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Hello, Broadway welcome back
08April
Artículos

Hello, Broadway welcome back

Entre los grandes atractivos de la decimosexta edición del Festival de Teatro de La Habana estuvo sin dudas la presencia entre nosotros de la compañía estadounidense Nederlander Worldwide Entertainment, presidida por Robert Nederlander.

La compañía llegó a Cuba —específicamente al Gran Teatro de La Habana— por vez primera en el año 2011 durante la edición número catorce del Festival de Teatro de La Habana. En ese entonces propusieron un espectáculo en el que se revisitaba con inigualable maestría grandes temas del musical americano, desde el más establecido Hello, Dolly (o Chicago) hasta el más heterodoxo Hair. De esos momentos hay que destacar la virtuosa dirección musical de Jeremy Roberts, quien también tocó el piano, y la dirección general de Thomas W. Schlling. Pero ese primer encuentro sembraría una semilla.

Tres años después, casi cuatro, la compañía regresó a Cuba, pero esta vez para trabajar con unos jóvenes —muy jóvenes algunos— actores y cantantes cubanos en un musical que revolucionó el género y los modos en que este podía ser disfrutado y comprendido por un público más amplio, y que tocó temas dolorosos pero con vital optimismo y radical honestidad: Rent, del talentoso Jonathan Larson. La empresa contó con la dirección del experimentado Andy Señor Jr., quien llegó a la Isla lleno de humildad para enfrentarse a una tarea casi titánica: revitalizar un género casi agónico en la escena cubana, y lograr que esos actores y cantantes cubanos lograran transmitir y encarnar las vivencias de personajes que habitan otro contexto social y político pero cuyos conflictos, sueños y necesidades vitales les eran, o podían llegar a ser, muy cercanos. El resultado ya lo conocemos: en primer lugar, un diálogo intercultural, trasnacional, transfronterizo entre Cuba y Estados Unidos, casi sin precedentes en la escena nacional. Por otro lado, el reto para esos jóvenes, quienes le pusieron muchísimo entusiasmo a una empresa que los sobrepasaba, pero que acometieron con una pasión poco vista en el teatro cubano contemporáneo.

En esta ocasión la compañía nos regaló Broadway Rox, un espectáculo que, con la dirección artística de Rob Evan y musical de Charles Czarnecki, propuso una dinámica similar a la de Los embajadores de Broadway: un compendio de algunos temas cimeros del teatro musical norteamericano más significativo de las últimas cinco décadas. Pero ahora, como en Rent, Broadway Rox apuesta por sus jóvenes estrellas. En las brillantes voces de Jason Wooten, Dustin Brayley, Justin Sargent, y las inigualables Ashley Loren, Chloe Lowery y Carrie Manolakos, Broadway Rox marcó un recorrido por el teatro musical en todas sus variantes y formas. Pudimos entonces disfrutar de temas como Mamma Mia, del musical pop de idéntico nombre, o del contracultural Hair, recordado principalmente por la extraordinaria versión fílmica de Milos Forman.

Muchos fueron los atractivos de un espectáculo que, sin ser propiamente teatral —en un sentido dramático del término— reflejó un encomiable dominio de la escena por parte de los músicos que integraban la banda y sobre todo, hay que recalcarlo una y otra vez, por el carisma y el excepcional rigor técnico y artístico de los seis jóvenes cantantes y actores, quienes fueron los astros indiscutibles de la obra.

En primer lugar hay que destacar el trabajo de las féminas. Hablar en principio de la sensualidad y la notable belleza de una Chloe Lowery con una voz de suave registro y amplio diapasón —no por gusto ha trabajado las voces para el pianista y compositor Yanni—, voz brillante, potente por momentos y aparentemente frágil en otros. Chloe se desplazaba en el escenario de forma precisa, actuando los temas, encarnándolos casi, dotándolos de matices, llevándolos a la contemporaneidad al imbricar la sensualidad del pop con la violencia casi primitiva del rock y la fragilidad del new age. ¿Quién negaría entonces que una pieza como Holding Out For A Hero —de Jim Steinman y Dean Pitchford— pudiera estar compuesta para ella?

A Chloe le sigue Carrie Manolakos, la estrella de los musicales Wicked y Mamma Mia. Carrie posee una voz extraordinariamente hermosa y sensible, de registro agudo y bien timbrado. La cantante apuesta por un repertorio más lírico, y de mayor introspección, que le permite entonces explayarse en una interpretación dulce en la que uno no puede dejar de escuchar su voz sin llegar a percibir nada más allá de ella.

La bellísima Ashley Loren es la tercera que completa este trío de divas con una ejecución menos privilegiada por el espectáculo que las otras, pero igualmente meritorio. Hay que recordar la interpretación sin par que hizo de un tema tan conocido por el público como Memory, de Andrew Lloyd-Webber y Trevor Nunn, para el musical Cats, un tema que hemos escuchado en al menos dos grandísimas voces: Barbra Straisand y Elaine Paige, quien lo estrenó. Ashley Loren pasa de la sensualidad «gatuna» de su interpretación de Take me or leave junto a Justin Sargent a otra más contenida en Rent, pero demostrando igualmente sus deslumbrantes dotes vocales y cuán cerca tienen una tradición en la que se mueven todos sin ningún tipo de dificultad.

Y es que estas chicas junto a los cantantes masculinos nos demuestran que la tradición no tiene que ser cosa del pasado, que no hay que asumirla como un peso muerto que haya que arrastrar, que la tradición es tradición cuando la vemos viva, cuando los jóvenes pueden asumirla con naturalidad llevándola, atrayéndola hacia su tiempo, imbricándola con los códigos culturales de nuestra contemporaneidad.

Al menos eso me pareció cuando le escuché a Jason Wooten el tema Pinball Wizard del oscuro y mesiánico musical de The Who y de su compositor Pete Townsend llamado Tommy, tema que hace ya cuarenta años catapultara a la fama a un joven Elton John que compartió roles en la adaptación fílmica hecha por Ken Russell del musical con otras grandes estrellas como Eric Clapton y Tina Turner.

Esa tradición es defendida por los jóvenes con total maestría en otros temas como She’s got a way, de Billy Joel, una canción que aún hoy conserva una frescura que tal parece que hubiera sido compuesta ayer; o Can’t take my eyes off you, de la producción Jersey Boys, tema más distante en el tiempo pero igualmente actual.

Del trabajo de los cantantes y los músicos hay que resaltar el empaste sonoro en el discurso sonoro total, el engarce entre cada uno de los temas musicales en un todo orgánico y coherente que fluye y transcurre sin disonancias. Hay que elogiar una dirección musical que cuida del concepto de la dramaturgia en un concepto de arreglo musical que respeta las características de cada uno de los temas y logra imbricarlos en un discurso coherente.

A todo ello hay que añadirle la limpieza en los movimientos, el cuidado en las entradas y salidas de los cantantes, en el diálogo entre ellos y con los músicos o entre estos últimos.

Por lo pronto Robert Nederlander señaló que la colaboración con Cuba aguarda todavía nuevos proyectos futuros, algo que de seguro agradecerá el público cubano y el movimiento escénico y cultural de la Isla toda.