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Radiante Porvenir. El arte del Realismo Socialista
19February

Radiante Porvenir. El arte del Realismo Socialista

Por: Yordanis Ricardo Pupo / Fotos: @yricardo

La nueva exposición anual del Museo Ruso de Málaga nos acerca al legado artístico de la Unión Soviética.

La llegada al poder de los soviets a la Rusia de principios del siglo XX trajo cambios transcendentales en la geopolítica mundial. Un inmenso país surgió entonces, removiendo todo lo conocido.

La construcción de un “hombre nuevo” fue la principal tarea acometida en todos los frentes. Y en ese contexto, el arte no podía quedarse fuera. El Realismo Socialista se impuso entonces como norma oficial en todas las manifestaciones de la cultura, desde la literatura y el cine hasta las artes plásticas, especialmente en la pintura y la escultura.

La nueva exposición anual de la Colección del Museo Ruso San Petersburgo/Málaga, estrenada hace apenas una semana, hace hincapié en los principales tópicos que el Realismo Socialista hizo suyos y que permiten hoy conocer y analizar la historia de aquel inmenso país, que dejó de existir hace ya más de veinte años.  

El culto a la figura de los líderes, el Hombre Nuevo, el deporte, el trabajo, la Guerra Patria… los diferentes caminos que llevarían al utópico “Radiante porvenir”, dan nombre a la colección, que recoge más de un centenar de obras, muchas de ellas colosales, y creadas entre las décadas de 1930 y 1950 para ensalzar la grandeza de la nación soviética.

Junto a esta nueva colección permanente, que estará abierta hasta enero de 2019, se exponen temporalmente “La Mirada viajera. Artistas rusos alrededor del mundo”, así como una muestra de la producción de Mikhail Schwartzman, quien forma parte del llamado arte inconformista, o sea, del arte desarrollado también en la época soviética, pero al margen de los circuitos oficiales y en contraposición al Realismo Socialista.

Radiante Porvenir

A principios del siglo XX las vanguardias rusas gozaban de un desarrollo sin paralelo en el mundo. Kandinsky, Rodchenko, Talin o Malevich desarrollaron lenguajes artísticos radicales, que precedieron y acompañaron a la Revolución Socialista de Octubre. Pero, cuando en 1917 el proletariado ruso abatió al régimen capitalista, y los soviets comenzaron a edificar una nueva sociedad sin explotadores, toda experimentación en las artes fue abolida.

El Realismo Socialista se proclamó como doctrina oficial en el I Congreso de Escritores de la URSS, en 1934, con el objetico de poner la creación artística al servicio de los intereses del estado y exaltar el trabajo, la solidaridad y la eficacia del régimen comunista. El arte abstracto y los formalismos no servirían para estos propósitos y fueron, evidentemente, excluidos.

El “Radiante Porvenir” que vaticinaba la aparición de la Unión Soviética, en 1922, tuvo a Vladimir Ilich Lenin y Iósif Stalin como sus principales “Líderes. Aquello hombres, salidos del pueblo, se convertirían en íconos que el nuevo arte debía enaltecer.

En la primera parte de la exposición se dedican tres salas a buena parte de los retratos y estatuas que de ellos se hicieron: Lenin en la tribuna, junto a sus camaradas del Partido Socialdemócrata, caminando junto al mar de Finlandia, o en el campo, sentado ante una hoguera de increíble realismo.   

En una de las piezas, la más fascinante de este espacio, aparece Stalin y el comisario de defensa Voroshílov paseando por las murallas del Kremlin. También lo vemos prestando juramento en el Segundo Congreso de los Soviets o junto al féretro del destacado líder bolchevique Kírov.

 

Stalin y Voroshílov pasean por las murallas del Kremlin
Stalin y Voroshílov pasean por las murallas del Kremlin

 

Igualmente, a Serguéi Mirónovich Kírov, activista del Partido Comunista y líder de la defensa de Astracán (1919) se recuerda en esta selección. Tras su prematura muerte, en 1934, muchos artistas soviéticos crearon obras relacionadas con él, como la de Vladimir Odintsov, “Expedición al Caspio”, un barco pesquero sobre el que llevaban de contrabando combustible, armas y literatura para los obreros.

Tras una pequeña sala dedicada a “El hombre nuevo”, encontramos óleos monumentales que relatan como aquellos líderes omnipresentes trabajaban “Para la felicidad del pueblo”: la firma del tratado de amistad y colaboración con la República Popular China (1950), sesiones de la Academia de las Ciencias para la construcción del principal canal del Turquestán, encuentros entre actores del teatro Stanislavski y militares de la fuerza aérea…

 

Para la felicidad del pueblo
Para la felicidad del pueblo

 

En otro lienzo, Stalin y sus colaboradores más cercanos discuten sobre un mapa las futuras plantaciones forestales. También sobre la transformación de la naturaleza tendrían poder los soviéticos, y sobre los hombres, pues de este óleo desapareció uno de sus personajes (Lavrenti Beria, director de la KGB entre 1938 y 1953), tras una capa de pintura que el espectador actual no puede notar.

En “Trabajar para el futuro” son los hombres y mujeres del pueblo los protagonistas, principalmente las mujeres. Pues es en esta época cuando la mujer rusa deja de ser madre y esposa y se une a la construcción de la nueva patria, que la pone al frente de cooperativas agrícolas (koljos), a conducir maquinarias pesadas… en fin, siendo libres y autosuficientes.

Los temas sociales e industriales dominan también estas salas. Los artistas de esos años, prendados de la maravillas de la tecnología y de las grandes fábricas, trasladaron a sus lienzos aquellas gigantescas estructuras, siempre rodeadas de humo y ruidos estridentes.

Sin embargo, la obra más realista aquí no está centrada en la pujante industria minera y metalúrgica del oro y el acero, sino en los hombres que la hacían posible. “Mineros escriben una carta…”, de 1937, es una composición de un brillo y veracidad impresionantes, quizás por la radiante luz de los Urales, tan bien plasmada por Vasili Yakovlev.

 

Mineros escriben una carta
Mineros escriben una carta_.jpg

 

Junto al trabajo, el “Deporte” ocupa otro sitio importante en la vida del pueblo soviético, y por ende, en el arte de la época. Aquello de “espíritu sano, cuerpo sano” se convirtió en premisa para el hombre nuevo, que tenía en el deporte y la cultura un apoyo para enfrentar cualquier dificultad.  

Pero esta atmósfera entusiasta y fructífera, que impregnó la pintura soviética de aquellos años, pronto quedó eclipsada por la sombra oscura de la guerra. En junio de 1941 el ejército alemán invadió la URSS y otra vez son las mujeres el apoyo de una nación que lucha por su existencia.

También los grandes hitos de “La Gran Guerra Patriótica”, como la liberación de Sebastopol o el cerco de Stalingrado fueron dibujados por artistas que continuamente viajaban al frente, para dejar constancia de un pueblo y un país inquebrantable.

“Después de la Guerra”, el principio bíblico de convertir las espadas en arados toma vida, no solo en la escultura que se incluye en la muestra, sino también en el deseo de los soviéticos de volver a disfrutar del sol, del trabajo libre.

 

La lucha por la paz
La lucha por la paz

 

De entre estas pinturas sobresalen “En campos apacibles”, de Andreí Milnikov, y la excéntrica “Discusión sobre arte”, de Vasili Yákovlev, donde aparece uno de los pocos desnudos de la colección; el otro se encuentra en “Después de correr a campo a través”, donde una deportista sirve de modelo a lo que parece una reencarnación de la Venus de Milo.

 

En campos apacibles
En campos apacibles

 

Tras la muerte de Stalin, en 1953, se empieza a mostrar la parte menos idílica del socialismo, como las difíciles condiciones en que muchos profesionales tenían que trabajar, entre ellos los “Pescadores de Kamchatka”, retratados por Dmitri Shajovskoi. Comenzaba así “el deshielo” de Jrushchov y el fin del Realismo…

En la actualidad, la enorme cantidad de obras producida en esos años dan cuenta de la construcción de una utopía, que se ha visto opacada por la Guerra Fría y la posterior desaparición de la nación que le dio vida, la Unión Soviética.   

En ese sentido, ha sido un acierto que el Museo Estatal Ruso de San Petersburgo haya apostado por la ciudad de Málaga para instalar su primera sede extranjera, y fomentar así el conocimiento de la cultura rusa en Europa.