Skip to main content
El mundo en un escenario. Día Mundial del Teatro
27March
Artículos

El mundo en un escenario. Día Mundial del Teatro

En 1934, Federico García Lorca estrenaba Yerma en el Teatro Español de Madrid. La obra fue todo un éxito y se representó en hasta 137 ocasiones. En la número 100, Lorca leía el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de forma inédita. En todas, Margarita Xirgu fue la encargada de dar vida a aquella mujer desesperada por no poder concebir un hijo. Un retrato de la sociedad y la mujer a principios del siglo XX que a día de hoy-por cierto, día Mundial del Teatro- es considerado una de las mayores obras de la literatura en castellano. El 18 de agosto de 1936, el día en el que Lorca viajó a su querida Luna, Margarita cambió las palabras de la obra. “Yo misma he matado a mi hijo” se convirtió en un desgarrador “Han asesinado a mi hijo”. La actriz jamás abandonó esa obra y la dirigió hasta sus últimos días. A sus 79 años, teniendo problemas para caminar, se subía al escenario para ayudar a sus actores a encontrar el camino. Nunca dejó de hacer lo que amaba, y es por eso que se la recuerda siendo tan inmensa, al igual que a su gran amigo. Lorca mira ahora de nuevo al Teatro Español desde el exterior, convertido en escultura y con claveles en sus manos. Una paloma alza el vuelo.

Cuando un actor se sube al escenario, solo está presente su personaje. El ambiente que están interpretando es el real, si el decorado es un armario y una cama, ese es el dormitorio en el que duermen todas las noches. Desde las butacas, la escena se convierte en todo el mundo que existe. La vida es así, la vida son esos actores, es ese paisaje pintado de azul que se ve a través de una ventana portátil de madera. No existe absolutamente nada que distraiga nuestra vista.

Lola Herrera estuvo durante 40 años consiguiendo ese efecto en el público. Cinco horas con Mario es, más que su obra, su vida maestra. Miguel Delibes escribió esta novela en 1966 y fue adaptada para los telones 13 años después. Desde su estreno, fue ella quien encarnó a Carmen Sotillo, la viuda de Mario. En un soliloquio le reprocha todo lo que no pudo tener en su matrimonio y repasa todo lo que siempre quiso decir y calló. Carmen también es un retrato vivo de los años 50, al igual que Yerma lo fue de los 30. El teatro es un espejo en el que se ve lo que fue, lo que nunca ocurrió y lo que pudo ser, como en Hombres en Escabeche, de Ana Istarú. En ella, una joven vestida de novia narra todas sus historias de amor y desamor, reflexionando acerca de la percepción que se tiene en Latinoamérica del género femenino.

Podemos volver al símil del espejo las veces que queramos. Incluso en la obra más disparatada, el alma del ser humano es el ente más visible. En Angels In América, las personas somos fantasmas o seres alados y, aun así, somos partícipes de las mayores problemáticas de los Estados Unidos en los años ochenta. En Orlando, obra de Virginia Woolf que ha sido adaptada en Londres e interpretada por Emma Corrin, no se necesita una gran puesta en escena, solo con la fuerza y la presencia escénica se narra a la perfección la historia de aquel hombre que un día al despertarse se había convertido en mujer y tenía que cambiar su vida al completo. En Hamilton, musical de Broadway, el pop y el rap forman parte de una América ambientada en el siglo XVIII, y eso no le hace perder el sentido.

Como vemos la sociedad es siempre lo que queda reflejado en el arte, pero el teatro lo lleva más allá. Es la composición pictórica, la performance, las palabras y el tacto escultórico. Es una síntesis del trabajo en equipo, la expresión humana en todas sus formas. Porque el mundo es un teatro, diría el icónico y trágico Shakespeare, y es cierto que la vida puede verse si abres bien el telón.

En portada: Federico García Lorca, Margarita Xirgu y Cipriano Rivas tras el estreno de “Doña Rosita la soltera”. Museo Nacional del Teatro de Almagro. Ministerio de Cultura.