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INTEGRACIÓN Y RESISTENCIA EN LA ERA GLOBAL...
27March

INTEGRACIÓN Y RESISTENCIA EN LA ERA GLOBAL...

En los tempranos ochenta, Cuba se empeñaba en dar continuidad a un proceso que había transformado definitivamente, no sólo las coordenadas sociales, políticas e históricas de la nación, sino que irradiaba hacia el continente americano, tenía resonancias asimismo en el llamado Tercer Mundo y, de manera general, en el complejo panorama mundial de aquellos años.

La joven Revolución cubana ponía, desde hacía más de veinte años, todas sus energías en abrir los horizontes culturales de sus ciudadanos, y pujaba por hacer a sus creadores de un lugar en el escabroso terreno de los referentes artísticos, impulsando y fomentando eventos, ferias, festivales, múltiples escuelas de enseñanza artística, bibliotecas, teatros, galerías, instituciones, exposiciones… Así nacieron la Casa de las Américas, la Imprenta y Editora nacionales, el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, el Festival de Ballet de La Habana, el Instituto Superior de Arte, la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, adscrita a la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, entre otros muchos.

En este contexto surge en 1984 la Primera Bienal de La Habana, como escenario para propiciar zonas de encuentro entre los creadores del Caribe y América Latina, abriendo las puertas a un nuevo tipo de confrontación, reflexión estética e ideológica, y a la posibilidad de afirmarse como intérpretes de una realidad geográfica, histórica y cultural común, resquebrajada por el coloniaje intelectual.

Concurrieron allí un sinnúmero de maneras, tendencias, iniciativas, que propiciaron una mayor visibilidad hacia el exterior, además del conocimiento mutuo entre esos artistas, ignorados no sólo por los centros hegemónicos, sino también entre ellos mismos. Del mismo modo se favorecía una nueva forma de percepción de nuestras creaciones desde una óptica discrepante, paralela a la que regía el mainstream. A partir de la segunda edición, y bajo la égida de Llilian Llanes como directora del recién creado Centro “Wifredo Lam”, el evento amplía definitivamente sus horizontes y expectativas, perfilando los radios de acción hacia el Tercer Mundo en sentido general, y estructurando una estrategia que les permitiera acceder a geografías por aquellos años muy remotas y consolidar una proyección clara hacia el fomento de un terreno (la ciudad de La Habana) de concomitancias y coexistencias, intercambio y contaminaciones, de diálogos culturales múltiples, híbridos, cruzados, porosos… De esta manera, la Bienal consiguió convertirse en una alternativa para la mayoría de los eventos organizados en el mundo, con una plataforma propia, dinámica y plural. Sin proponérselo, se convirtió en un referente para certámenes de la misma naturaleza que surgieron con posterioridad.

Resulta ya una certidumbre –acuñada por muchos años de prácticas semejantes– que en nuestros países se tomen modelos foráneos como puntos de partida para proyectar nuevos empeños y realidades, regenerándolos y reformulándolos. Esa decodificación del modelo bienal desde la resistencia y el desafío, desde el forcejeo, la rebeldía y el empuje, probablemente propició nuestro actual empeño en continuar apostando por la Bienal de La Habana. En un entramado donde el modelo está en profundo cuestionamiento –crisis para muchos–, y donde parecería que no tienen futuro, a pesar de los millonarios presupuestos que se destinan a eventos similares en el mundo, La Habana persevera en la convicción del protagonismo del arte y de los artistas, y en la imprescindible necesidad de propiciar un espacio donde confluyan estéticas, culturas que se mezclen, se nieguen o reafirmen en un terreno físico real. Terreno donde el público sea gestor y participante, actuante de primera línea, destino fundamental de tales empeños.

Por esta razón, en esta oportunidad proponemos una amplia nómina de artistas invitados, algunos de ellos consagrados a partir de la voz que les otorgó la propia Bienal, otros emergentes, alternativos; todos agentes activos de los territorios del arte desde una u otra perspectiva. Se articulan desde exposiciones-homenajes, proyectos colectivos, talleres, o en la muestra central del evento, proponiendo visiones complementarias –o excluyentes– que otean en la realidad, se sumergen en ella o atisban en otros territorios hasta ahora vedados para el arte. Acompaña estas exhibiciones un amplísimo programa colateral de arte cubano que complementa y diversifica la propuesta de la Bienal, a la vez que propicia un escenario de intercambio y visibilidad a los creadores de la Isla.

Tras la segunda edición de la Bienal de La Habana, la dirección del evento decide enfocar la selección de artistas y el objeto de reflexión hacia una zona específica de interés común, ya tuviese ésta una connotación más regional (Tradición y Contemporaneidad y Desafío a la Colonización), o más universal (Arte, Sociedad y Reflexión, El individuo y su Memoria, Uno más cerca del otro, El Arte con la Vida, Dinámicas de la Cultura Urbana). Fuesen de una u otra índole, la escogencia del tema ha tenido siempre como denominador común proponer un diálogo sobre problemáticas generales en un contexto específico y desde sensibilidades dispares.

En esta ocasión, y vencida casi la primera década del siglo XXI, parecería que tanto los antagonismos y las hostilidades como las utopías y los programas giran en torno a un mismo referente: el de la globalización. El término se ha convertido en uno de los más socorridos para analizar los fenómenos del mundo contemporáneo, sean éstos de índole doméstica, ecológica, tecnológica, científica, política o cultural. Se trata de una nueva era donde los conflictos exceden los ya tradicionales ejes norte-sur, este-oeste, capitalismo-socialismo, para tornarse cuestiones que implican a todo el planeta por igual y donde en muchos casos se juega la supervivencia de la especie humana.

Integración y Resistencia en la Era Global, tema seleccionado hace más de un año, adquiere hoy ribetes dramáticos y quizás hasta una mayor pertinencia, ante la agudización de la hecatombe financiera que atraviesa el planeta y que ha afectado de una u otra manera a todas las naciones, poniendo en crisis el modelo del capitalismo neoliberal que después de la caída del campo socialista se había instaurado como única alternativa posible. ¿Qué diría ahora Francis Fukuyama de su teoría del fin de la historia?

Esta Décima Bienal tendrá lugar en circunstancias particularmente difíciles, al ser afectado el país durante los meses de septiembre y noviembre del pasado año por tres huracanes de gran intensidad que conmovieron toda la geografía nacional, dejando una estela de destrucción y devastación. Ante las inmensas erogaciones imprescindibles para paliar la dramática situación, parecería un contrasentido destinar algún financiamiento a la realización de un evento con las características de una bienal, que precisa –aun en sus versiones más modestas– de un sinnúmero de recursos humanos, materiales y financieros. Sin embargo, la dirección del país decidió asumir el reto y ratificar la convocatoria de la Décima Edición. Esa circunstancia nos ha obligado a extremar nuestros ya proverbiales principios de austeridad y racionalidad.

En este momento la Bienal también contó con la solidaridad incondicional de los creadores, los amigos, las instituciones, las fundaciones y los gobiernos que históricamente nos habían apoyado. A nuestro llamado respondieron nuevamente todos, en primer lugar los artistas, quienes asisten a la cita en una coyuntura internacional muy desfavorable, signada por una profunda crisis financiera que invade todos los sectores de la vida y la cultura. A todos ellos muchas gracias. Asimismo, nuestro evento ha sido posible gracias el empeño del equipo de curadores, especialistas, directivos, técnicos y trabajadores del Centro “Wifredo Lam” y de las instituciones del Ministerio de Cultura; a aquellos históricos, a los noveles, al esfuerzo común de todos ellos nucleados en torno a la mística de la Bienal de La Habana.

Asimismo, la Bienal rinde homenaje a su progenitora natural, la Revolución Cubana, que arriba a sus primeros cincuenta años de vida, y a Fidel Castro, gestor de éste y otros proyectos estratégicos en la cultura cubana. En un momento de incertidumbre en los paradigmas históricos del llamado socialismo real, Cuba debate cómo continuar desarrollando su proyecto emancipador en condiciones totalmente adversas, fiel a sus principios fundacionales de justicia social, solidaridad, libertad, y donde el papel y el valor de la cultura han adquirido dimensiones insospechadas.

Una vez más La Habana, sus calles, edificios, galerías, su mar y su gente, recibirán a cientos de interesados en el arte contemporáneo, reunidos aquí para intercambiar, proponer, propiciar un ambiente participativo, cuestionador y de compromiso con la diversidad cultural. Sean bienvenidos a esta nueva cita que celebra los veinticinco años de la Bienal.

Rubén del Valle Lantarón, director de la X Bienal de La Habana y Presidente del Consejo Nacional de las Artes Plásticas