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El traje nuevo del emperador: “¡pero si está desnudo!”
03May
Artículos

El traje nuevo del emperador: “¡pero si está desnudo!”

Guillermo Machuca es un teórico, crítico de arte, curador y académico reconocido en la escena chilena, que los últimos años ha experimentado cierto silencio o reticencia a figurar. Lejos de encabezar importantes curadurías, dentro o fuera del país, o grandes conferencias, como lo hizo especialmente durante la década de los noventa, su interés (público) se ha limitado los últimos años a la edición de algunos libros y a una columna de opinión que mantiene en el periódico The Clinic. Desde esa tribuna ha mirado con descrédito al medio artístico local, revelando –siempre con aguda ironía– su sospecha sobre la efectividad crítica de las prácticas contemporáneas y sobre el rigor del circuito que las sostiene.

En su última publicación despliega el ejercicio de un lenguaje y un modus operandi más relacionado con el periodismo. El traje del emperador es un análisis sobre distintos momentos del arte local en relación a la cultura de masas, a través de la revisión de la prensa cultural y de la crítica de arte de la época. La visita a Chile de Roberto Matta entre los años sesenta y comienzos de los setenta; la emergencia de la Escena de Avanzada, la neovanguardia chilena en dictadura; la exposición de Robert Rauschenberg en 1985 en el Museo Nacional de Bellas Artes o de Chile vive, en 1987 en Madrid; así como la polémica obra de Juan Dávila El libertador Simón Bolívar, a comienzos de la democracia, en los noventa; la curaduría El terremoto de Chile, del español Fernando Castro Flórez para la Trienal de Artes Visuales, en 2009; o la publicación de Imaginarios culturales, en 2010, donde artistas, intelectuales de izquierda y grupos ciudadanos construyeron un ideario en el contexto del neoliberalismo y del gobierno de derecha de Sebastián Piñera: éstas y otras historias son revisadas y entrecruzadas con referencias a grandes sucesos nacionales, como partidos de fútbol definitorios, el Festival de Viña del Mar o el terremoto del 27F, entre otros.

El autor realiza lecturas estéticas de situaciones políticas, culturales y masivas, así como lecturas políticas de lo artístico. Aunque sus comentarios a veces rayan en el “chisme”, el interés es siempre simbólico; encuentra relaciones entre los hechos de arte, los hechos sociales e incluso algunos más personales. Para reescribir la historia reciente del arte en Chile no acude tanto al análisis de obras o exposiciones, menos a una descripción cronológica de eventos, sino más bien a una crítica de los imaginarios, de los relatos públicos o de cómo se juega la representación de nuestra cultura en un contexto histórico que podría perfilarse entre fuertes movilizaciones sociales, la represión y la tortura, la instauración de la economía de libre mercado, la dictadura del neoliberalismo y las tensiones propias de la globalización.

En todo este vasto panorama, el teórico se sumerge en episodios intensos de la vida política y cultural chilena, encontrándonos –por ejemplo– con una manera de ver la obra de Roberto Matta y la relación con su hijo Gordon Matta-Clark que habla más bien de orfandades. Son los días de la Unidad Popular y del gobierno de Salvador Allende, encontrándonos de pronto con los primeros añosde dictadura a través de la obra de Carlos Leppe. Machuca vuelve a este artista en medio de otros relatos, revisa performances fundamentales, pero también sus coqueteos posteriores con el poder. De pronto, revivimos las rencillas que la Escena de Avanzada y la pintura neoexpresionista local sostuvieron durante los años ochenta, enfrenta énfasis conceptuales, un espíritu crítico y de resistencia, con el hedonismo y la irrupción del mercado. Páginas después, vemos cómo el aporte de la neovanguardia pierde fuerza, al reconvertirse en material académico y pieza de museo.

Machuca establece lecturas desde lo no dicho o lo sobre dicho, desde mitos locales, microrrelatos, hechos e indicios. El libro es un recorrido en aparente orden cronológico donde el tiempo a cada rato se descompone en flashbacks y ocurrencias inusitadas. El tipo de escritura es un collage fluctuante; un tejido de datos, impresiones, revisiones, descripciones y citas, donde se descubren –a la vez– interpretaciones obsesivas sobre el arte chileno. El teórico usualmente lo ve bajo metáforas culinarias, corporales, digestivas y escatológicas, revelando sucesivas imágenes de platos humeantes o especies de vómitos, virulencias, secreciones y deyecciones.

La mirada de Machuca sigue siendo agria y suspicaz sobre la cultura chilena. Así, el país se nos muestra provinciano, precario y dependiente, sufriendo la ignorancia constante del poder político y empresarial, y un repliegue de la intelectualidad que últimamente se ha agudizado. Muy lejos de los exitismos económicos, se juega un esbozo de imagen país que nos deja con la sensación de la ostentación absurda e inútil de El traje nuevo del emperador, clásico de Hans Christian Andersen que sería citado por el título del libro. En el último episodio, el rey camina desnudo frente al pueblo –supuestamente luciendo el nuevo traje– y nadie tiene el coraje de llamar a las cosas por su nombre. Ni los artistas, ni los críticos de arte, ni los medios de comunicación. Machuca no teme y probablemente le guste jugar a ganar odiosidades. Intenta decir las cosas tal como son, y a sablazos. Notables son ciertas citas preclaras: “La clase política y también la empresarial chilena solo se interesan en el arte si olfatean en este algún rendimiento político inmediato.”

Frente a la ineficiencia del arte actual, el autor apuesta de algún modo por un encuentro con el periodismo cultural. Pese a que constantemente lo acusa de desinformado, conservador y esnobista, la posibilidad ha significado para él cambiar el serio y enrevesado tono teórico de antes, por un lenguaje más flexible y llano que no elude incluso la anécdota personal. Paradójico o consecuente es que en el último párrafo del libro guarde silencio y, para explicar cómo Calle 13 logra ser reflejo poderoso de la situación política actual en países de Latinoamérica, llegando a públicos masivos, sólo resta citar la letra efectiva de El Residente, que resuena como la verdad que un niño grita al final de El traje nuevo del emperador: “¡Pero si está desnudo!” La voz del vocalista del grupo puertorriqueño termina por decir lo que Machuca hubiera querido que dijeran –en el actual contexto de globalización– el arte con su poder simbólico y los medios de comunicación con su poder de entrar en la cultura de masas.

 

GUILLERMO MACHUCA: El traje del emperador. Arte y recepción pública en el Chile de las cuatro últimas décadas. Editorial Metales Pesados, Santiago de Chile, 2011.