Del COVID-19, el arte y otros demonios

Sin lugar a dudas, la situación que vive el mundo con la aparición de la COVID- 19, es terrible. Sus estragos ponen a prueba los sistemas sanitarios de todos los países y las economías ya sienten los estragos de sectores tan importantes, como, por ejemplo, el turismo.

Sin embargo, y sin ánimo de parecer “cándidos” o demasiado optimistas, un fenómeno en el ámbito del arte se vislumbra como positivo. A raíz del necesario aislamiento de las personas, la cancelación de ferias y el cierre forzoso de las instituciones culturales en las que habitualmente se aglomeran las personas, surgen a cada instante iniciativas que permiten socializar el arte y regresarlo a su primigenia función de brindar placer estético sin que medie el “poderoso caballero Don Dinero”

Así las cosas, los músicos se unen para crear festivales y dar conciertos desde casa e instituciones como la UNESCO permiten el acceso a sus bibliotecas de manera gratuita; los museos aprovechan para promocionar sus visitas virtuales y distintos artistas visuales colocan sus colecciones en sitios con acceso gratuito. A su vez, los ídolos de muchos, se unen a campañas de concientización social en busca de frenar la pandemia y aprovechan su influencia en el bien común.

Cuando pase la catástrofe y desde la distancia, tendremos que preguntarnos si este periodo no ha sido, al menos en el arte una ganancia, en tanto casi de manera espontánea se ha despojado de su traje mercantilista y de la mano de la solidaridad ha llegado a los que más necesitan de consuelo.  

Entre tanto quedará en el aire la pregunta, ¿había que esperar al desastre para que florecieran iniciativas tan loables? Esperemos que lo que ha sido una solución en tiempos de crisis se convierta en práctica habitual.  

En portada: Cartel del Festival #YoMeQuedoEnCasa

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