt, Miguel Ángel, Van Gogh y, sobre todo, Velázquez”. Francis Bacon.

 

Proveniente de una acomodada familia británica afincada en la Irlanda rural y turbulenta de principios del siglo XX, Francis Bacon se enfrenta, con tan solo diecisiete años, a la obra de Pablo Picasso en la galería Paul Rosenberg de París. Este hecho, como el propio Bacon reconocía, marcó el comienzo de su dedicación al arte y queda patente en algunos de sus primeros trabajos como Composición (Figura) (1933), que hace clara referencia a la obra de los años veinte del artista malagueño, y en especial Las casetas, serie en la que aparecen unas bañistas deformes sosteniendo una llave, un objeto que interesó a Picasso y sedujo también a Bacon.

 

Partiendo de un absoluto desconocimiento de la técnica pictórica, Bacon se adentra en el mundo del arte y asimila con celeridad lo que otros creadores cercanos a él, como Roy de Maistre, podían aportarle. Los escasos lienzos de esta época que han sobrevivido —la mayoría no satisficieron a Bacon, quien los destruyó— demuestran la temprana influencia del Cubismo Analítico y Sintético, y del Surrealismo biomórfico de Picasso, que desembocaría en el desarrollo de un lenguaje propio por parte de Bacon. Este vocabulario fue reconocido por primera vez en 1933, cuando el crítico Herbert Read reprodujo en un lugar privilegiado la obra Crucifixión (1933) de Bacon, enfrentándola a Bañista (1929) de Picasso en la publicación Art Now: An Introduction to the Theory of Modern Painting and Sculpture. Aunque Bacon recibió esta muestra de consideración en los inicios de su carrera y siendo muy joven, no gozó de la misma suerte durante los años siguientes.

 

 

Sala 206. Jaulas humanas

 

“Yo reduzco la escala del lienzo pintando en esos rectángulos que concentran la imagen. Simplemente para verla mejor”. Francis Bacon.

 

Tras la Segunda Guerra Mundial, en la que Francis Bacon participó a través del servicio civil debido a su asma crónica, su obra fue de nuevo reconocida por crítica y público y suscitó la atención de la galerista Erica Brausen, quien expuso su trabajo en varios países europeos. Así, el Museo de Arte Moderno de Nueva York compró a Brausen su primera obra de Bacon en 1948. Durante este período, el artista crea un universo nuevo de imágenes, concebido a partir de la literatura, el cine, el arte y su propia vida, a través de un lenguaje absolutamente singular y reflejando la vulnerabilidad humana con gran crudeza. Los personajes, cuyo aspecto se encuentra entre lo humano y lo animal como en algunas fotografías de Eadweard Muybridge, comienzan a mostrarse encerrados y atrapados en jaulas o cubos. Bacon utiliza este recurso para centrar la mirada del observador en las figuras, emborronadas y desfiguradas, reducidas a trazos de colores grisáceos y azulados que recuerdan al Greco y a los dibujos de Alberto Giacometti, que Bacon elogiaba por encima de sus esculturas. También rinde en esta etapa su particular homenaje a Vincent van Gogh, al que evoca a través de la pincelada suelta y de una encendida paleta que contrasta con las figuras oscuras de otros lienzos. A Bacon le fascinaba la manera en que Van Gogh se alejaba de la norma y de la realidad literal en favor de la expresión.

 

Sala 207. Figuras aisladas

 

“Porque creo que es uno de los mejores retratos que se han hecho, y me obsesionaba. Compro libro tras libro con esa ilustración del Papa de Velázquez porque sencillamente me acosa y porque despierta en mí toda clase de sentimientos y también, podría decir, de áreas de la imaginación”. Francis Bacon.

 

A mediados de los años cuarenta Francis Bacon descubre a través de reproducciones la imagen del Papa Inocencio X, una obra realizada por Diego Velázquez en 1650 que obsesionaría no solo a Bacon, sino también a otros pintores y escritores ingleses. La predilección de Bacon por este lienzo se reflejó durante más de dos décadas en decenas de obras en las que la imagen del pontífice se ve transformada de diferentes maneras. En unas, se entremezcla con el sufrimiento que expresa el rostro descompuesto de la nodriza herida que aparece gritando en El acorazado Potemkin, filme de Serguéi Eisenstein que Bacon había descubierto en Berlín cuando tenía dieciséis años; en otras, la figura se ve rodeada de pedazos de ganado sacrificado en clara alusión al artista francés de origen bielorruso Chaïm Soutine; y hay algunas en las que a la imagen de Inocencio X se superpone la de Pío XII, sumo pontífice durante la Segunda Guerra Mundial cuya relación diplomática con la Alemania nazi aún genera controversia.

 

Velázquez representa al Papa sin un contexto que ayude a identificar su jerarquía, en soledad, del mismo modo que Cristo sacrificado en la cruz. La crucifixión es un tema al que Bacon acude una y otra vez desde el principio de su trayectoria, si bien dejando al margen las connotaciones religiosas y siempre con la intención de evidenciar lo más oscuro de la condición humana. Al igual que los Papas, las Crucifixiones van sufriendo transformaciones, mutaciones de color, formato o composición, y se intercalan con otras referencias que apasionan al artista, como la obra de Picasso o la Orestíada de Esquilo.

 

Sala 209. Cuerpos expuestos

 

“Yo creo que el arte es una obsesión de vida y, después de todo, dado que somos seres humanos, nuestra mayor obsesión somos nosotros mismos”. Francis Bacon.

 

El primer desnudo realizado por Francis Bacon que ha sobrevivido data de 1949. El lienzo muestra a un hombre de espaldas, que deja tras de sí unas veladuras que pudieran ser cortinas. En su cuerpo resalta la espina dorsal, semejante al costillar de un animal, que recuerda a la espalda de la figura que aparece en Tras el baño, mujer secándose (ca. 1890-95), una obra de Degas muy admirada por Bacon.

 

Cuatro años más tarde el artista pintó por primera vez una pareja de hombres desnudos, una imagen que no podía mostrarse en público en una Inglaterra que aún penalizaba la homosexualidad. En los desnudos de Bacon, especialmente en los realizados después de Tres estudios para una crucifixión (1962), que supuso un punto de inflexión en su carrera, predominan los personajes aislados en posturas cotidianas que el pintor transforma retorciendo sus cuerpos de una forma casi animal, hasta hacerlos parecer casi inverosímiles, reinventando el retrato. En algunos casos el sexo de sus desnudos es ambiguo, mientras que en otros resulta muy evidente.

 

Bacon admiraba asimismo la obra de Rodin, de cuyas esculturas poseía imágenes, y realizaba anotaciones de sus figuras. El bronce preparatorio que aquí se muestra fue realizado por Rodin en homenaje a James Abbott McNeill Whistler. Las obras de Whistler y de John Singer Sargent de esta sala reflejan la influencia del arte español en la pintura británica, un legado que en ocasiones recibió Bacon a través del tamiz de los grandes maestros de la Inglaterra eduardiana.

 

Estos lienzos de Bacon están basados en las fotografías de Eadweard Muybridge y también, en algunos casos, en las instantáneas que John Deakin realizó por encargo del pintor, en las que representa a sus amigos, y también a personajes desconocidos cuyo origen no ha sido identificado.

 

En estos desnudos, caracterizados por su gran intensidad, Bacon suele representar a la figura protagonista de manera aislada. Casi nunca trabajaba en presencia del retratado, sino a partir de las fotografías que encomendaba a Deakin, a quien daba indicaciones muy precisas sobre las poses de los personajes que reflejaban las de algunas obras de la historia del arte o de las imágenes de Muybridge.

 

Sala 203. Juntos, pero aislados

 

“Creo que en el momento en el que aparecen varias figuras, entras automáticamente en el aspecto narrativo de las relaciones entre figuras. Eso crea de inmediato una especie de historia. Siempre conservo la esperanza de conseguir hacer un cuadro con gran número de figuras sin una historia”. Francis Bacon

 

En esta sala se puede contemplar Retrato de un enano (1975), una obra de formato poco habitual en la producción de Bacon. Al eliminar dos terceras partes del lienzo original, el artista dejó aislado a este personaje, que, como un voyeur, contempla otra escena desgajada de la imagen original. Bacon convirtió esta segunda escena en una obra distinta, donde aparece el propio pintor junto al que había sido su amante, George Dyer, que había fallecido recientemente. Es posible que el pintor mutilara el lienzo inicial, en el que el hombre contempla a la pareja, para eliminar su carácter narrativo. En la figura que protagoniza este cuadro en solitario se hace evidente la referencia a la obra de Velázquez.

 

Aquí se puede contemplar, asimismo, el retrato que Velázquez realizó de Sebastián de Morra, un personaje que presenta también apartado de todo entorno, cuyo rico ropaje alude a su posición dentro de la casa de Austria. Junto a él se muestra La Bomba (1863) de John Phillip, un artista escocés que por motivos de salud vivió en el sur de España a mediados del siglo XIX, lo que tuvo gran incidencia en su obra y le hizo ser conocido como “Spanish Phillip” debido a la influencia de maestros como Velázquez o Murillo. La Bomba, cuyo título alude al local donde se desarrolla una escena costumbrista que bien pudiera enmarcarse en Granada, fue presentada en Londres, donde obtuvo gran éxito e inspiró a numerosos artistas británicos de la época. Los personajes de esta pintura establecen una cordial interacción, a diferencia de las figuras de Bacon, que solo parecen destinadas a luchar entre sí o a mantener relaciones sexuales, tal y como ejemplifica el gran tríptico que ocupa el centro de esta sala, Tres estudios para figuras en la cama (1972).

 

Los tres paneles del tríptico presentan un fondo común y representan una misma escena, cuyos elementos han sufrido ligeras modificaciones en cada caso. Este formato tripartito, al que se calcula que Bacon recurrió en 33 ocasiones a lo largo de tres décadas, permitía al artista mostrar imágenes intencionalmente fragmentadas, dispuestas en marcos separados. Además de recurrir al tríptico, Bacon introdujo esta idea de la composición en tres escenas en obras de un solo lienzo, como Estudios del cuerpo humano (1975).

 

Sala 202. La fuerza de un retrato

 

“Por supuesto, uno introduce cosas tales como oídos y ojos. Sin embargo, le gustaría introducirlos del modo más irracional posible, y la única razón de esta irracionalidad es que, si aflora, trae la fuerza de la imagen con mucha mayor intensidad que si uno sencillamente se sienta y representa la apariencia…”. Francis Bacon.

 

En 1951 Bacon realizó su primer retrato de un personaje conocido, el del pintor británico Lucian Freud, a quien representó de pie, apoyado en un umbral. Durante años retrató a amigos y a personas a las que admiraba, como el propio Freud, Michel Leiris, Henrietta Moraes, Jacques Dupin, George Dyer, John Edwards, Reinhard Hassert y Eddy Batache, entre otros muchos. Solo algunos de sus retratos fueron encargos pues Bacon casi siempre elegía a los sujetos de sus cuadros, a los que pintaba basándose principalmente en fotografías que ellos le enviaban.

 

En muchas ocasiones estos cuadros tienen un fondo azulado, que podría corresponderse con el color de su estudio, donde se tomaron algunas de esas fotografías; otras veces el fondo es negro y evoca el arte de los grandes maestros españoles, mientras que algunas obras presentan otros tonos, como el naranja cadmio, destinado a creaciones de mayor formato. Bacon no solo intenta reflejar la apariencia física de los retratados sino que pretende transmitir la relación que él mismo mantiene con ellos y cómo este vínculo le ha afectado; no se trata de un retrato psicológico, sino de una representación de las relaciones humanas.

 

En sus pinturas, Bacon deforma a las personas con la intención de hacerlas más reales que si las representara de manera más naturalista. De los dos retratos que hizo de Leiris, Bacon considera como el más realista el que se halla más alejado de la literalidad. En los años setenta, fruto de la carencia de modelos para sus obras, comienza a realizar un gran número de autorretratos; entre 1971 y 1979 pintó un total de 29, quince de ellos individuales y de pequeño formato. En esta etapa, Bacon alcanza un gran reconocimiento internacional. En 1971 se convierte en el primer artista vivo, después de Picasso, al que el Grand Palais de París le dedica una retrospectiva y, en 1988, será el primer artista occidental al que se consagre una exposición en la extinta Unión Soviética.

 

Sala 204. Tauromaquia

 

“Se basa en ese famoso poema de Lorca en el que el verso ‘A las cinco de la tarde’ se repite una y otra vez. Es un bonito y largo poema sobre un amigo torero que muere. No he visto una corrida en mucho tiempo —creo que solo he visto tres o cuatro en mi vida—, pero cuando vez una, se queda grabada en tu mente para siempre”.

 

Bacon expresó en numerosas entrevistas su interés por las corridas de toros y su admiración hacia Francisco de Goya. De hecho, llegó a seleccionar la obra del maestro español Don Andrés del Peral para una exposición que comisario con fondos de la National Gallery de Londres en 1985. Goya ejecutó cincuenta dibujos preparatorios en tiza roja para su Tauromaquia, en la que empleó el grabado al aguafuerte, a la aguatinta, a la punta seca y al buril. Si bien el tema principal de esta serie es la evolución de las corridas de toros, el posicionamiento de Goya con respecto a esta cuestión ha suscitado recientemente un interesante debate entre los historiadores del arte.

 

Sala 208. Esencia vital

 

“Ese es el privilegio del artista, ser intemporal. La pasión te mantiene joven, ¡y la pasión y la libertad son tan seductoras! Cuando pinto, no tengo edad. Solo siento el placer o la dificultad de pintar”. Francis Bacon.

 

A finales de los años setenta y principios de los ochenta, Francis Bacon, ya septuagenario, reintroduce en su obra motivos como el toro y géneros como el paisaje, que hasta entonces habían sido secundarios en su producción. Son escasos los paisajes anteriores a 1978, la mayoría realizados en las décadas de 1940 y 1950, y en ellos a menudo subsiste la presencia humana o animal. En la última etapa de su carrera, su obra se simplifica; los elementos del paisaje son aislados de su contexto y quedan confinados a los límites que el artista define. De este modo, Bacon aborda el paisajismo de una manera similar a la que emplea para tratar la figura humana; así, “apresa” la ola que aparece en Pintando marzo (1985) o la carretera de Escena de calle (con coche en la distancia) (1984).

 

Los retratos de esta última etapa son cada vez más escuetos. El pintor llega a eliminar elementos que ya había introducido con la intención de reducir las referencias visuales de la composición y dirigir la atención hacia la figura principal. Algunas de estas obras fueron realizadas con pintura en aerosol, lo que permitió a Bacon crear texturas hasta entonces inéditas en su trabajo. Estos lienzos se dividen entre los realizados con colores enérgicos y aquellos que presentan fundamentalmente tonalidades grises y apagadas.

 

El toro aparece de nuevo en estos últimos años. Su iconografía remite a artistas como Goya y Picasso, pero también al poeta Federico García Lorca y al escritor Michel Leiris, y hace alusión, de manera concreta, a las corridas de toros.

 

Francis Bacon falleció en Madrid en 1992 a escasa distancia del Museo del Prado, pinacoteca en la que se encontraban muchos de los grandes maestros que había admirado y a la que había acudido por última vez en 1991 para contemplar la obra de Velázquez.

 

DIDAKTIKA

 

Como parte del proyecto Didaktika, patrocinado por BBK, el Museo diseña espacios didácticos y actividades especiales que complementan cada exposición y brindan herramientas y recursos para facilitar la apreciación y comprensión de las obras expuestas, a lo que se añade el servicio gratuito de los Orientadores de salas para obtener información adicional sobre los contenidos artísticos.

 

En esta ocasión, el espacio didáctico destinado a Francis Bacon se ubica en el pasillo y en la galería 201 y presenta una serie de contenidos vinculados con el artista que se han denominado Energía desbordante, entre los que destaca una experiencia en 3D, producida para la ocasión, que permite visitar virtualmente el estudio que el artista tenía en Reece Mews en Londres.

 

Por su parte, entre las actividades didácticas destacan las siguientes:

 

Conferencia: Francis Bacon

 

Martin Harrison, comisario de la exposición y Lucía Agirre, curator del Museo Guggenheim Bilbao, abordarán la obra de Francis Bacon al hilo de la exposición y de la reciente publicación del catálogo razonado del artista.

 

Miércoles 28 de septiembre, 18:30 h

 

Conferencia: Bacon y su estudio de 7 Reece Mews

 

Barbara Dawson, directora de la Hugh Lane Gallery de Dublín, donde se encuentra exhaustivamente recreado el estudio de Francis Bacon, descubrirá los secretos del mismo.

 

 

Miércoles 5 de octubre, 18:30 h

 

Reflexiones compartidas

 

El Museo ofrece dos visitas únicas de la mano de los profesionales del Museo para descubrir la exposición de Francis Bacon a través de los entresijos del montaje y otras curiosidades, con el patrocinio de Fundación Vizcaína Aguirre.

 

Visión curatorial: dirigida por Lucía Agirre, Curator del Museo Guggenheim Bilbao. Miércoles 19 de octubre.

 

Conceptos clave: dirigida por Marta Arzak, Subdirectora de Educación e Interpretación del Museo Guggenheim Bilbao. Miércoles 26 de octubre.

 

 

Ciclo de cine en torno a Bacon. From his Life to his Work

 

El Auditorio del Museo acogerá una selección de películas de ficción o documentales relacionados con la obra del artista, bien porque reflejan su vida y la del Londres de la segunda mitad del siglo XX, o bien porque contienen referencias directas a algunas de sus obras.

Del 4 al 6 de noviembre.

 

Catálogo

 

El catálogo recorre todas las obras que integran la exposición, permitiendo al lector contemplar las imágenes de Francis Bacon junto a las de maestros antiguos y modernos –sobre todo, españoles y franceses- que influyeron notablemente en su trayectoria. El volumen contiene una cronología del artista, así como textos de Martin Harrison, Manuela B. Mena y Sarah Whitfield, que arrojan luz sobre algunos aspectos desconocidos de la producción del pintor británico.