Pasar al contenido principal
Las 125 Lunas llenas de Lorca
08June
Artículos

Las 125 Lunas llenas de Lorca

La pintura anaranjada se posa sobre el papel al mismo tiempo que sus palabras. “Don Jorge, ahora es la hora de visitar Granada” escribe sobre un dibujo de la Alhambra. La fecha es 1928, ocho años antes de que se marchara y treinta después de que viniera. En la madrugada del domingo al lunes, hubo Luna llena. Mientras que aquí abajo nos cegábamos con su luz y nos levantábamos a altas horas para cerrar la persiana y dormir tranquilos, allí arriba, o dónde sea que esté la poesía encarnada en humano, se soplaban 125 velas que, a pesar de su cantidad, aún no han podido iluminar el camino para dar ni con su paradero ni con su voz.

Vea además: Federico García Lorca regresa a Granada

Se desconoce cómo fue el sonido de las palabras de Federico García Lorca. Sólo los que tuvieron la oportunidad de compartir espacio con él escucharon lo que decía. A los que nos gustaría sentarnos a tomar un café con él sólo nos queda imaginar sus pasos rápidos por su casa de Fuentevaqueros, siendo un niño que lo imagina todo y busca la falda de su madre. Sus cuerdas infantiles llamándola y después agravándose hasta marcharse a otros lugares y explicar en ellos por qué Nueva York es una ciudad manchada por el humo. Los tarareos a la sombra de un árbol en la Huerta de San Vicente, las instrucciones a Margarita Xirgú antes de que saliera al escenario, el aumento del tono en las fiestas de la madrileña Residencia de Estudiantes. Su voz es el producto imaginario de todo lo que ha quedado en vida, la creación poética que sobrevivió a la tierra.

Él escribió una vez: “Tengo miedo de perder la maravilla de tus ojos de estatua”. Y nosotros, por otra parte, agradecemos no haber perdido los suyos. Sus ojos de estatua, los que alzan una paloma en la Plaza de Santa Ana de Madrid. Sus ojos fijos, los fotografiados mientras que la Barraca recorría los pueblos de España. En una de esas imágenes apenas se ven. Él interpretaba el papel de Sombra y un velo negro cubría su cara y cuerpo por completo. Mientras alza los brazos, un atrezo sencillo y diseñado por Benjamín Palencia muestra constelaciones en el escenario. Con esa escena de planetario nos vemos obligados a volver a la que ha llenado de luz su cumpleaños, la que fue su musa y gran amante durante toda su vida y creación: la Luna.

El satélite es el símbolo más frecuente en su obra. Representa a la muerte, pero también a la fecundidad o a su contrario, la esterilidad, el erotismo, y la belleza. La Luna representa todo y siempre vigila las acciones humanas. Observó a la Novia escaparse con Leonardo en Bodas de Sangre, protagoniza los escenarios neoyorquinos como en Ciudad sin Sueño. “Las criaturas de la Luna huelen y rondan las cabañas", dice. Describió a la noche en este poema como a la “tierna protesta de los astros” y con ello colocó el elemento místico dentro de la cotidianeidad y ajetreo estadounidense.

De Poeta en Nueva York han salido guitarras o uno de los discos más transgresores del Flamenco. Enrique Morente cantó la Aurora o Pequeño Vals Vienés y la música de Lagartija Nick le aportó la oscuridad que se representa en toda la obra. De Romancero Gitano también se sacaron compases, La Tarara salió de las voces populares a sus escritos y de ellos a Camarón de la Isla. El nuevo siglo trae nuevos esquemas rotos y La Plazuela, grupo granadino, utilizó también a Lorca y la tarara mientras que el Café de Chinitas se convierte en la Antigua Judería y la voz de la Argentinica y el piano del poeta cogen velocidad. En los barrios las bolsas en las que llevar el pan entonan un “Me vuelves Lorca” y, en Hollywood, Miami se convierte en el nuevo escenario de La Casa de Bernarda Alba. El Poeta está de moda mientras que en la tierra que le vio nacer su casas continúan guardando como oro en paño sus tesoros más personales para que todos puedan conocer lo que fue de él un poco mejor. Repetimos una vez más lo escrito: “Ahora es la hora de visitar Granada”. Si quieres convertir tú también tu mundo en uno lorquiano, es el momento.

En portada: Federico García Lorca en el papel de "Sombra" para la representación por La Barraca del auto sacramental «La vida es sueño», de Calderón de la Barca, con decorados de Benjamín Palencia. Anónimo (1932). Gelatinobromuro de plata sobre papel. 9x11 cm. 

Le puede interesar: 

Fuente Vaqueros: saludando a Lorca

¿Qué voy a decir yo de Lorca?