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Ballet Nacional de Cuba: Prólogo de un nostálgico programa
07April

Ballet Nacional de Cuba: Prólogo de un nostálgico programa

Por Toni Piñera / Foto: Nancy Reyes

Como notas musicales en movimiento de las que se apoderaron los bailarines fueron: Prólogo para una tragedia, Celeste y fragmentos del segundo acto de El Lago de los cisnes, piezas que llenaron una noche feliz de la mano de un muy acertado programa, el pasado sábado, en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, que en las últimas semanas, ha sido testigo de un conjunto de funciones del Ballet Nacional de Cuba en las que han danzado, junto a los bailarines, nostalgias/recuerdos/realidades, que hablan de un largo tiempo sobre las tablas, y de una Escuela que sigue su camino a pesar de todo. Cada vez que asoman piezas emblemáticas que un día dejaron estelas de buen gusto, creatividad, sonoras ovaciones y nombres que hicieron historia en las filas de la compañía, regresa cierta añoranza en quienes vivimos aquellos tiempos.

Una de ellas es Prólogo para una tragedia, de Brian McDonald, que asomó como como “plato fuerte” de unas presentaciones donde se pudo observar la variedad coreográfica y de estilos que se mueven dentro del BNC, y la capacidad de los bailarines clásicos para enfrentar cualquier reto. Una pieza que destaca por el trabajo de diseños de grupo y la vitalidad de cada uno de los bailarines, y en particular los protagónicos resulta Prólogo..., del célebre coreógrafo canadiense, un ballet que es siempre bien recibido por el público ante cada puesta. Con música de Bach y diseños de Salvador Fernández, la obra fue estrenada en el 6to. Festival Internacional de Ballet de La Habana con rotundo éxito hace 40 años (1978). Está basada en la tragedia de William Shakespeare, y en ella McDonald refleja la boda de Otelo (Ariel Martínez) y Desdémona (Ginett Moncho), la amistad de Cassio (Narciso Medina), quien cerrará el triángulo amoroso, y ya desde ese prólogo las maquinaciones  y bajas pasiones de Yago (Darío Hernández), así como los preparativos de los festejos por éste y su esposa, Emilia (Ely Regina).

En la labor de los protagonistas, es menester destacar a Ariel Martínez en Otelo. El juvenil bailarín, quien ha dejado en los últimos tiempos una estela de excelentes interpretaciones, si bien resaltó en su debut, en la técnica con saltos descomunales, giros, y mucha fuerza escénica, toca ahora  matizar un poco más la labor interpretativa para penetrar hasta el último rincón del célebre y controvertido personaje en el que, sin lugar a dudas, evidenció estar preparado para empeños mayores. Mientras que la Desdémona (Ginett Moncho) fue, sin lugar a dudas, perfecta, regalando una clase de estilo, buen gusto, delicadeza, y una técnica acomodada con la que subyugó al público presente, que los ovacionó hasta el delirio. Ambos, se entregaron con todo, y “dibujaron” una pareja de altos quilates, que nos rememoraba otros tiempos (de oro) de la compañía. Por esa cuerda creativa danzaron también una Ely Regina , plena y vital en la Emilia, Darío Hernández  convenció en el Yago, al cual dotó de inusitada fuerza/expresividad, así como el novel Narciso Medina en el Cassio, –ambos debutantes también-, en el que desató sus condiciones dancísticas con brío, pero debe cuidar la limpieza de los movimientos…

Si las cinco primeras figuras entregaron por completo al público su arte con buen nivel técnico, el cuerpo de baile hizo un loable esfuerzo por estar a la altura de ellos, y no cabe dudas de que completó la realización, para de esa manera hacer una puesta en escena vistosa. El programa incluyó también Celeste, de la coreógrafa belga-colombiana Annabelle López Ochoa, pieza de una notable elegancia visual, raíces clásicas con tonos contemporáneos y un concepto bien definido, donde sobresale la búsqueda de la línea. Inspirada en el concierto para violín y orquesta en Re opus 35 de Chaikovski, esta obra la creadora la vio en sus sueños. Celeste es una estrella que brilla, “moldeada” en las frágiles siluetas de tres bailarinas que danzan en un cielo oscuro en la noche, representado por 10 bailarines… Así reza en el programa, la introducción a la obra que fue muy bien traducida al movimiento por las intérpretes: Viengsay Valdés/ Claudia García y Yanlis Abreu, junto a Raúl Abreu, Rafael Quenedit y Patricio Revé, junto al cuerpo de baile, y en la que el diseño de luces del laureado Michael Mazzola fue también protagonista de este trabajo que se mueve en la galaxia, así como el acertado diseño de vestuario de la holandesa Dieuweke van Reij, que enriquece la coreografía. La otra hermosa estampa fue protagonizada, el sábado, por Sadaise Arencibia (Odette) y Raúl Abreu (Príncipe Sigfrido), en escenas del segundo acto de El Lago de los cisnes.

El próximo fin de semana regresan al GTH Alicia Alonso, con nuevos debuts de jóvenes intérpretes del BNC.