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Julio le Parc y la desmitificación de la luz
12March
Artículos

Julio le Parc y la desmitificación de la luz

Hacía veinte años que Julio Le Parc no llegaba a La Habana; su relación estaba alejada, pero no olvidada. Múltiples viajes desde los setenta y hasta finales de los ochenta lo habían convertido en un referente –y amigo– dentro del panorama artístico cubano de esos años.1 Con la Casa de las Américas tenía una relación particularmente especial. Quien visitara en diciembre de 1970 la Casa, recuerda con añoranza aquella gran exposición que dinamitó la institución de arriba abajo: móviles, espejos, tiros al blanco, encuestas, luces. Todos los espacios del edificio se convirtieron en una gigantesca sala de juegos a la cual Le Parc invitaba a intervenir, transformar y sentirse parte del proceso. Un juego donde la dinámica del espectador era requerida, y más aún, definitoria. En 1981 volvió a la institución y expuso Modulaciones, ejercicio plástico resultante de su necesidad constante de innovación. “Esta acti­tud de experimentación continua presupone riesgo a la equivocación pero también procura la alegría de la aventura, al ir desarrollando algunas de las múltiples posibilidades de cada vía”, revelaba entonces en el catálogo de la muestra. Con las modulaciones Le Parc abría un nuevo universo expresivo en su obra. Introducía el dibujo con plantillas y pintura de aerosol, en inmensos lienzos que proyectaban urdimbres, haces de luz y reflejos; con lo cual seguía siendo fiel a sus experiencias luminosas. Regresó nuevamente a la Casa en diciembre de 2009, como colofón del Año Cinético; proyecto que rescató el patrimonio óptico-cinético de la Colección Arte de Nuestra América de la institución y propició el reencuentro entre los grandes de este movimiento con el espacio creativo cubano. Le Parc-Lumière se abrió para demostrarnos la actualidad de pensamiento y acción de un artista, consecuente y comprometido con lo que siempre ha considerado el deber ser del arte: una herramienta de comunicación con el espectador. Tres instalaciones de luz y movimiento, pensadas y adaptadas para el espacio de la Galería Latinoamericana, sumergen al visitante en un trepidante y laberíntico recorrido. Dentro de la penumbra no hay transición de una pieza a la otra; simultáneamente eres bombardeado por diversas sensaciones y estímulos visuales. En Lumière en mouvement, una de las obras de esta muestra, aplicó el mismo principio óptico que había desarrollado en los años sesenta con pequeños cuadrados blancos, negros o de acrílico transparente. En 1963 ya había llevado esta experiencia a su más alta concepción con Continuel Mobile que presentó junto al GRAV2 en la Bienal de París. Una gran instalación de siete metros de longitud, cuyos cientos de móviles de aluminio, al ser impactados por la luz, formaban un extraordinario ambiente luminoso. Luego de varios años en el estudio del artista, en las afueras de París, la pieza fue recuperada por Ella Fontanals-Cisneros para formar parte de la Colección de la Fundación Cifo radicada en Miami. Esta fundación, cuyo trabajo en los últimos años por el rescate y promoción del arte latinoamericano ha sido notable, ha constituido un importante espacio para la promoción de la abstracción geométrica y el arte óptico-cinético del continente. Las dimensiones de Continuel Mobile, requirieron adaptación para poder ser expuesta en el patio exterior de Cifo. Un nuevo ingrediente se le añadía a la pieza: los móviles reflejan ahora su entorno con la impredecible luz natural, y su dinamismo es controlado por el viento exterior. Le Parc, sin quererlo, ha cambiado de colaboradores, pues la obra ha devenido pura acción plástica de la naturaleza. En la Galería Latinoamericana, Lumière en mouvement también adquirió otro carácter. Los móviles se convirtieron en el medio para lograr la verdadera obra; ellos no son más que la justificación para crear abrumadores e hipnóticos reflejos. La misma intención apacible aplica a Lumière visualisée, donde los suaves destellos traspasan las tupidas cortinas de tul, creando un juego visual con las sombras proyectadas por los propios espectadores a partir de la serena contemplación de la obra. Lumière en vibration, por el contrario, provoca un estado de exaltación generado por el tratamiento inquieto de la luz. La peculiar característica de esta pieza radica en poder ser penetrada como un laberinto, hasta alcanzar –si se quiere– el vibrante dispositivo luminoso que altera nuestro escenario. Los conceptos que Le Parc maneja en estas obras del 2009, tienen su antecedente en los años sesenta cuando comenzó a introducir luces reguladas por motores “artesanales”, inventados y realizados por él en su estudio. El principio no ha cambiado, pero al entrar a Le Parc-Lumière nos parece estar ante una demostración de alta tecnología. Nada más alejado. Es precisamente la sencillez de las soluciones lo que sorprende. La verdadera complejidad está en la idea. Con tantas tentaciones en el camino, tanto desarrollo diario de la tecnología y los nuevos medios que pueden hacer más “fácil” la creación ¿No le interesa a Le Parc imbuirse en ellos? Mi planteo siempre fue que tiene que existir una relación entre los medios usados y el resultado visual. Muchas veces, cuando predomina la parte técnica, va en detrimento del aspecto visual. En algunos casos hay simplemente una acumulación de medios técnicos, y en otros peores, esa representación no tiene ningún sentido. Además, no es seguro que esos medios técnicos puedan ser eficaces en algunos casos. Hice una escultura en Italia a la que quería ponerle iluminación, como ya había hecho en pequeño. Era simplemente una luz que subía de manera diferenciada, muy lentamente. Los organizadores dijeron: vamos a llamar a un especialista que trabaja en los grandes espectáculos, con aparatos electrónicos, computadoras y programas. Él vino e instaló todo delante de mis esculturas. Yo le expliqué lo que quería y entonces comenzó a hacer cantidad de pruebas. Yo le decía: ninguno de esos a mí me interesa, yo quiero simplemente este movimiento discreto. Se volvió loco, con todos los aparatos que tenía no lo pudo conseguir. Me dijo que me podrían comunicar con un equipo que había en Alemania, y fabricar un nuevo programa, para un movimiento muy elemental, muy sencillo, que yo podía hacer con simples cosas, a una escala pequeña. No es una garantía lograr algo con esas técnicas. Lo que tiene que prevalecer es la idea, lo que usted quiera poner de manifiesto o el tipo de experimentación que quiera hacer. No estar dominado por esos elementos.3 Y es así. Le Parc-Lumière es una exposición aleccionadora. El artista no necesita dominar softwares de computadoras, ni aplicar tecnologías láser, LED u hologramas. Con los más básicos principios de la electrónica concibe complejos efectos. No crea piezas de luz, sino “acontecimientos luminosos”, dinámicos, incluso irreales. Esta exposición es una increíble lección de talento y honestidad, primeramente hacia el arte, pero fundamentalmente hacia el público. Y es que Le Parc siempre ha puesto al espectador en primer lugar, considerándolo el elemento crucial para lograr la “verdadera revolución en el arte”.4 En su manifiesto posterior de 1968, Desmitificar el arte, luego de un análisis sobre la actitud que debe tomar un artista para combatir el monopolizado sistema cultural, apunta como una de las acciones necesarias la creación de situaciones para activar el comportamiento del público hacia la acción plástica, sin mediaciones e injerencias de ningún tipo. Su pensamiento ha sido firme hasta hoy. Lo que he tratado de poner en claro, y en muchos casos combatir, es el sistema valorativo de la creación contemporánea. Se enuncian los fenómenos de moda y esos fenómenos se atan al hecho comercial y en algunos casos a otros intereses que hacen que la valorización del arte contemporáneo sea completamente falseada y artificial […] Lo que no existe, y nosotros intentamos de que existiera, es una confrontación entre la creación contemporánea y la gente en general. Y lo que está sucediendo no es una confrontación, es ponerse en venta y que el dinero determine lo qué es y lo que no es arte.5 Le Parc-Lumière no es sólo una exposición, sino una declaración de principios. Al final, Le Parc nunca ha dejado de desmitificar el arte. _____________________________________________________ 1 El viaje anterior a éste, lo realizó en 1988 invitado por la UNEAC a participar en su IV Congreso. 2 GRAV (Groupe de Recherche d´Art Visuel), formado en 1960 en París e integrado por Julio Le Parc, Yvaral, Francisco Sobrino, Horacio García Rossi, François Morellet, entre otros. Los artistas buscaban romper con la relación unidireccional obra y espectador, apostando por el dinamismo objetual, la obra colectiva y la participación. 3 En conversación con Le Parc durante su presentación en el espacio Arteamérica de la Casa de las Américas, el 10 diciembre de 2009. 4 Este concepto lo maneja en el manifiesto Basta de Mistificaciones, París, octubre de 1963. Publicado en catálogo Le Parc Lumière, Daros exhibitions, Zürich, 2005. 5 Conversación citada.

JULIO LE PARC