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Pasión por el humor
15July
Artículos

Pasión por el humor

Uno de esos libros imprescindibles es sin dudas Historia del humor gráfico en Cuba, presentado en 2007 como parte de la colección Historia del Humor Gráfico, que impulsa la Fundación General de la Universidad de Alcalá de Henares. Voluntad semejante a la que hizo posible ese título se encuentra en Más de 100 años de humor político del colectivo de autores compuesto por Évora Tamayo, Juan Blas Rodríguez y Oscar Hurtado, publicado en la Isla por el Instituto Cubano del Libro en 1971, uno de los muchos esfuerzos de quien lideraba ese equipo por dejar constancia acerca de una rica tradición que se extiende del siglo xix hasta el presente. Obligada mención merece también el espacio abierto a la caricatura (entiéndase humor gráfico en general) en los centros de altos estudios en Cuba, en particular desde el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de La Habana, estudios de los que resulta un testimonio Caricatura de la República, de la Dra. Adelaida de Juan (primera edición en 1982 a cargo de la Editorial Letras Cubanas), donde llama la atención acerca de personajes que desde la prensa periódica habían ilustrado de modo singular las peculiaridades de una época: el Liborio de Ricardo de la Torriente, el Bobo de Eduardo Abela y el Loquito de René de la Nuez. En 2002, Ediciones la Memoria del Centro Cultural “Pablo de la Torriente Brau”, presentó en la colección Majadahonda, La caricatura: tiempos y hombres, de Juan David, proceso reflexivo en torno al humor de uno de los más significativos cultivadores de la caricatura personal en Cuba, y a la historia de esta expresión del arte con nombres que en nuestro contexto alcanzaron particular distinción por su trabajo: Rafael Blanco, Jaime Valls, Conrado W. Massaguer, Jesús Castellanos, José Hernández Cárdenas y José Hurtado de Mendoza. Apuntar estos antecedentes permite reconocer las múltiples miradas atentas a la historia del humor en Cuba, y al mismo tiempo desde la reflexión reposada, distinguir las especificidades del presente volumen, sus aportaciones a los estudios en relación con el tópico en particular y lo que consigue integrar para el estudio de las artes visuales y de la cultura toda. De la alianza entre dos artistas ha resultado Historia del humor gráfico en Cuba: Arístides Esteban Hernández Guerrero (Ares) y Jorge Alberto Piñero (Jape). Ares es médico siquiatra y cultivador del dibujo humorístico, la ilustración y la pintura, entre otros. Con la misma tenacidad con que ha publicado sus dibujos desde 1986 en las principales publicaciones cubanas y otras numerosas de todo el mundo, reservó espacio para la investigación. Es dueño de un ingenio y una maestría que lo ha llevado a ser el humorista gráfico cubano con mayor número de reconocimientos internacionales, cifra que se eleva a setenta y cinco premios. Entre la publicación de sus quince libros y la ilustración de más de cincuenta títulos de otros autores, ha conseguido reunir cuantiosa información acerca de los vericuetos del humor y de sus cultivadores, una parte de la cual se revela en las doscientas treinta y nueve páginas del nuevo libro. Jape por su parte también aportó su caudal, que proviene de haber llevado adelante una investigación acerca del humor y los humoristas devenida encuesta Los veinte del siglo xx acerca de los más importantes caricaturistas del siglo pasado en nuestro país. Fogueado en la actuación, el periodismo, la literatura humorística y la realización audiovisual, Jape es graduado de dirección en la Facultad de Medios Audiovisuales de Comunicación del Instituto Superior de Arte de La Habana. A partir de cinco capítulos esenciales los autores ofrecen los fundamentos de la historia que el libro recoge. El primero, destinado a los orígenes, se encarga de ubicar a Cuba en determinadas coordenadas temporales. Centrado en el siglo xix, el segundo acápite aporta datos sobre las primeras caricaturas aparecidas en el país, para ofrecer luego elementos acerca del singular desempeño en esta crónica del pintor vasco Víctor Patricio de Landaluze, tras la aparición en 1852 del álbum de costumbres Los cubanos pintados por sí mismos, con ilustraciones de quien fue considerado el caricaturista de Cuba en aquella época. La imagen de entonces resultó completada a partir de publicaciones, en las que resultó impreso un modo de hacer el humor con un cariz semejante al de esas joyas litografiadas denominadas marquillas cigarreras, propaganda y envoltorio que distinguieron un momento de auge de la industria tabacalera. En adelante, el capítulo tres nombrado: 1902-1959. La caricatura cubana a cara descubierta, se detiene no sólo en los más altos exponentes del género, sino también en una amplia galería de autores, así como de las publicaciones del momento, acción que se repite en el cuarto capítulo. Una vasta totalidad distinguida como Humor de la Revolución se inicia con los ecos de Zig-Zag y el nacimiento del semanario El Pitirre, liderado por Rafael Fornés. Desde el primer número (17 de enero de 1960) contó con los dibujos de Chago, Nuez, Fresquito Fresquet (Frémez) y Muñoz Bachs abriendo para la imagen gráfica un protagonismo renovador. Quedaron incluidas diferentes hornadas de artistas y publicaciones diversas del período; están los que se iniciaron en la década del noventa y también los más noveles humoristas, junto a colectivos que han hecho posible la existencia de Melaíto y La picúa, fuera de la capital, así como salones nacionales e internacionales de humor gráfico y la influencia de las nuevas tecnologías. El afán integrador de los autores sumó a este libro un sugerente aparte denominado Apuntes para esta historia, donde se asoman a tres temas cardinales: la diáspora en relación con la caricatura; las fronteras imprecisas en la praxis artística entre caricatura (en su más extenso significado), historieta, ilustración, cartelística, pintura y dibujo animado; camino que va de la pintura al humor y también viceversa, validado una y otra vez a lo largo de ciento cincuenta años por los propios artistas, y finalmente, deja constancia de la extendida presencia del humor en las artes visuales cubanas, cuyo impulso de sentido crítico se ha estado diseminando por más de una década plena en sus negociaciones y reacomodos en la vida del país, y también en materia de arte, como quedara recogido en Maneras de inventarse una sonrisa, proyecto especial que fuera parte de la VIII Bienal de La Habana, en el año 2003. Ares y Jape con Historia del humor gráfico en Cuba, han logrado no sólo lo referido a un esfuerzo en favor de la actualización de la crónica que querían asentar, sino también –con las doscientas cincuenta ilustraciones que aparecen en el libro– una imagen más próxima a nuestra tradición del humor y un más definitivo completamiento del relato y su contemporaneidad. Dilucidar y abundar en las cuestiones que hacia su final tan sólo enuncia, precisar detalles y ahondar en el análisis sobre el tema en cuestión, así como ofrecer referencias bibliográficas más precisas y amplias que las que pudieron ser incluidas, tal vez sea posible cuando finalmente se materialice la prometida edición cubana de dicho título. Éste es un libro para agradecer: remedio contra la amnesia; testimonio acerca de quienes somos y de cómo hacemos las cosas. Con material suficiente para potenciar otros estudios, Historia del humor gráfico en Cuba da fe de una sicología social, de una identidad en la que algunos descubren singular sentido y pasión por el humor. Historia del humor gráfico en Cuba: Arístides Esteban Hernández Guerrero (Ares) y Jorge Alberto Piñero (Jape), Editorial Milenio, España, 2007.