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Enriqueta Favez reivindicada por el arte
05March
Artículos

Enriqueta Favez reivindicada por el arte

Hace casi doscientos años, la Cuba colonial fue escenario de una de las historias más atroces cometidas contra una mujer. La literatura ha hablado de ella más de un vez y el cine nos la presentó magistralmente. Insumisas, la película de Laura Cazador y Fernando Pérez nos trajo a la contemporaneidad a Enriqueta Favez, la primera mujer que ejerció la medicina en Cuba vestida de hombre y quien fuera acusada de traidora, monstruo y hereje. Su historia, tantas veces tergiversada, omitida y hasta casi olvidada, ve la luz ahora de las más disimiles formas y de la mano de algunos de los creadores más reconocidos del archipiélago.

Enriqueta Favez es una suiza de Lausana nacida en 1791, hija de Jean Louis Elie Favez y Jeanne Elisabeth Cavin.

Muy poco se sabe de su niñez y adolescencia. Pero el libro Por andar vestida de hombre, una exhaustiva investigación del doctor en ciencias históricas Julio César González Pagés nos revela mucho. Enriqueta se casó a los 15 años con un oficial de cazadores de las tropas francesas de Napoleón Bonaparte, quien murió tres años después de contraer nupcias. Este matrimonio tuvo una hija que falleció a los ocho días de nacida. Luego, ella matriculó en la Universidad de París con traje de hombre y utilizando el grado militar de su marido y se graduó de medicina.

 

Enriqueta Favez

 

A Cuba llegó con su identidad masculina en 1819, exactamente a la ciudad de Baracoa y comenzó a ejercer la medicina. Dicen que solía ayudar a los más pobres y que incluso enseñó a leer y escribir a muchos.

En Baracoa, conoció a Juana de León, una joven enferma, a quien ofreció ayuda y con quien llegó a casarse. Y aunque algunos escritores se han empeñado en contar que Juana no sabía la verdadera identidad de Enriqueta, otros sí demuestran cómo fue un acuerdo entre ambas. El secreto fue hasta un día que una criada entró a la casa, la vio ebria, con la camisa desabotonada y descubrió que era mujer. Por querer protegerse de las habladurías y más, la propia Juana de León acusó a Enriqueta, quien hasta ese entonces había sido Enrique Favez. Se dice que fue uno de los juicios más escandalosos de la época. 

Por andar vestida de hombre nos cuenta que fue un juicio severo, casi al estilo de la inquisición. Fue exhibida en una jaula como un animal, maltratada, examinada en sus partes íntimas e incomprendida además.

Poco a poco la historia de Favez se ha ido conociendo y muchos han querido reivindicarla. Primero la literatura, luego el cine, el teatro y ahora llega hasta nosotros su viva estampa. Uno de los creadores más renombrados de Cuba, el Premio Nacional de Artes Plásticas, José Villa Soberón, junto al también escultor Gabriel Cisnero, le han hecho esta escultura.

Para este creador resultó muy difícil por el hecho de que la escultura debe transmitir eso que la literatura explica fácilmente. Se trataba de lograr una ambigüedad. La idea es que cuando uno vea la escultura no sepa si es un hombre femenino o una mujer masculinizada. Y eso se logró.

 

Escultura de José Villa Soberón inspirada en Enriqueta FAvez

 

Nacida en el estudio taller de Villa Soberón y fundida en Santiago de Cuba, esta escultura identifica a la mujer que fue: su bolso de médico, una flor, símbolo de su historia de amor, y un anillo con el nombre de aquella que amó.

 

Detalle de la escultura a Enriqueta FAvez de José Villa Soberón

 

La escultura será emplazada a un costado de la Iglesia de Paula en la Habana Vieja, a donde fue trasladada Enriqueta durante parte de su juicio que comenzó en Santiago de Cuba en 1823. Entonces allí estaba el hospital de mujeres que funcionaba como una cárcel, por no existir en el siglo XIX penales para mujeres.

Tras ser juzgada a varios años de prisión, fue deportada a Nueva Orleans donde fundó una orden religiosa y ejerció la medicina de alguna forma. Y aunque su sentencia dictaba que no podía regresar a ninguno de los dominios españoles, se dice que quiso volver y encontrarse con Juana, a quien nunca dejó de escribir. Juana en cambio, se casó con el abogado que la defendió y hasta hoy no se sabe si alguna vez volvió a escribirle a Enriqueta.

Cuando caminemos la Alameda de Paula, nos saldrá al paso Enriqueta Favez. Algunos ya conocerán su historia, otros no. Pero de una u otra forma, esta escultura de por sí sola, nos contará de la fuerza y la pasión que distinguió a esta mujer. Su pose, mirada y ganas de enfrentarse al mundo nos dirán que fue por encima de todo alguien consecuente con sus ideas y sumamente transgresora.