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Caridad del Cobre la Virgen Mambisa
14February

Caridad del Cobre la Virgen Mambisa

Esfinge de la Virgen de la Caridad del CobrePara los cubanos, la Virgen de la Caridad del Cobre no es solo un mito o símbolo religioso, es parte de su identidad como nación.

Es sabido que la conquista de América fue concebida como una cruzada y que los reyes católicos y la Iglesia de Roma marcharon de acuerdo con ello. El Papa no estuvo ajeno a esto. El significado político de este hecho fue trascendente para el hombre americano, y, por ende, para el cubano.

En Cuba, como en América, al encomendero se le exigió la evangelización de los indios. Sin embargo, esos indios solo recibieron un barniz de educación religiosa que no iba más allá, en la mayoría de los casos, de aprender de memoria el padrenuestro, el credo y el avemaría.

Los aborígenes apenas si cambiaron, en mente y corazón, sus creencias religiosas. La transmisión de la religiosidad a los hijos mestizos que proliferaron desde el mismo comienzo de la conquista en el siglo XVI se produjo por vía materna, de madre a hijo.

Luego ocurrió lo mismo con el esclavo africano, a quien debía inculcársele la fe católica. El esclavista se la inculcó con la misma superficialidad y desinterés de aquel que está convencido de la imposibilidad de transmitirle a un animal las vivencias espirituales y su credo.

Vale decir que, con el tiempo, siempre que la iglesia católica trató de aumentar su pureza teologal y ritual, se incrementaron las manifestaciones e interpretaciones populares del catolicismo. No hablemos de los intereses económicos que iban unidos a todo esto, y que por ende las jerarquías eclesiásticas transigían en interpretaciones religiosas que no estaban acordes con una rigurosa interpretación cristiana. En este marco surge la leyenda-mito de la Virgen de la Caridad.

Corría el mes de octubre de 1812. Los hermanos Juan y Rodrigo de Hoyos, indios nativos y moradores de Barajagua, de oficio ranchadores y monteros, invitaron a Juan Moreno, negrito de 10 años y esclavo del rey, para ir en busca de sal a las pequeñas salinas de la bahía de Nipe, dentro de la jurisdicción del hato. Descendieron en canoa por el río Barajagua hasta el Nipe y por él salieron a la bahía. Estando ya en el mar, les sorprendió una tormenta y tuvieron que refugiarse por tres días en un cayo.

Juan Moreno, ya de 85 años, en 1687 dejó su testimonio: «…y habiendo ranchado en Cayo Francés, que está en medio de dicha Bahía de Nipe, para con buen tiempo ir a la salina, estando una mañana la mar en calma salieron de dicho Cayo Francés antes de salir el sol los dichos Juan y Rodrigo de Hoyos y este declarante.

»Embarcados en una canoa para la dicha salina y apartados de dicho Cayo Francés, vieron una cosa blanca sobre la espuma del agua que no distinguieron lo que podía ser, y acercándose más les pareció pájaro y ramas secas. Dijeron dichos indios, parece una Niña, y en estos discursos, llegados reconocieron y vieron la imagen de Nuestra Señora de la Virgen Santísima con un niño Jesús en los brazos sobre una tablita pequeña y en dicha tablita unas letras grandes las cuales leyó Rodrigo de Hoyos u decían, “Yo soy la Virgen de la Caridad” y siendo sus vestiduras de ropaje se admiraron que no estaban mojadas. Y en esto llenos de gozo y alegría, cogiendo solo tres tercios de sal se vinieron para el hato de Barajagua».

Regresaron a Barajagua, a «donde estaba Miguel Galán, Mayoral de dicho hato y le dijeron lo que pasaba, de haber hallado a Nuestra Señora de la Caridad. Y el dicho Mayoral muy contento y sin dilación envió luego a Antonio Angola con la noticia de dicha Señora al Capitán Don Francisco Sánchez de Moya, quien administraba las minas del Cobre, para que dispusiese lo que habría de hacerse.

»Mientras llegaba la noticia pusieron en la casa de vivienda de dicho hato un altar de tablas, y en él a la Virgen Santísima, con luz encendida».

»Y puesta en su altar esta Divina Señora dicho indio Rodrigo de Hoyos cuidaba de encender la lámpara y yendo de noche a reformar dicha lámpara, no hallaba a esta Divina Señora en su altar, y dando voces dicho Rodrigo de Hoyos al Mayoral y demás personas que venían, hasta veintiuna las personas que estaban en dicho hato de Barajagua, les decía que la Virgen Santísima no estaba en su altar. Y haciendo todas las diligencias no la hallaron en su casa. Y al otro día por la mañana, volviendo a la casa, la hallaron en su altar, los vestidos mojados…».

De los milagros de la Virgen de la Caridad, el mayoral del hato de Barajagua, Miguel Galán, informó al capitán Francisco Sánchez de Moya, quien, luego, dispuso que fuera hasta el hato de Barajagua el padre Bonilla, religioso de San Francisco que estaba administrando el curato de Santiago del Prado. Lo envió acompañado de toda la infantería del Real de las minas del Cobre y mucha gente del lugar para que trajese a la Virgen Santísima.

En unas andas en procesión la llevaron a Santiago del Prado, el Cobre, y la pusieron en un altar en la iglesia parroquial del lugar, mientras le construían una ermita.

Santuario del Cobre, Santiago de CubaEn este contexto surgió el culto a la Virgen de la Caridad del Cobre, a comienzos del siglo VII, con el mestizaje. Emergió como representación universal de la maternidad, la madre tierra, el amor maternal, con la sensibilidad de indios y esclavos «tomó una cualidad nueva, la cualidad política, ya que servir de exponente de la condición criolla implicaba, por ende, asumir con plenitud meridiana los derechos de conciencia colectiva».

Todo se originó un tanto naturalmente, en el transcurso de sus vivencias sociales, dentro del límite de espontaneidad concebido entre seres conscientes que adquieren una ideología y una mentalidad colectiva. La Iglesia católica, como en otras muchas oportunidades, intervino cuando ya la situación era inobjetable: el culto popular se había formado y ahora fue necesario constreñirlo, someterlo a los requerimientos institucionales.Ocurría a fines del siglo XVII, cuando ya los cobreros levantaban, con sus propios recursos, un santuario dedicado a la virgen de la Caridad del Cobre.

«En el ámbito político, ya menos espontáneo fue que los cobreros convirtieron el culto a la Virgen de la Caridad del Cobre en la mejor defensa para su condición de criollidad. Su veneración inmiscuía la fe de la comunidad en su derecho a la tierra como heredera de los naturales y la erección del santuario demostró su capacidad para organizarse y gobernarse autónomamente». (1)

Por escrito no ha quedado nada en relación a desde cuando a la Virgen de la Caridad del Cobre se le comenzó a llamar la virgen mambisa. Sin embargo, se puede afirmar, por los muchos testimonios dejados, que su imagen acompañó a los insurrectos en los campos de Cuba.

Por tradición oral se dice que la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre que presidía el segundo altar de la Iglesia Santo Tomás, de Santiago de Cuba, en la Guerra Grande (1868-1878) fue llevada a la manigua y luego repuesta en su lugar.

Muchos fueron los mambises que a lo largo de toda la contienda por la emancipación de Cuba acudieron al Cobre para pagar promesas, dejar sus ofrendas, dar las gracias por la protección brindada por la Virgen de la Caridad. Tal vez, por estas razones fieles y heroicos mambises escribieron una carta al Papa Benedicto XV, fechada en el Santuario del Cobre el 24 de septiembre de 1915 y firmada por el general Jesús Rabí, otros seis generales, oficiales y soldados hasta un número de doscientos, solicitándole que se proclamara a la Virgen de la Caridad del Cobre Patrona de la República de Cuba. El Sumo Pontífice accedió a la petición y el 10 de mayo de 1916 firmaba el decreto de su proclamación.

«El auge del culto a la Caridad del Cobre coincidía con la recuperación de la confianza del cubano en su destino independiente, en la valía de su personalidad. Por eso no es de extrañar que Liborio —imagen del cubano sufrido—, guajiro veterano de las guerras de independencia, en oportunidades, los 8 de septiembre, fuera representado de visita en El Cobre para pagarle a Cachita una promesa».

Ambas expresiones: Liborio y Cachita, como cariñosamente le llama el pueblo a la Virgen de la Caridad, son símbolos de identidad, de cubanía: una exaltada manifestación del orgullo de ser cubano.