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Ivette Cepeda: Miles de latidos compartidos en el Karl Marx
14November
Artículos

Ivette Cepeda: Miles de latidos compartidos en el Karl Marx

De una magia singular, la carismática cantante Ivette Cepeda coloreó durante dos jornadas, el inmenso coliseo del Karl Marx con su espectáculo Diez años en concierto. Repleto de admiradores hasta el último rincón, y en franco diálogo con la intérprete, desató los ánimos, convocó el amor, paseó por las diversas veredas de la canción y nos llevó de la mano, por esas estancias de la pasión que ella conoce a la perfección; para regalar unos instantes inolvidables con la música, su voz y esa interpretación ilimitada que es alma y sentimiento.

Vea también: Con permiso de Ivette Cepeda

Con un acompañamiento musical de altura – una agrupación integrada por músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional, la Camerata del Son y el grupo Reflexión, todos dirigidos, musicalmente, por el maestro Rafael Guedes, y José Luis Beltrán, permeó de un tono especial el Concierto, subrayando las notas de esos arreglos contemporáneos, sumando lirismo, desbordando inteligencia y buen gusto, acariciando con su melodía, la voz de Ivette Cepeda, para regalarnos unos instantes para el recuerdo, con la música y esa interpretación ilimitada que es alma y sentimiento.

 

Ivette Cepeda en concierto

 

Sin efectos especiales ni tecnologías avanzadas tan utilizada hoy en los grandes espectáculos, solamente el diseño de unos haces de luz, que teñían el ambiente con las tonalidades de los más íntimos sentimientos que regó la artista por el auditorio, en dos horas, con su VOZ, emergió esa ofrenda sonora donde se puso de manifiesto su  inteligencia al seleccionar un repertorio, donde realiza desde los mismos comienzos, una suerte de “arqueología” de la canción cubana, desentrañando entre letras y tiempo, lo mejor del acervo patrimonial/musical, que duerme en las notas de compositores, cantautores, autores… Desandando por los más diversos estilos, para traernos al presente –con unos arreglos musicales dignos de todo elogio-, aquello que fluye dentro de esas “joyas”, y que en su voz, despierta y renace. Porque parecen –como expresó la propia Cepeda –en voz muy baja, como en complicidad con los espectadores en su concierto- “hechas para mí” (sin ningún tinte de arrogancia ¡nada más lejano en ella!).

Ivette Cepeda ha venido a llenar un vacío profundo en ese tipo de cantante que en Cuba, en el tiempo, ha entregado muchos nombres, poniendo en su justo lugar esa condición de intérprete. Ella carga en sí con un repertorio vasto, de muy variada estirpe artística, y transita con la misma pasión por boleros, trova tradicional, nueva trova, filin…, sin desdeñar autores de nuestra América y de otras latitudes que se avienen a su decir. Porque es condición precisa que llenen su sentir, que se avengan con su personalidad, que exista un diálogo de tú a tú con ella misma. Si no, Ivette no podría ser lo que es: una artista en el amplio sentido del término, genuina y original.

Contar historias del tiempo

Más que cantar, parecía que contaba historias del tiempo, hilvanando recuerdos que encendió en lo más íntimo/profundo de los que tuvimos la suerte, el domingo, de escucharla durante dos horas, en 22 piezas. Con la magia de su presencia, su voz por las hendijas de las canciones cruzó las estaciones: El primer día (Vicente Feliú), El sol nos da de beber (Silvio Rodríguez), Verano, (Benito de la Fuente), Para cuando me vaya (Amaury Pérez)… O nos llevaba a recorrer los puntos cardinales del corazón:  Recordaré (Donato Poveda), Ay del amor (Mike Porcel), Tu eres la música (Tony Pinelli), Presencia simplemente (Ramiro Gutiérrez), Si no fuera por ti (un estreno de Pedro Luis Ferrer)… No faltaron tampoco Pablo Milanés (A mi lado, Comienzo y final de una verde mañana), ni Orlando Vistel (Si yo hubiera sabido) que interpretó a dúo con la guitarra de su esposo José Luis Beltrán –director del grupo Reflexión- ; alguien imprescindible, Marta Valdés (Sin ir más lejos), Noel Nicola (Te perdono),  Fernando Aramís, (Préstame tu color); Juan Formell (Tal vez), Adiané Perera/María Laura Rivas (País)… Y esos dúos con algunos instrumentos, como el que con maestría nos trajo a Julio Padrón (trompeta).

 

Ivette Cepeda junto a Julio Padrón

 

Con ese carisma que la acompaña en escena, bordeando siempre los más disímiles sentimientos, dibujando las notas, o por momentos subiendo la temperatura cuando apareció Alcé mi voz, ese himno de Roly Rivero que inundó como eco abarcador a todo el auditorio que vibró junto a ella. Y los miles de latidos compartidos que devinieron sinfonía de voces/ovaciones/abrazos, con su público cercano, en la conocida canción Cosas del corazón (Santiago Larramendi/Fernando Osorio), que por la pequeña pantalla nos acompañara largo tiempo… Ángel para un final, de Silvio Rodríguez, apareció en la despedida o hasta luego. Autor, que ella confesó, ama profundamente, porque la ha llevado a estudiarlo, y sus “canciones nos devuelven la esperanza". 

Momento alto del concierto lo constituyó otro Regalo -de la tarde-, el estreno homónimo de Augusto Blanca que caló hondo en los presentes como saeta lírica que ancló en los adentros, y encendió de una luz singular el espacio mágico en que Ivette, los músicos y las canciones nos convocaron para sentir.

 

Ivette Cepeda en en Karl Marx

 

Fotos: Ariel Cecilio Lemus