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El cine tiene que ser muchos cines
19August
Artículos

El cine tiene que ser muchos cines

Alfonso Ruizpalacios no aparenta las cuatro décadas casi recién cumplidas. Trasmite cierto aire juvenil y por momentos desenfadado, quizá porque la juventud y sus preocupaciones, dudas y certezas, han rondado sus filmes, sobre todo Güeros (2014) y Museo (2018). «Me conmueve mucho y me siento identificando con la juventud y las incertidumbres que conlleva. Doy clases en la escuela de cine y me gusta el contacto con los alumnos, escuchar sus historias y ver las posturas que tienen, pues hay algo en la juventud, el no tener certezas, que me parece inspirador. Mis películas son, de alguna manera, un homenaje a eso, a no tener certezas. México, además, es un país que es un perpetuo adolescente. Como toda Latinoamérica, su identidad está formándose y, además, tiene una historia que no está asentada, construida, ni siquiera conocida».

Ruizpalacios es considerado por la crítica especializada y el público entre los directores más interesantes del cine contemporáneo mexicano. A diferencia de otros, como Alfonso Cuarón o Alejandro González Iñárritu, ha realizado su obra en el país donde nació en 1978. Allí estudió Dirección y Actuación en el Foro Teatro Contemporáneo, y después en el Royal Academy of Dramatic Art, de Londres, pasiones que no ha abandonado del todo, pues continúa realizando teatro. 

Aunque ha dirigido varios cortos, entre ellos Café Paraíso (2008), El último canto del pájaro Cú (2010) y Verde (2016), Ruizpalacios es más reconocido por sus largometrajes: Güeros ganó cuatro Ariel, premio otorgado por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas a lo mejor del cine mexicano, incluyendo Mejor Director y Mejor Película, y mereció, además, el Coral de ópera prima en el 36 Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, y el Oso de Oro a la mejor ópera prima del Festival Internacional de Cine de Berlín en la sección Panorama. También fue nominada a los Premios Platino 2016 en la categoría de Mejor Dirección.

Su más reciente película, Museo, cuenta con las actuaciones de Gael García Bernal y Leonardo Ortizgris, y recrea una historia verídica ocurrida en la Navidad mexicana de 1985, cuando dos estudiantes roban varias piezas inapreciables del Museo Nacional de Antropología en Ciudad de México e intentan venderlas en otras partes del país, mientras aborda, entre otros tópicos, el rescate de la memoria histórica mexicana y como esta se relaciona con las más jóvenes generaciones.

Con guion del propio Ruizpalacios y Manuel Alcalá, fotografía de Damián García, y actuación además de Alfredo Castro, Simón Russell Beale, Bernardo Velazco, Leticia Bérdice, Ilse Salas y Lisa Owen, Museo se ha presentado en el Festival de Berlín, donde obtuvo el Oso de Plata al Mejor Guion; recibió seis nominaciones al Premio Iberoamericano de Cine Fénix, incluidas Mejor Película y Mejor Director; y en el 40 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, el Premio colateral entregado por la Muestra Joven Icaic en esta importante cita del cine continental.

Por una pluralidad en el cine mexicano 

Me gusta la pluralidad del cine contemporáneo, pues no debe haber un solo tipo de cine. Yo mismo disfruto las películas frívolas y de entretenimiento. El cine tiene que ser muchos cines. Cuarón, Iñárritu y Del Toro no hacen cine mexicano. Cuarón, a excepción de su reciente Roma, no había filmado en México desde hace veinte años. Sus películas no tratan problemas mexicanos, no tienen dinero de nuestro país. La gran fortaleza del cine mexicano es que permite que existan todas estas expresiones. Estoy a favor de que no exista una línea, sino que haya pluralidad.

El arte se define mientras lo haces

No trato de hacer un cine que dialogue con críticos y festivales. A uno, como director, le corresponde perseguir sus inquietudes, sus filias y fobias, y después que la gente decida dónde se acomoda eso, qué tipo de cine es. Lo mejor que puedes hacer como director es no determinar la postura de la película antes de hacerla, pues, para mí, va en contra del arte. El arte se define mientras lo haces, no es decir: voy a hacer cine anti establishment y festivalero que toque este sector. Creo en tratar de dialogar con el público mexicano. Me gustaría pensar que la gente ve en mis películas algo de mi país. Ahí es cuando ocurre la catarsis.

Me procuré mi propia escuela

No fui a escuelas de cine, pero me procuré mi propia escuela. Por eso les digo a mis alumnos: lean, estudien y pónganse a hacer cine. Eso es lo importante. Aunque no estar en una escuela de cine te pone en un lugar más vulnerable, digamos inseguro, y tratas de compensar eso, como yo hice, viendo cine. Fui muy disciplinado haciendo ciclos de cine como por tres años; vi todo Kurosawa, por ejemplo, mientras leía su autobiografía, para mí uno de los mejores escritos sobre cine. Él atravesó un arco muy completo, hizo todos los géneros y fue encontrando su voz. 

La literatura es una desnudez que me asusta 

Me considero, además, un guionista, pues escribo mis filmes y por mucho tiempo escribí series y otros productos, pero pienso que la literatura es una desnudez que me asusta y me genera muchísimo respeto. Uno de los libros que más me marcó, y al cual siempre regreso, es El guardián en el centeno, de D. J. Salinger, y también Los detectives salvajes, del chileno Roberto Bolaño. Primero escribí el guion de Güeros y un amigo me dijo que debía leerme Los detectives…

Güeros, una ópera prima más que exitosa

La premisa de Güeros desde el principio fue hacer un road movie en la Ciudad de México. Es tan basta que, para mí, ameritaba este género; es como un país que cuando vas de un lugar a otro cambia la geografía, incluso el ecosistema. Cuando hacía Güeros pensaba mucho en eso. Durante el proceso vimos muchísimo road movie, es una forma por naturaleza libre, antiaristotélica, episódica, pues su punto son las paradas y lo que encuentras en las paradas… También vimos La dolce vitta, de Federico Fellini. Güeros es, además, un homenaje a la nueva ola francesa, pero es más Fellini en el espíritu juguetón. Me gustan mucho los directores que tienen sentido del humor. De los contemporáneos, Paul Thomas Anderson me parece el último gran maestro. 

Museo y la memoria histórica mexicana 

Museo no era originalmente así, no tenía este componente de road movie, pero descubrimos que, en la historia real del robo de las piezas sí había un viaje de estos chicos hasta Palenque; encontramos unas fotos de ellos en las ruinas mayas, y después acabaron en Acapulco. Dijimos: ahí hay un viaje. Hay algo de esa estructura de road movie que me atrae, en tanto es una estructura episódica, un viaje de regreso a casa, pues todos son un viaje yéndose o regresando al hogar. 

La película no se amarraba bien a las expectativas de los inversionistas extranjeros. Ellos decían: dónde está el policía, el interés romántico; pero es que esta historia no los tiene, si no quieren invertir en esta película así pues… Era parte de la idea, al principio, meter en Museo el género de las películas de robo, después pervertir eso y que la película se descarrilara y se fuera por la libre. Para mí esa era la estructura más honesta para la película. Vemos el robo, seguimos a los protagonistas, pero después no saben qué chingadas hacer con las piezas, cómo deshacerse de ellas.