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El ISA auspicia y propone
13May
Noticias

El ISA auspicia y propone

 

Por Héctor Bosch

 

Considerar al Instituto Superior de Arte (ISA) como una «catedral» de la creación resulta una paradoja. La heterodoxia que se respira entre sus cúpulas se hace evidente en las muestras exhibidas durante la Oncena Bienal de La Habana.

 

Bajo las cubanísimas palmas, el francés Philippe Perrin ha situado un enorme fusil AK conformado con tejido de camuflaje en forma de atrincheramiento. El simbolismo se mueve desde la cultura de la resistencia del pueblo cubano hasta el sentido más abierto en la metáfora de vivir en lucha constante.

 

Al cruzar un paso peatonal concebido como un código de barras (cuánto cuesta cruzar por la vida), se encuentra la instalación de José Ángel Vincench, a la entrada de la Facultad de Artes Plásticas, y sorprende por la dinámica y el volumen de impecables carritos blancos que parecen querer arrancar unidos.

 

En el pasto, una enorme tribuna solitaria se yergue sobre el rebaño, todo hecho de cartón. Evidencia la fragilidad de la existencia y también de los discursos que la sustentan.

 

Cada cúpula alberga muestras disímiles en formatos, técnicas y temáticas, aunque en general se hace patente que el alto centro de estudios nunca separa las prácticas artísticas de los imaginarios sociales.

 

Visitantes foráneos y nacionales coinciden en valorar la calidad de las piezas y el legado de la formación académica en el ISA, al apreciar el desempeño de jóvenes egresados del quinto año de estudios.

 

Citemos, por ejemplo, a Mabel Poblet, cuya carrera ya está en franco ascenso, quien establece un diálogo entre violentas imágenes fotográficas en cajas de luz y una vitrina que expone diversos tipos de armas blancas.

 

David Enríquez pasa la frontera y se apoya en la música para dar expresión plástica a su interpretación de los problemas de la agricultura y su reflejo en la prensa cubana, en la obra Pensar en el pienso.

 

Pero si de eso se trata, las ocurrentes y bien concebidas obras de videoarte de Yamil Garrote (Reforma agraria y La vaca), junto al video-instalación del origami, comunican de inmediato con el espectador avisado, a través del testimonio de una persona común.

 

A la salida, uno se percata de que la valla situada allí es también una obra de arte: con la iconografía de la Coca Cola, resalta la frase Arte Contemporáneo. Solo dos palabras, se titula la instalación de Carlos Raúl Aguilar, y basta el marco referencial para abrir con ellas múltiples lecturas.

 

Ha sido un recorrido a vista de águila por una muestra extensa en sus formas y sus contenidos. Un avance, tal vez, de lo que el futuro inmediato depara a las artes visuales en Cuba. El ISA vuelve a ser acogedor de las propuestas de artistas de renombre, donde están como pez en el agua. Y además, hace las suyas.