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Dejarse ver
07July
Artículos

Dejarse ver

En la esquina inferior derecha hay un pequeño mapa de Cuba. Un dedo pulgar podría taparlo. Bajo él navega una inscripción en búlgaro que anuncia la colección cubana. No conozco siquiera una palabra en búlgaro. A pesar del registro afectivo que se remonta a aquellos aceites perfumados de rosas búlgaras cuyos aromas bautizaron a casi todos en la Isla hace ya más de cuarenta años, nunca logré retener nada del idioma. La catedral de San Jorge y la hermosa Sofía quedaron en el anecdotario de viajes de antaño, que conducían a los cubanos por los otrora países socialistas a un precio que sus salarios de obreros alcanzaban a pagar.

Lo que podría quedar oculto bajo el dedo, alcanza relevante visibilidad en el título: Faces, Bodies, Personas. Y más en una especie de subtítulo: Tracing Cuban Stories. Se trata de un libro de fotografías de Babak Salari publicado por Janet 45 Print and Publishing[i] y que ofrece bilingüe (inglés/búlgaro) una nota de entrada de Thomas Waugh[ii] y un apreciable texto introductorio de Norge Espinosa.

Babak Salari nació en Shiraz, en 1959, pero se educó en Concordia University y Dawson College. Su especialidad –por llamarle de algún modo– es la fotografía documental en blanco y negro. Vive en Canadá hace más de veinte años; desde allí estudia y se adentra en las identidades diaspóricas y las marginalidades. Su trabajo mostrando los efectos de la ocupación en Irak sobre las mujeres y los niños, sus fotografías de refugiados palestinos, su documentación de la realidad afgana lo convierten en un activista cultural capaz de convivir con cualquier tensión social y hacer que sus imágenes devengan metáfora, encarnación y sustento de una filosofía de lo improrrogable.

Faces, Bodies, Personas...agrupa dos series de fotos. Abre páginas Bodies and Personas que, a su vez, deriva de la serie Queer at the Margins of Society donde se reúnen fotografías de gays y travestis de La Habana. Y a continuación puede ser vista Faces, colmada de retratos de escritores y artistas cubanos.

Thomas Waug se sorprende agradablemente de esta fusión, de este estar juntos, de este vis-à-vis: “And it is amazing how felicitously the two sub-groups come together”. Es la hermosa extrañeza que sacude a muchos espectadores. Es la hermosa y peligrosa extrañeza. El hecho de la sorpresa ya delata un engranaje que no va bien. Algo no encaja pero no en el muestrario de fotografías de Salari, sino en los espectadores.

No debería ser extraño, no debería resultar amazing, esta nueva posicionalidad de márgenes y cánones. Pero acostumbrados como estamos a jerarquizaciones y exclusiones, ciertos equilibrios producen extrañeza. Babak Salari estabiliza, nivela, hace justicia. Vuelve visible lo relegado y sin exotismos ni publicidades retrata el rostro que está detrás de las máscaras. O la máscara que late casi a la par del rostro.

La piel limpia, recuperada después del agotamiento de los afeites, es lo que aquí se enseña. Lo que aún muchas veces es censurado y apedreado mira a la cámara, se deja ver. Es la marginalidad reflejada en el lente del también marginal iraní.

A ratos en una de las planas del libro irrumpen muchachos muy jóvenes de apetecibles labios deliciosamente afirmados que luego se desplazan para volver a mirar al lente desde la belleza femenina y sensual exhibida en la noche caribeña. Gays y travestis son fotografiados en la intimidad de su momento de maquillaje, en su acto puro de travestismo; en la intimidad de caricias sugeridas y torsos desnudos. Esa intimidad no está detenida en su último escalón porque aún puede hacerse pública y ser mostrada en estas fotos, deudoras del estilo documental y urbano de Diane Arbus y, en cierto modo, de la misma corriente que asistió a Walker Evans durante la Gran Depresión quien también realizó importantes fotos en Cuba en 1933, relacionadas con la revolución contra Gerardo Machado.

En el otro platillo de la balanza están los escritores y artistas bajados del Olimpo, desprendidos del canon. Igualados, ubicados en su justo lugar: junto a otros bodies y personas, Salari los devuelve como personas. Les reduce el aura de misterio y atractivo que proyectan desde sus libros, sus apariciones periódicas, sus premios importantes, sus sillas en academias y también –por qué no– les aligera la vida, liberándolos de tamañas y sacras responsabilidades emanadas de una existencia pública.

En este grupo aparecen artistas cuya elección no sabemos si fue dictada por el azar o es la resultante de un proceso de búsqueda que refleja la intencionalidad de estas imágenes. Lo cierto es que muchos de los rostros fotografiados arrastran consigo años de trabajo con, cerca o dentro de la marginalidad. Y reúnen en sí vidas que en momentos varios han fijado con profundidad una sostenida mirada sobre los cuerpos, el deseo y las identidades.

Los retratos que recomiendo muy especialmente pasan por mi relectura de coordenadas entrelazantes, no puedo hacerlo de otra manera. Así miro a Margarita Mateo y oigo en el silencio de su fotografía la confesión: “No sé de dónde sale esa vocación mía por lo marginal, por lo periférico. Lo cierto es que los ‘centros’ suelen aburrirme, lo establecido se me torna monótono, y muchas veces me siento más cómoda recorriendo los oscuros y recónditos caminos de Marginalia”.[iii]

Antón Arrufat, elegante, de pie, con solo una zona del rostro iluminada por la luz que entra por una ventana parece asistir a la escritura de su propio texto “Torneo fiel”, delicado, tristísimo y contundente poema inscrito en la línea de la mejor poesía homoerótica cubana.

Éramos tan amantes que a veces éramos amigos. O éramos tan amigos que a veces nos amábamos./ Para añadir un nuevo anillo a nuestra unión, decidimos batirnos. Fuimos a escoger las armas: dos espadas iguales en tamaño y temple./ Nos preparamos desde el alba. Ajustados lorigas y yelmos, montamos a caballo y nos pusimos frente a frente./ Así estamos todavía./ Sin tiempo, encarnizados, inexorables, tratando de vencer de un tajo y para siempre al otro.[iv]

Rocío García, por su parte, aparece sentada en el suelo. A su izquierda hay una puerta cerrada donde con lápiz, creyón fino o bolígrafo ha sido escrito: “La fiera. El animal”. Esta pintora, mordaz en su arte, saca a relucir profundos conflictos del imaginario masculino. Sus hombres, machos, marineros, domadores (suerte de personajes de su pintura) saltan de la marginalidad y la periferia, instalándose en los predios del poder que durante siglos ha correspondido a la postura heterosexual. Marineros de arma blanca, jugadores de cartas reunidos en el bar, dueños de armas de fuego, jefes militares, pelotones del ejército son sus claves. El voyeur, el castigador, la belleza del dolor y el dolor de la belleza; las teorías y las masturbaciones; el espejo y la máscara; la densidad de la tradición y la desintoxicación de esa misma densidad; la violencia y la represión; la intimidación; el poder, el minuto de gloria, los trueques de identidades son los temas marginales que despliegan la obra de esta creadora y que son, sin lugar a dudas, la música de fondo de su rostro fotografiado por Babak Salari.

Norge Espinosa, autor del estudio introductorio también fue retratado. Ser juez y parte no le nubla el entendimiento para valorar en su más preciada esencia –y dotado de imparcialidad– estas fotografías. Espinosa traza un interesante recorrido por diferentes momentos del tratamiento a la homosexualidad en Cuba. Ensaya un fugaz (porque el espacio no permite más) pero aportador bosquejo sobre la incidencia/presencia de la homosexualidad en la cultura cubana hasta llegar a la visibilidad que aportó el filme Fresa y Chocolate y la significación real de El Mejunje, espacio multicultural creado y defendido por Ramón Silverio en la ciudad de Santa Clara. Espinosa también ha cubierto con su obra una ruta dentro de la marginalidad. Autor, siendo muy joven, del antológico poema “Vestido de novia”, es absolutamente consciente de que ese texto conforma una de las regiones más visibles de su obra:

Con qué espejos/ con qué ojos/ va a mirarse este muchacho de manos azules./ Con qué sombrilla va a atreverse a cruzar el aguacero/ y la senda del barco hacia la luna./ Cómo va a poder./ Cómo va a poder así vestido de novia/ si vacío de senos está su corazón/ si no tiene las uñas pintadas/ si tiene sólo un abanico de libélulas.

Siguiendo este rumbo, habría que detenerse también en otros rostros retratados talentosamente por Salari, a los cuales insisto –una vez más– acercarse no como a fotografías de variable independiente sino a partir de la vinculación de aquellas con las latitudes de la obra de cada quien. De René Peña, se muestra una excelente foto cargada de una gran fuerza expresiva. Sus marginales series: Man made materials, de 1999 y White things conforman con su rostro retratado un todo circulando que apunta hacia la búsqueda del cuerpo negro, la indagación en el santuario de la piel negra de este importante artista cubano.

El investigador Tomás Fernández Robaina (fotografiado también en Faces, Bodies, Personas...) ha escrito El negro en Cuba 1902-1958, es un estudioso de la obra de Nicolás Guillén y tiene como preocupación la constante del movimiento y pensamiento negro en Cuba. Una vez más el enlace se efectúa, el broche cierra la capa.

Apenas he querido detenerme en lo que creo son uniones tácitas entre las dos series de fotografías y que conforman una consolidada poética de la imagen como generadora y articuladora de realidades. Algo más une ambas series: la mirada sobre el fondo, sobre el entorno. Ejemplo de ello es el solar habanero que conforma el telón detrás de Jorge Ángel Pérez, talentoso escritor cuyo ejercicio narrativo se ahonda en diferentes aristas del cuerpo y la marginalidad. El entorno, la cotidianidad de la épica cubana circundante, acercan aún más las partes de este conjunto fotográfico documental. Pero también algo separa las series mencionadas. En la mayoría de las fotos de gays y travestis, éstos se guardan entre sí o son su propia escolta ante un espejo de dos lados que muestra una imagen escindida o acompañada por sí misma en la conjunción de ambas caras. Sin embargo, los escritores, los artistas, aparecen siempre e invariablemente a solas, convertidos en marginales solitarios, dedicados al extraño arte del corredor de fondo y a su sempiterno aislamiento desterrador.

De cualquier modo, rostros solos o acompañados son fotografías de cuerpos que viven, mueren, se renuevan, pierden la piel en la carrera para regenerarse posteriormente en la Cuba de hoy. Fragmentos de una nación que Babak Salari reunió para mostrar la diversidad y la mezcla, las variables y la permanencia. Son los cuerpos de la resistencia, los sobrevivientes de muchas crisis. Son lo que con tanto acierto Norge Espinosa definió: “la única posesión real, que sin pudores se deja ver, mira a la cámara y se ofrece”.

 

Faces, Bodies, Personas. Tracing Cuban Stories: Photografs by Babak Salari, text by Norge Espinosa,Janet 45 Print and Publishing, Montreal, Canadá, 2008.



[i] A partir de un proyecto asistido por el Consejo para las Artes de Canadá.

[ii] Profesora de Estudios Fílmicos e Interdisciplinarios sobre Sexualidad. Graduada como Directora de Programas de la Facultad de Cine Mel Hoppenheim de la Universidad de Concordia.

[iii] Margarita Mateo: Entrevista concedida a Johanna Puyol en La Jiribilla, dic. 2007.

[iv] Poema de su libro Lirios sobre fondo de espadas (Letras Cubanas, 1995), Premio de la Crítica, 1996.