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Somos: el arte que nos cura
05December
Artículos

Somos: el arte que nos cura

La edición 34 de la Fiesta del Fuego de Santiago de Cuba llegó para reafirmar lo que ya todos habíamos confirmado en las pa-sadas Romerías de Mayo, en Holguín: el proyecto Somos, que lidera el maestro Alberto Lescay Merencio e involucra a sus dos hijos —Albertico, músico, y Alejandro, pintor—, se erige como uno de los grandes sucesos culturales de este año, y sin dudas será referencia obligada cuando se haga un recuento de lo más sobresaliente que haya ocurrido con las artes visuales en la Isla. En Somos todo da fe de la fuerza creativa que invade no solo al autor del monumento al cimarrón y de la plaza que rinde honores a Antonio Maceo en la llamada capital del Caribe —sin discusión entre los más renombrados representantes de las artes monumentales en Cuba—, sino también a sus jóvenes vástagos. Esculturas, pinturas, dibujos, grabados, fotografías, jazz... son de una contundencia artística y conceptual tal que emocionan.

Pero ¿en qué consiste Somos? El pilar de la familia lo ve como un proyecto que “persigue unir voluntades, a las nuevas ge-neraciones con las consagradas; a los blancos con los negros, los amarillos con los rojos, todos en función de la cultura, del arte que alimenta la espiritualidad, que nos hace bien, que nos cura”.

Por su parte Alejandro, quien se considera esencialmente pintor, pero que en esta exposición quiso probarse con el grabado y la fotografía para “buscar otros efectos, explotar nuevas posibilidades”, enfatiza que la sorprendente muestra “no surgió para atraer todas las miradas hacia nosotros ni intentar hallar un lugar dentro de las artes plásticas nacionales, sino para acercarnos aún más espiritualmente, porque no hay nada más espiritual que el arte. Entonces, no es un proyecto familiar, sino uno que imbrica a amigos, que solo quiere que nos sintamos bien".

"Nos hemos dado cuenta de que creando juntos es como mejor estamos, de ahí que nos abrimos a todas las posibilidades de colaboración, como sucedió con el proyecto Ojos, de las esculturas andantes, que dirige Alcides Carlos González Tití, el cual nos ha acompañado tanto en la apertura de la expo en las Romerías de Mayo, como en el Festival del Caribe de Santiago. ¿Nuestro objetivo? Acercarnos más, intercambiar experiencias, conocimientos; crear, llenarnos de buena energía, hacer y hacernos bien".

Albertico, el primogénito, el que nació mientras Lescay estudiaba en la prestigiosa Academia Repin, de Leningrado (1973-1979), en la antigua Unión Soviética, no quiere tampoco escon-der su inmensa satisfacción "por haber sido parte de este maravilloso hecho artístico, espiritual, en el que los diferentes conceptos artísticos se funden de manera orgánica para propiciar la belleza absoluta. Cada vez que el público responde a nuestra convocatoria la experiencia resulta inolvidable, y es que Somos se inició con un enorme compromiso ético, humano.

“Somos es el resultado natural de lo que ha venido sucediendo entre mi padre y nosotros desde que éramos niños. Como regla, las exposiciones que él prepara se inauguran con un suceso cultural integral, interactivo, o multicultural: siempre está la presencia de la danza, del teatro, del audiovisual o de la música”.

De ahí que Albertico no sienta que esté realizando algo extraño, raro, poco usual. Ello explica que sus composiciones, al estilo de Invasión, que interpreta junto a su proyecto Formas, den la sensación de que se concibieron para que las piezas adquieran una dimensión superior, casi divina, mágica.

Se trata de piezas que consiguen clasificar dentro de ese selectísimo grupo destinado a las verdaderas obras de arte, algo que, como enfatiza el mismo Alberto Lescay, extrañamente se logra; porque se necesita un estado de gracia que él sin embargo, aunque no lo admita por auténtica modestia, conoce muy bien.

Lo mejor, tal vez, es que no se lo crea. Así seguirá preguntándose quién es y a qué vino a este mundo y, consciente de sus virtudes y defectos, continúe armándose un estilo de vida. “Una manera en la que yo pueda ser feliz para hacer felices a los demás en la medida de lo posible”.

“Siempre he tenido la necesidad —lo fui descubriendo con el tiempo— de llevar adelante proyectos sociales, sobre todo en el mundo de la cultura, que también le atañen a otros colegas, a otros artistas. De ese modo surgió la Fundación Caguayo, a la que le dedico mucho tiempo y abundante amor, el mismo tiempo que dedico con idéntica devoción a la creación, porque me complace hacer las cosas bien. Me causa mucho daño la chapucería, la grosería, lo sucio, tanto en el orden ético como estético. Ello explica que sea un esteticista, un apasionado de lo bello. Lo bello es la meta fundamental de mis acciones”.