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Maykel  Herrera: Dos más Dos no es Cuatro
08July
Artículos

Maykel Herrera: Dos más Dos no es Cuatro

Algunos creadores recorren largas y eternas jornadas para hallar su identidad. El artista Maykel Herrera, graduado en 1998 de la Escuela Profesional de Artes Plásticas de Camagüey, explora y experimenta constantemente nuevos derroteros creativos, proyectando con tenacidad concentrada, sus más profundos deseos.

Habiendo incursionado en el performance y en la abstracción, en el 2000 presentó una serie de profundos cuestionamientos sociales utilizando componentes de la imaginería popular y religiosa bajo el título "Ysla for ever". Sin embargo, desde el 2001, con el proyecto "Luego Existo", su trabajo se concentró en la pintura y ya en el 2004 retomó los retratos.

Herrera ha hecho de la representación de infantes, un sello estético que le distingue. Un momento de transición en su carrera y que lo llevaría a trabajar definitivamente esta línea  de los niños, fue  la exposición personal Príncipes Enanos (La Acacia, 2007). Niños de distintas edades son captados, más bien sorprendidos, por la paleta del pintor en diversas actividades mostrando la candidez de sus expresiones. Estas piezas denotan la precisión de la composición y del dibujo. Por las verdades que emplea, sus cuadros resultan polisémicos, intuitivos, humanistas, reflexivos, tiernos y rudos a la vez. Como todo pintor, expresa sus inquietudes empuñando sus pinceles, desnudando sus sueños mediante líneas para indagar en significativos aspectos de su fascinante oficio.

El retrato es, para Maykel, como el último nivel de la pintura, pues captar la esencia y la psicología del modelo es algo mágico, y un reto para el pincel de cualquier alumno o maestro. Un retrato es un desafío, difícil y dulce a la vez. La producción de este pintor cubano se caracterizó por rondar en la gama de los colores vinos y ocres, pero ahora —sin abandonarla— el rojo, el azul y el blanco aparecen con recurrencia. En las últimas obras se han visto acentuados los colores de la bandera cubana, los cuales incorpora como metáforas para discursar en torno a nuestras  raíces.

En esta etapa, podemos incluir otro diálogo pictórico de trascendencia  espiritual para todos los cubanos, se trata de  la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre que ha sido protagonista de sus más recientes historias. Entre ellas sobresalen las piezas “Pujanza”, “Hallazgo de una sonrisa”, “Plegaria” y “Jardín de agua salada”. Incluso esta imagen tan ecuménica,  se ve consagra a la teatralidad que le ofrecen sus modelos.

En la actualidad, Maykel busca ser más concreto, depurando su torrente de símbolos. Si antes se podían encontrar varios cuadros en uno ahora, trata de decirnos mucho más con menos elementos, más concretos y fuertes. A pesar de que usa la iconografía del niño, su obra no es lúdica. El niño es solo el pretexto para desarrollar una idea, para tocar y atravesar el umbral reflexivo de un público heterogéneo. Estos niños juegan con la ironía, con la sátira y a veces, traen mensajes ásperos e hirientes, apoyan sentimientos removedores de la conciencia del ser humano.

El niño provoca y despierta en el espectador una ternura especial, una cercanía más íntima. Maykel, haciéndose coautor de esa complicidad, entabla sabiamente discursos filantrópicos para desempolvar temas y asuntos de la actualidad social como la guerra, la fe, la emigración, la transculturación, los patrones occidentales, los conflictos del obrero, el liderazgo, el poder, quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.

No hay dudas de que Maykel Herrera se ha propuesto sacudir al espectador para que comparta sus inquietudes existenciales, pues como diría el crítico José Veigas: "es posible esté aún muy lejos, la estación definitiva donde las inquietudes del artista se detendrán".