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Boullosa, Costa, Zabala. Por entre los intersticios de la tradición
06March
Artículos

Boullosa, Costa, Zabala. Por entre los intersticios de la tradición

Con la publicación del único número de la revista Arturo, en 1944, nació el primer movimiento de arte abstracto en la Argentina. Un arte que inventa, y se opone a los símbolos y al automatismo que predicaban sus contemporáneos los surrealistas. La pintura se alejaba de la representación, se convertía en autónoma, concreta, en tanto no reproducía ni copiaba objetos. Una estética de orden matemático, racional, parecía ser lo más apropiado para estos artistas en lucha por la vigencia del proyecto moderno. En el contexto de la reconstrucción que siguió a la posguerra, los concretos, adhirieron al humanismo revolucionario socialista. Desde entonces, se estableció una extensa tradición geométrica en el arte argentino que llega hasta distintas generaciones del arte actual.

 

En julio de 2010, presentamos en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires, la exposición Monocromos, de Eduardo Costa, Horacio Zabala y Marcelo Boullosa, tres artistas contemporáneos que renuevan la reflexión sobre el grado cero de la pintura. Geometría y conceptualismo confluyen en la experimentación con los monocromos que, nacidos en el seno de las poéticas del arte moderno, siguen en la actualidad acogiendo distintos significados. Los monocromos hablan de la historia de la pintura desde su materia hasta sus significados. De su cualidad objetual y su significación autorreferente: “lo que ves es lo que ves”, decía Frank Stella. Pero toda tradición conlleva su propia lógica de ruptura, así el monocromo se resignificó en el arte contemporáneo atento a filtrarse por los intersticios de la tradición internacional y local, desarrollando una crítica a los conceptos de arte y percepción planteados por las vanguardias. Los monocromos actuales pueden referir a temas y narraciones que la ortodoxia modernista hubiera tildado de espurios.

 

Los monocromos volumétricos de Eduardo Costa son un homenaje a la materia constituida en forma. Realizados íntegramente con pintura acrílica morosamente aplicada capa sobre capa, otorgan a la pintura una condición de la que históricamente carecía: la tridimensionalidad. En 1994, Eduardo Costa comenzó a elaborar estas obras. En el mismo camino que en la Historia del Arte, Costa luego llevó sus pinturas volumétricas naturalistas, a la geometría (esferas, cilindros, paralelepípedos) e inmediatamente a la abstracción, con sus actuales “monocromos expandidos”,fragmentos de paisajes. Efectivamente, la obra de Costa se ensambla para continuar y, en ocasiones romper, diversas tradiciones pictóricas internacionales y locales. Si los monocromos geométricos, formalmente sintonizan en la frecuencia del arte concreto y posteriormente del minimalismo, por su reducción expresiva y significativa, no es menos cierto que son también las “formas liberadas de su marco” por las que pugnara el maestro argentino del Perceptismo,Raúl Lozza. Los concretos rioplatenses fueron quienes utilizaron con un programa muy combativo el marco recortado, el shaped canvas, que luego también desarrollara el minimalismo americano. Así, propusieron una pintura cuyas formas en el plano fueran las que determinasen el contorno del marco: un modo más de alejarse de la representación, el de abolir el formato ventana al que el marco históricamente remite. Lozza, en un paso aún más adelante, extrajo a las formas del plano de la representación, la tela, para colocarlas directamente sobre el muro. Formas concretas que no se representan sino a sí mismas, sobre superficies concretas, el espacio, el ambiente.

 

Eduardo Costa señala: “el monocromo está llamado a encarnar por excelencia las ideas de una pintura conceptual porque su reducción al mínimo del color y de toda peripecia de la pintura, lo habilita como vehículo ideal de otros contenidos, nuevos para la exuberante tradición de la pintura bidimensional, en la cual el color brindó no sólo el placer de su contemplación sino su capacidad de enriquecer una narrativa, de exaltar un clima, de alejar algunos objetos y acercar otros, de cargar aspectos del cuadro de simbolismos y otros significados culturales que dotan al color de parte de su riqueza”.

 

En la actualidad, Horacio Zabala proyecta e instala una sintaxis de monocromos que son hipótesis lingüístico-visuales. Oraciones de mínima significación que, no obstante, sugieren un sentido connotativo, una cadencia, una entonación, como si se tratara de música a la que sólo accede aquél que sabe leerla. Una metáfora de los códigos implícitos para la comprensión del arte.

 

“La Serie de las hipótesis, es una investigación en curso sobre las relaciones entre monocromos (pintura sin imagen ni composición) y signos (gramaticales o matemáticos). Aunque tanto unos como otros son presencias visibles, mi interés no sólo se orienta hacia lo que se ve, sino también hacia lo que se piensa de lo que se ve. En términos generales, me interesan más las relaciones entre las cosas que las cosas en sí mismas”, señala Zabala.

 

Formado arquitecto, desde sus años en el Grupo de los 13, Zabala nos ofrece sus “anteproyectos” como “premeditación de un problema, la condensación de un ensayo, el resultado de una sospecha”. A su juicio, el croquis o el boceto, términos comunes en el arte, están demasiado próximos al gesto y a la improvisación. En contraposición, los anteproyectos señalan correspondencias, enlaces y analogías entre monocromos y signos. No resuelven el acertijo, son un planteo “racional”, al menos en sus formas, de las “premeditaciones y sospechas” que los motivaron.

 

De una generación posterior, Marcelo Boullosa comienza a actuar a finales de los 80. Siempre dentro de la geometría, a principios de los 90, se apropió de una imagen que invadió todos los registros de la realidad circundante: el código de barras. Boullosa usó los códigos como figuras geométricas per se, pero también simuló usarlos para codificar lo incodificable, la especificidad de cada uno de sus monocromos. En la actualidad, carga a sus pinturas de una relectura del arte óptico-cinético, tendencia a la que el arte argentino realizó destacados aportes con figuras internacionales como Julio Le Parc, Gregorio Vardánega y Martha Boto, entre otros.

 

Brillos sutiles destellan según nos desplacemos ante las pinturas de Boullosa. Rodeados de un marco blanco pintado, sus monocromos nos recuerdan con insistencia que la pintura es un cuadro, una ventana que representa una fracción del mundo. Mundo que, actualmente y cada vez más, es el de una pantalla de computador.

 

“En cada monocromo planteo una mínima variación tonal y lumínica”, señala Boullosa. Idénticos en su formato (cuadrados) el espesor de los bastidores varía produciendo distintos efectos de luz y sombras cuando se los ve instalados en la grilla virtual que forman en la pared. La geometría de la grilla los ordena, equilibrando el desorden que producen las diferentes alturas y la arbitrariedad de la composición. “Esto siempre me interesó, que mi obra tenga el aspecto de un rigor geométrico que, en realidad no cumple. El orden se desvanece apenas el ojo empieza a buscar equilibrios, relaciones matemáticas o reglas de composición. Busco el desvío sutil, leve, de aquello que constituye la norma”.

 

La reunión de estos tres artistas permitió constatar la vigencia de la geometría y cómo ésta se ha nutrido de una mirada conceptual. Boullosa, Costa y Zabala, cada cual por su vía, aportan a la prolífica tradición abstracta del arte argentino.

 

Buenos Aires, enero 2011

 

MARCELO BOULLOSA (Buenos Aires, 1956):Pintor y dibujante autodidacta, centra el interés de su obra en un cruce entre la geometría y los procesos sociales contemporáneos. En estadía de estudios en Washington, DC, realizó el libro de artista, Save and Safe, visión crítica de las obsesiones de la sociedad estadounidense

 

EDUARDO COSTA (Buenos Aires, 1940):Formado en las letras y la plástica, desde los años 60, produce un juego de cruces entre géneros y lenguajes, intercambio y traducción de información. En 1966, en Buenos Aires creó junto a Roberto Jacoby y Raúl Escari, el género “arte de los medios”, una manifestación pionera del conceptualismo latinoamericano. Participó de la vanguardia neoyorkina junto a Scott Burton, Vito Acconci, Hannah Weiner y John Perreault, entre otros. Desde 2002 reside en Buenos Aires.

 

HORACIO ZABALA (Buenos Aires, 1943): En 1971 integró el Grupo de los Trece del Centro de Arte y Comunicación (CAyC), grupo interdisciplinario que la crítica internacional denominó como practicantes de un “conceptualismo ideológico”.Junto a Edgardo Vigo realizó la primera exposición de arte correoen la Argentina (1975). Desde Europa donde residió entre 1976 y 1998, trabajó en distintos proyectos, entre ellos, varios libros de artistas de los cuales es autor o editor. Además de la actividad artística, escribe sobre teoría del arte.