Por Jorge Fernández Era
El filme cubano Los sobrevivientes, de Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996), fue exhibido en una copia restaurada como parte de la programación del 38 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. La cinta se une, en la sección «Clásicos restaurados», a otras dos del más importante realizador de la historia del cine cubano: Memorias del subdesarrollo (1968) y Una pelea cubana contra los demonios (1971), así como a otro clásico de la sala oscura: Retrato de Teresa (1979), de Pastor Vega.
Los Orozco, una familia de la alta burguesía cubana, amparada en la ilusión de que los días de la Revolución triunfante están contados, decide enclaustrarse en su mansión e ignorar lo que ocurre tras el perímetro de su finca. La realidad les pasa por encima, y los «valores» que han defendido terminan desintegrándose junto a su riqueza en una involución inevitable. De eso y mucho más trata esta inolvidable tragicomedia que, posiblemente, haya constituido la película más popular de cuantas haya filmado Titón en su prolífica vida. Considerado tras su estreno uno de los filmes más notables en el Festival Internacional de Londres, cuenta con un impresionante elenco encabezado por los actores Enrique Santiesteban, Reinaldo Miravalles, Vicente Revuelta, Carlos Ruiz de la Tejera, Ana Viñas, Carlos Moctezuma y Germán Pinelli, y secundados por Silvia Planas, Ángel Espasande y los aún bisoños Jorge Alí, Patricio Wood y Lilian Rentería.
En la presentación especial del cine 23 y 12 —que contó con la presencia de la actriz Mirtha Ibarra, compañera de Titón, y del editor del filme, el esencial Nelson Rodríguez— el crítico e investigador Juan Antonio García Borrero hizo mención al hecho de que Los sobrevivientes se enmarca en un periodo de la década de los setenta en que las películas de Tomás Guitiérrez Alea tratan de hablar del pasado. «Conociendo al gran autor que fue, no estaríamos hablando simplemente de un cine historicista, sino de un pretexto para, a través de la historia, reflejar el presente e incluso proyectarse hacia el futuro».
Nelson Rodríguez expresó que esta película fue la última que hizo con Titón, y que en el guión, cuando se leía, no sobraba nada. Sin embargo, fue otra la percepción al editarla. «Cuando el muñeco estaba armado, ya en imágenes, nos dimos cuenta de que había que retocarla, y fue una película compleja en ese sentido, pues estaba muy desbalanceada entre las diferentes etapas por las que atraviesa la familia. Fue difícil, pero yo aprendí mucho con él».
Luciano Castillo, director de la Cinemateca de Cuba, leyó una carta dirigida a los presentes por Josef Linder, del Archivo Cinematográfico de la Academia estadounidense, quien asistiera en el Hotel Nacional al Coloquio sobre Clásicos Restaurados, pero no pudo estar presente en la exhibición de la cinta. Linder apuntó que el material fílmico estaba muy dañado, tanto que presentaba moho en la emulsión, producto de la humedad de nuestro clima, pero que gracias a los últimos adelantos tecnológicos pudo constatarse una significativa mejora tanto visual como auditiva.
«La restauración en el cine de estos clásicos del cine cubano —destacó Luciano— tiene un impacto directo en el legado del séptimo arte, pues forman parte de nuestra cultura e idiosincracia».