Hace medio siglo, un tiburón blanco de 25 pies emergió de las pantallas para convertirse en un ícono cultural. Tiburón (Jaws), dirigida por un joven Steven Spielberg, no solo revolucionó la industria cinematográfica sino que también sembró un miedo colectivo hacia el océano. A 50 años de su estreno (junio de 1975), su influencia perdura, tanto en el arte del suspenso como en su controvertido impacto ambiental.
El nacimiento de un mito: Caos tras cámaras
Spielberg, con solo 27 años, enfrentó un rodaje turbulento. El tiburón mecánico, apodado "Bruce", fallaba constantemente debido al agua salada. Esto obligó al director a recurrir al suspense psicológico: en lugar de mostrar al depredador, insinuó su presencia con el icónico tema de John Williams (dos notas que aún erizan la piel) y tomas subjetivas desde las profundidades. El resultado fue una obra maestra de tensión, donde lo invisible resultaba más aterrador que cualquier efecto especial.
El elenco, liderado por Roy Scheider (jefe Brody), Robert Shaw (el fanático Quint) y Richard Dreyfuss (el oceanógrafo Hooper), dio vida a personajes memorables. La escena del monólogo de Quint sobre el USS Indianapolis sigue siendo un momento cumbre del cine, gracias a la actuación visceral de Shaw.
Éxito sin precedentes: Nace el blockbuster de verano
Con un presupuesto de $9 millones, Tiburón recaudó $470 millones globalmente, un récord para la época. Su estreno masivo en más de 450 salas (estrategia innovadora entonces) estableció el modelo de los "éxitos de taquilla veraniegos". Ganó tres Oscar (mejor edición, banda sonora y sonido) y consolidó a Spielberg como un genio narrativo.
Impacto cultural: Entre el mito y la realidad
La película desató una paranoia global. Las playas se vaciaron, y la pesca de tiburones aumentó drásticamente, afectando ecosistemas marinos. Este fenómeno, llamado "efecto Tiburón", llevó al autor Peter Benchley a dedicarse a la conservación de escualos, lamentando la demonización de la especie.
En el cine, su legado es indiscutible: inspiró una ola de films de terror ambiental (como Alien) y redefinió el marketing cinematográfico. Sin embargo, también generó críticas por simplificar la naturaleza compleja de los tiburones, un debate vigente hoy entre biólogos y cinéfilos.
Legado a medio siglo: ¿Héroe o villana?
En 2024, Tiburón se revisita con mirada crítica pero admirativa. Festivales y museos celebran su aniversario con proyecciones restauradas y documentales que analizan su técnica y contexto. Mientras organizaciones ecologistas usan su fama para educar: "El verdadero monstruo no es el tiburón, sino la ignorancia humana", advierten campañas como SalvemosAlosTiburones.
Spielberg, por su parte, reflexiona: "Fue una película sobre la vulnerabilidad humana, no un manifiesto contra la naturaleza". Y aunque las secuelas no igualaron su brillo, el original sigue siendo un modelo de narrativa eficaz.
Más que un susto veraniego
Tiburón trasciende el género de terror: es un estudio sobre el miedo, un parteaguas industrial y una lección sobre el poder del cine para moldear percepciones. A 50 años, su dualidad como obra maestra y advertencia ecológica la mantiene más relevante que nunca. Como dice Brody en el clímax: "Necesitamos un bote más grande"... para navegar su inmenso legado.
Foto tomada de: www.elfarandi.com




