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Lecuona en otra dimensión
05July
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Lecuona en otra dimensión

EN ENTREVISTA EXCLUSIVA, PAVEL GIROUD CONFIESA QUE FUE UNA BENDICIÓN FORMAR PARTE DEL EQUIPO DE REALIZACIÓN DEL DOCUMENTAL PLAYING LECUONA

Con el prestigioso premio al Mejor documental, Playing Lecuona, codirigida por el español Juanma Villar y el cubano Pavel Giroud, tuvo su estreno mundial en el Festival Internacional de Montreal 2015, pero su presentación oficial es en este 2016. Playing Lecuona rinde homenaje a uno de las más prestigiosos compositores de la Isla de todos los tiempos, Ernesto Lecuona, en el aniversario 120 de su natalicio.
El audiovisual, que se rodó en tres ciudades: La Habana, Nueva York e Islas Canarias, cuenta con las interpretaciones de afamados pianistas: Chucho Valdés y Gonzalito Rubalcaba, por casa; y de Michel Camilo, en representación de República Dominicana. A ellos se unieron las voces de la española Ana Belén y de los nuestros: Omara Portuondo, Xiomara Laugart y los Muñequitos de Matanzas, entre otros.

Para Pavel Giroud, quien llevó aparejada la filmación de Playing Lecuona con la del largometraje de ficción El acompañante (Premio del Público del 33 Festival Internacional de Cine de Miami y del 28 Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse, Francia, ambos en 2016), nos concedió una exclusiva sobre esta obra resultado de una coproducción internacional liderada por Insularia Films, de Canaria.
 

—Muchos consideran a Lecuona como la principal figura de la música cubana del siglo XX, sin embargo, en unas declaraciones afirmaste que: «No tienes respuestas a por qué Lecuona es el gran olvidado». ¿Fue esto lo que motivó iniciar este proyecto en 2007?

—Decir que Lecuona es la principal figura de la música cubana del pasado siglo es algo demasiado categórico y habrá quien lo discuta con sólidos argumentos, pero hay algo que resulta incuestionable: ha sido el que más alcance ha tenido. El documental no fue generado por mí. Cuando llegué a él ya estaban definidos los artistas, el repertorio y las ciudades. Su productor y codirector, el tinerfeño Juanma Villar, sentía que debía haber un cineasta cubano metido en el proyecto y llamó a mi puerta. La idea me sedujo de inmediato. Juanma valoró entre varios candidatos y vio que mi trabajo estaba muy ligado a la música, incluso al jazz como género. Me contó que leyó entrevistas en las que advirtió mi pasión por la música y supervisó mi obra previa. Yo entré, digamos, a codefinir la película estéticamente y a asumir las riendas del rodaje. Se requirió de mucha exquisitez en la filmación de las sesiones musicales. Juanma, por su parte, tuvo la voz prima en el montaje final.
 

—Playing Lecuona debe haber implicado un gran esfuerzo para poder coordinar la presencia de estos tres grandes del piano, así como de los otros importantes intérpretes que intervienen. ¿Qué tiempo les tomó la etapa de filmación y cómo pudieron lograr esta magnífica respuesta a la convocatoria?

—Sí, fue complicado, sobre todo para la producción. Hacer coincidir los schedules de estos tres pianistas entre sí y a la vez los nuestros, supuso pequeños inconvenientes. Yo estaba preparando El acompañante, pero por problemas de producción el rodaje se interrumpió. Para mí ese impedimento fue bendito. Viajar de ciudad en ciudad hizo que la música se dinamizara. Cada ciudad imprimió a la película algo más que el paisaje. Cada una influyó en los músicos y sonó con personalidad propia.
 

—La versión definitiva de Playing Lecuona se presentó en el Festival de Montreal, aunque comercialmente se está promocionando en este 2016. ¿Estamos hablando de un documental del tipo biográfico?

—No, no es biográfico, pero obviamente, si nuestros tres pianistas hacen referencia a Lecuona, aun desde lo indirecto aparecen pinceladas de su vida. A mí me hubiera gustado que se hablara menos de lo que se habla. Quizá ese es de los puntos en que más discrepamos los codirectores. Siempre preferí que sonara más la música y que las palabras fueran menos. No obstante, la música es tan potente que sales de la sala con las palabras ahogadas y tarareando alguno de los temas.


«Chucho asegura que Lecuona hoy sonaría como ellos en la película. Si bien sus melodías originales están flotando durante toda la película, estos músicos nos la arrebatan de la memoria y las colocan en otra dimensión. Es bonito apreciar cómo Michel Camilo salda una deuda con un músico que lo ha influenciado desde su niñez; y cómo Gonzalo, quien quizá es el menos arropado por el espíritu de Lecuona, ve el reto en la fidelidad absoluta a la partitura original en uno de los temas. Son tres pianistas muy diferentes, con  personalidades muy definidas. Chucho Valdés es visceral; Michel Camilo, emocional; y Gonzalo Rubalcaba, un intelectual. Todos con una técnica sublime y un mundo interior volcánico».


—¿Cómo fue la experiencia de trabajar con un grupo muy plural, pues se integraron productoras de España y Colombia, mientras en el equipo también coincidieron especialistas de otros países?


—El cine es un idioma universal y da igual de dónde sea la persona con que trabajes. Ya he tenido varios equipos mixtos y todo fluye con normalidad. Si cada quien asume su responsabilidad, no hay nada que afecte la armonía de un trabajo. Esta vez no elegí a nadie, salvo en Cuba, que propuse al staff de producción y a los camarógrafos. Llegué a esta producción como uno más y me sentí integrado desde el inicio. Mi comunicación con Santy Torres, el fotógrafo, funcionó desde el primer día, veíamos la película de la misma manera. Es un fotógrafo con el que quisiera repetir una y otra vez. Lo mismo que con Dany de Zayas, el sonidista. Otro que hizo una gran labor fue Carlos Más, el encargado de grabar la música —la película suena «brutal» y eso es algo que no podía fallar en una cinta de estas características.


Cada ciudad aportó operadores de cámara, equipos de producción, auxiliares, y como profesionales de todos me llevé una buena opinión.


—¿Qué te aportó como realizador esta proximidad a la obra de Lecuona, descubriste en ella alguna faceta de su vida que te resultara significativa?


—No en películas, que a fin de cuentas han sido tres, pero el resto de mi trabajo tiene un importante componente musical. He realizado varios documentales vinculados a la música y ellos hicieron que Juanma Villar se fijara en mí para acompañarlo en esta aventura. Antes que este rodé, por ejemplo, Manteca Mondongo y Bacalao con pan, que fue un acercamiento al surgimiento y la evolución del jazz cubano. Ahí conocí a Chucho Valdés. Asimismo hice la última entrevista en vida a Esther Borja y de ese diálogo salió Rapsodia de Cuba. A estos se unen otro dedicado a Frank Emilio y uno llamado CarHabana, a partir de la unión de jazzistas cubanos con músicos franceses. Mi primer documental junto a Lester Hamlet tuvo como centro a Celina González –por cierto, también fue la última entrevista que concedió antes de retirarse. He realizado y dirigido muchos making of y conciertos, lo que me ha hecho estar muy vinculado a la música. Y te confieso: La música me apasiona más que el cine.


—¿Qué ha sucedido con el documental después del Festival de Montreal?


—No ha dejado de estar en festivales del mundo. Tras el premio en Montreal, estuvo en el IDFA (International Documentary Film Festival Amsterdam), considerado el Cannes de las obras de este género. Luego participamos en la Seminci, Semana Internacional de Cine de Valladolid. En Las Palmas se presentó un concierto de Michel Camilo y se le hizo una exhibición especial en el Festival de Miami. Y ahora recientemente recibió el premio al Mejor Disco Internacional en el Festival Cubadisco 2016. No está mal, ¿no?