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Minimalismo arquitectónico: Un espacio para vivir y trabajar
26May
Artículos

Minimalismo arquitectónico: Un espacio para vivir y trabajar

En nuestra práctica arquitectónica intentamos lograr una economía elegante de medios, tanto materiales como estéticos, y nos basamos en el rigor analítico para solucionar complejos problemas técnicos y programáticos. Me atraen las estrategias que satisfacen requerimientos funcionales y crean interés y significados espaciales con la menor cantidad posible de gestos arquitectónicos. Creo en un minimalismo que se aleje de lo estéril y lo frío. Una paleta de materiales escogida con cuidado, que combine lo humilde y lo lujoso y sea desplegada con precisión, puede proveer todo el placer que requieren los sentidos. Las calles de Nueva York ofrecen una constante e intensa estimulación sensorial, por tanto la opción de refugiarse en un interior sereno, visual y auditivamente tranquilo y con un efecto terapéutico, se puede convertir en uno de los mayores lujos para quienes habitan en la ciudad. Después de una década de exhibicionismo arquitectónico como reflejo de los excesos sociales y financieros del próspero mundo de finales de siglo, una arquitectura moderada parece más apropiada y necesaria que nunca; estética que, para mí, representa mejor una nueva ética de consumo responsable del espacio y de los recursos. Al diseñar un espacio donde vivir y trabajar, el arquitecto se enfrenta a la compleja tarea de interpretar los requerimientos distintivos de cada función e integrarlos en una composición única y coherente. El tema central del diseño de este ambiente para vivir y trabajar es la paradoja de la separación dentro de la unidad. El cliente es un artista que, además, dirige una fundación que brinda educación artística a niños de familias desamparadas. Él quería que su estudio multifuncional estuviera conectado a su casa para facilitar su irregular agenda de trabajo y, al mismo tiempo, disponer de una serena zona doméstica, por separado, que le permitiera aislarse. El proyecto combinó dos espacios de 120 m2 cada uno, ubicados en los pisos seis y siete de un antiguo edificio comercial en el sur de Manhattan. En la planta baja desarrollamos un área de trabajo flexible y práctica, con aspecto público, mientras en el piso superior creamos una residencia privada, altamente personalizada. Una conexión vertical atenuada entre los dos pisos mantiene el grado de separación deseado, mientras que una única paleta restringida de formas y materiales a la vez unifica y distingue las áreas de la vivienda y las de trabajo. Para aprovechar la luz abundante y la amplia vista al parque del Ayuntamiento y al icónico Puente de Brooklyn, en la vivienda no se realizaron paredes divisorias que llegaran hasta los muros exteriores, lo que evitó interrumpir el ritmo de las grandes ventanas. La única división que alcanza la altura total del espacio, y se emplaza ligeramente inclinada en planta, fue erigida para conformar los armarios, el baño y un pequeño dormitorio para la hija del cliente, que a menudo convive con él. La cocina, austera pero funcional, se abre al área de estar y posee una meseta en voladizo sostenida por una columna estructural expuesta. El dormitorio principal y el baño están separados de la sala por una pared de concreto de dos metros de altura que aporta un elemento de íntima escala humana dentro del generoso espacio de la vivienda. Con un toque de atrevido humor, el panel de vidrio esmerilado que encierra la ducha forma, por el otro lado, una de las paredes del vestíbulo. Abajo, en el estudio, divisiones ligeras de yeso, acero y vidrio se deslizan por carrileras en el piso para permitir que el espacio sea reconfigurado como habitaciones separadas, como galería de exposiciones o como un estudio abierto. Un baño completo y una pequeña cocina hacen que el estudio sea independiente. Este nivel contiene, además, una habitación de control de instalaciones mecánicas con equipos sofisticados para mantener un alto nivel de pureza del aire, y regular la humedad y la temperatura. Las lámparas colgantes del techo fueron rescatadas de una escuela diseñada en la década de 1940 por el famoso arquitecto William Lescaze. En toda el área, la arquitectura limpia y sencilla resulta perfecta para acomodar la distinguida colección de muebles modernos, de mediados del siglo xx, del cliente. El espacio interior se resolvió con cinco materiales: repello blanco de cal, concreto expuesto, madera de arce, acero inoxidable y vidrio. Los pisos en el nivel del estudio son de concreto, resistente y lavable, pero meticulosamente pulido como el mejor terrazo de mármol. En la vivienda, el concreto se reservó para las áreas “húmedas” –cocina y baño– mientras el resto del piso tiene un acabado en madera de carácter más doméstico. La madera de arce, económica y renovable, fue la utilizada para pisos, estantes y puertas. Los herrajes, los elementos de plomería y los equipos eléctricos son productos industriales genéricos. El inodoro de acero inoxidable en el baño principal fue diseñado en principio para su uso en prisiones. Debido a que mi estética es reduccionista, evito diseños preciosos o hiper-refinados. A pesar de que había suficiente espacio para colocar una escalera convencional entre los dos pisos, escogimos atenuar la conexión usando una empinada escalera de barco. El ascenso y el descenso son deliberadamente desafiantes, lo cual satisfizo los deseos del cliente. En el vestíbulo público, justo afuera de la puerta de entrada, hay una escalera convencional y un elevador para discapacitados. El cliente deseaba que el paso de la casa al trabajo fuera un acto consciente de transición. Aunque la distancia física no es grande, el esfuerzo del traslado crea el deseado efecto psicológico de distancia.

En el estudio, las divisiones ligeras de yeso y vidrio esmerilado pueden 
deslizarse para reconfigurar los espacios / In the studio the slight divisions of plaster and glazed glass can slide to reshape spaces

Vista general de la sala de estar, en el piso superior. La pared que separa el dormitorio principal y el baño de la sala es de concreto. El mobiliario se compone de piezas originales de mediados del siglo xx, provenientes de la amplia colección del cliente

Una inclinada escalera hace más intensa la transición entre el estudio en la planta baja y la zona residencial, en el piso superior

En la vivienda, un gran panel de vidrio esmerilado separa el vestíbulo de la ducha del baño principal

La cocina se abre por completo hacia la sala de estar, y posee una meseta colocada parcialmente en voladizo

En el baño principal de la vivienda el área del lavamanos queda abierta hacia el dormitorio