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LA ELOCUENCIA DE LA LÍNEA Y LA GEOMETRÍA
09December

LA ELOCUENCIA DE LA LÍNEA Y LA GEOMETRÍA

La relevancia alcanzada por José Villa Soberón en el contexto sociocultural cubano contemporáneo le confiere un lugar destacado en el ámbito de la creación artística. Su patrimonio visual, enmarcado dentro de una pluralidad de lenguajes, ya sea figurativo o abstracto de acuerdo con sus intereses creativos, delata la proyección de una amplia labor, sólida y trascendente.

Con un reconocimiento nacional e internacional, que le ha permitido conquistar el lugar que merece por derecho propio, gracias a su voluntad de renovar experiencias de interacción entre creación y vida en su incursión en la manifestación escultórica, su protagonismo en las artes plásticas cubanas se centra en cánones y postulados estéticos que no discriminan tendencias y su compromiso es con las diferentes alternativas de representación de su repertorio temático. El escenario de su expresión artística nos muestra una heterogénea y rica propuesta que le confiere a su praxis creativa una implicación con el entramado existencial de la sociedad.

Artista talentoso que proyecta sus trabajos para espacios públicos y urbanos, se expresa a mediana y gran escala, trabajando indistintamente la piedra, la madera o el metal con una hechura hábil y laboriosa. Su trascendencia internacional revela la huella de un autor que ha marcado pautas importantes en el arte de la segunda mitad del siglo XX cubano respaldado por su participación en numerosos simposios internacionales de escultura y obras emplazadas en Cuba, España, México, Estados Unidos, Alemania, Brasil, Canadá, Costa Rica, Italia, Argentina, Portugal, Eslovenia, Chile, Chipre, Bolivia, Austria, Francia, Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Egipto y Rusia.

Esta exhibición constituye una novedad para el artista, quien presentó su primera exposición personal, donde exhibió esculturas de cerámicas, en el Museo "Ignacio Agramonte" (Camagüey, 1972), cuando realizaba su servicio social tras egresar de la Escuela Nacional de Arte, pero el resto de sus presentaciones siempre ha sido en muestras colectivas o en el emplazamiento de obras en determinado sitio. Tras el otorgamiento del Premio Nacional de Artes Plásticas, en 2008, concedido por el Consejo Nacional de las Artes Plásticas, como reconocimiento a los resultados valederos en su labor profesional de una trayectoria de más de treinta años de experiencia artística –desempeñada desde que se gradúo en 1976 en la Academia de Artes Plásticas de Praga– se dispone a exhibir en solitario y reedita la experiencia con una propuesta novedosa de obras ejecutadas a lo largo de este año.

Desde la modestia que le caracteriza, el autor concibe una exhibición conjunta de su quehacer y concibe diez obras realizadas especialmente para esta ocasión abordando un concepto singular en su propuesta estética. Villa, a quien le apetece mucho experimentar, ha utilizado una amplia gama de recursos engarzados sabiamente para develar la trama de preocupaciones que hace tiempo viene ocupando la visualidad de su arte. Más allá de ser un artista interesado en la creación de nuevos lenguajes artísticos, sus presupuestos teóricos se nutren de la experiencia mediante imágenes de nuestra memoria corporal y visual expresadas en su propio credo artístico: Siempre he tenido cierta preocupación de no quedar atrapado en una receta demasiado fácil y permanente en mi trabajo. Con esa vocación, he tratado de buscar diferentes posibilidades, de experimentar en distintas direcciones. Es algo que permite el arte contemporáneo. Creo que la escultura actual brinda a los creadores esa facilidad de poderse mover en un espacio mucho más amplio y no en un camino repetitivo y permanente.

En la reciente exposición colectiva de esculturas Escultofierro, realizada en el Paseo del Prado en marzo último en el marco de la X Bienal de La Habana, reconocida como el evento más relevante de las artes plásticas nacionales, en la cual participó junto a Juan Quintanilla, Rafael Consuegra, Ramón Casas, Eliseo Valdés y Tomás Lara, sus compañeros en la disciplina escultórica, exhibe la primera de las obras de esta colección: "Espiral", de 2009, realizada con acero conformado, que rebasa los dos metros de alto y delata su predilección por el aprovechamiento de las ventajas que brinda el espacio urbano. Dentro del núcleo exhibido, esta pieza despliega una energía vigorosa y se haya enmarcada ahora en un ambiente acogedor e intimista que le otorga nuevos significados de interrelación.

La génesis de esta muestra se forja a partir de un tema y el autor ha conceptualizado la expresión de este motivo al asumir la sugerente forma geométrica que adopta la fisonomía de la espiral, elemento abordado tan abundantemente por diferentes civilizaciones a lo largo del desarrollo de la humanidad. A partir de ella concibe este serie considerando la importancia y vigencia que tiene esta forma para nuestra cultura al ser un país amenazado anualmente por la presencia de huracanes, que en forma de espiral, irrumpen más de una vez en cada temporada ciclónica en el territorio nacional. El artífice lo convierte en hecho artístico y nos revela su especial fascinación por crear poderosas estructuras visuales a partir de la recreación de figuras geométricas, las cuales utiliza como signo distintivo de su quehacer abstracto.

Considerada un icono, sobre todo a partir de la eficacia de la espiral de Tatlin, la temática asumida por el artista adopta concepciones personales y distintivas. En sus inicios, acoge en estas obras una configuración cuadrada, dada la influencia recibida por el artista en Chipre y, sobre todo en Grecia, donde resulta seductora la presencia de la espiral en la escultura nacional; sin embargo, en el devenir de la propia acción creativa esta estructura cuadrada deviene triangular en las sucesivas piezas, lo que favorece el atractivo y lo inquietante de las soluciones logradas en las cuales resulta especialmente significativa la relación del espíritu de permanencia de esta figura geométrica y el movimiento dinámico que de ella emana.

La colección resulta paradigmática de cómo el autor mediante su obra conquista una entidad autónoma, recompone variantes en torno a su apariencia y logra la relación estructural entre la elocuencia de la línea y la geometría para conseguir la recreación de una de las formas más elaboradas de la naturaleza: la espiral, figura que le permite salir y volver al mismo punto y le facilita penetrar y traspasar el espíritu de lo permanente. La elección de este símbolo, reelaborado una y otra vez, resulta atractiva y garantiza la uniformidad del mensaje desde las potencialidades inherentes del elemento abordado y visto con una perspectiva eminentemente gráfica, a partir sobre todo de la utilización del potencial intrínseco del uso de los materiales: acero negro patinado en unas; y acero inoxidable, en otras. A la creación de este nuevo sistema estructural, se le adiciona un extra que es el efecto visual logrado, el cual supone un desafío a las habituales barreras entre las sugerencias y la realidad: la espiral que atraviesa el metal, la que está trunca, la contraposición entre los planos, la que aparenta penetrar el piso para penetrar por otro lado; y por supuesto todo este juego visual contribuye a enriquecer la expresión y el contenido exclusivo de cada realización.

Al develar las claves de su poética artística y la esencia de su arte se aprecia su obsesión por mantener la relación armoniosa con la naturaleza, eminente conquistadora de sus representaciones, mediante la ejecución conceptual y estética, y el misterio del esencial contraste de luces y sombras. La tenacidad propia y la laboriosidad cotidiana del artista conforman estructuras reveladoras de un paisaje visual inédito y singular así como el inconfundible ritmo subyacente en sus obras, sustento vital de sus armónicas creaciones, que aporta la homogeneidad y la identidad de su discurso.

Las formas geométricas continúan constituyendo el tema central de una línea de trabajo en la cual se respira una compleja y serena relación. La intencionalidad de esta práctica artística, de lo inefable de la obra y de la dimensión de referencias espaciales inmediatas constituye un nuevo ciclo que tiene como protagonista al metal y una de las pretensiones fundamentales ha sido intentar dar cuenta de cómo aprovecha la eficacia visual y se integra completamente al contexto local e internacional. De un solo impulso, rompiendo cánones, su imaginario se nutre de sus búsquedas y concepciones teóricas para desarrollar la visión directa de las esencias de sus ensoñaciones en los laberintos de su pensamiento. El autor no oculta la profundidad, sino que la consolida y hace uso de la sabia perspectiva que le ofrece el espejo colocado en las paredes laterales de la sala para ofrecer el reflejo pertinente, con los que intenta explotar los posibles acercamientos y la interrelación entre las obras, que irradian un vigor contenido en su aura de representación.

En este ejercicio natural de búsquedas en su discurso artístico, su visión metafórica nos seduce pues la articulación de estas representaciones volumétricas con la mitología griega trasciende a los títulos de los exponentes: Espiral, curva plana que da indefinidamente vueltas alrededor de un punto, alejándose de él más en cada una de ellas; Travesía, representativa del desconcierto de la figura que interrumpe su trayecto, se introduce y emerge en otro punto del plano; Tesalia, alusiva a la morada de los centauros en la propia mitología; Grecas, representativa de elementos decorativos conformados a partir de líneas, que forman ángulos rectos transmisores de un fuerte ímpetu; Tajín, dios del rayo y de la lluvia, en una versión que semeja la penetración de la estructura en el plano recto; Ática, vocablo derivado del aticismo, representando la delicadeza y elegancia que caracteriza a la edad clásica ateniense; Céfiro, haciendo alusión a la dimensión poética de un viento suave y apacible; Torso, importante punto de referencia para numerosos escultores, ésta resulta una versión fascinante dada por su fuerte expresividad; y Atrio, referido a ese espacio descubierto, y por lo común cercado de pórticos, que hay en algunos edificios. En todas ellas se evocan las relaciones con esa cultura milenaria y trascendente y se aportan variaciones de su concepto.

El propio emplazamiento constituye una provocación pues se ha concebido un despliegue apasionado marcado por el don de la insinuación. En esta estremecedora aventura creativa, el autor nos provoca sensaciones inquietantes guiado por su intención de indagar en alternativas que enriquezcan su proyecto personal. El grado de síntesis alcanzado en estas piezas nos remite a su insistencia en la búsqueda de la sencillez con énfasis en una representación de impacto a escala sentimental, emocional, intelectual. Consecuentemente aflora una visualidad provocadora de cierta inquietud que aporta el efecto visual mediante códigos alusivos a la síntesis y la eficacia comunicativa, revelando un agradable ambiente enigmático en sus composiciones. Obra cargada de sugerencias, una estética de evocaciones, que destaca la plasticidad del metal a partir de los efectos logrados, y crea una atmósfera de sutilezas.

Con una iconografía vigorosa consigue una polisemia de contenidos a partir del diálogo entre la obra y su multivalencia sígnica, a partir de la interrelación alegórica entre los exponentes dando muestra de versatilidad, maestría y coherencia en su imaginario. La interpelación con la obra más allá de las cualidades formales nos resulta profética de la transmisión de una determinada empatía, un determinado deseo, un determinado goce por realizar este trabajoso proyecto tras un diálogo útil y enriquecedor con el tortuoso placer de la hechura de la obra. Constituye una verdadera confrontación múltiple este elogio a la espiral como figura clave seleccionada y concebida en múltiples variaciones, alegorías abordadas desde la mezcla de lo perceptivo, lo semiótico y lo somático para conformar un universo con toda una carga de emoción, afecto, pulsión y memoria.

La Habana, octubre 2009