Pasar al contenido principal
Una ciudad que cabe en diecisiete metros
27April
Noticias

Una ciudad que cabe en diecisiete metros

Por: Claudia Retureta / Fotos: Cortesía del pintor

 

Diecisiete metros por once centímetros le bastan a Adrián para presentarnos su Ciudad bajo el Mar. Él, la sumerge, yo, la veo emergida o reflejada en ese mar que la baña, que la limita, que la acompaña, pero que de cualquier modo nos invita a la reflexión, a la contemplación. En cinco piezas: cuatro lienzos de pequeño formato y la referida panorámica de diecisiete metros, Adrián Pellegrini del Riego ha querido evocar lugares emblemáticos, monumentos, esculturas… esa Habana que es nuestra y que al decir del propio autor: “consigue darnos la impresión de existir sólo para nosotros”.

 

Acompañada de las interesantes imágenes de la muestra, nos llegan las palabras del autor escritas especialmente para esta.

Venecia, ciudad nobilísima y singular, así se titulaba la primera guía turística dedicada a la ciudad primada del mar, la decimonónica Venecia. Publicada en 1581 y escrita por Francesco Sansovino, hijo del gran arquitecto Jacopo, puede ser considerada como la primera piedra del mito de una ciudad, celebrado durante siglos y siempre resplandeciente. Francesco Sansovino, a la vez imaginativo y pragmático, realiza esta primigenia guía turística de una ciudad del mundo occidental. Los monumentos son descritos con precisión, los cuadros cuidadosamente escogidos y las calles de la intrincada y fascinante topografía urbana transformados en un detallado mapa de búsqueda del tesoro.

 

Estableciendo un paralelo, y dentro de los límites del entonces sorprendente Imperio Español, el natural de la villa de Yunclillos Diego de Sagredo publicaba en Toledo su libro Medidas del Romano. Esta ya no era una guía para visitantes de la notable ciudad, sino una apasionante, por íntima, invitación a la obra del gran arquitecto romano Vitrubio. Es el primer libro de arquitectura en España y la primera interpretación de los códigos vitrubianos compuesta fuera de Italia. Sagredo no fue jamás un arquitecto profesional en el sentido moderno de la palabra. 

 


Atravesando el Océano Atlántico y contemporánea de ese mismo siglo, la ciudad de La Habana iba perfilándose como antemural de las Indias, y provincia española de ultramar para asuntos de navegación y dineros, de escalas e intrigas sin fin. Iba además adquiriendo el perfil urbano que la caracterizaría más tarde, el de una ciudad de tierra y agua, tantas veces forzada a vivir de espaldas al mar, otras partes de su espuma, fértil siempre en su decursar. 

 


Cuando pienso en Venecia y La Habana siento que viene a mí el olor del mar. En la primera, sirve de raíz y sustento a su legado construido; y en la segunda, caribeña dama de barniz salado que preserva y corroe sus calles sinuosas y el entramado de los barrios que siempre reservan universos por descubrir. 

 


La Habana ciudad de mar como Venecia, consigue darnos la impresión de existir sólo para nosotros. El lente de miles de fotógrafos nunca conseguirá captar lo que estamos viendo, así como las palabras de los poetas no podrán devolvernos aquel momento, aquel instante, aquel rayo de belleza que nos está reservado y que aguarda a que lo recojamos. Entonces, rodeados del frágil cinturón de agua que casi consigue ganar la zona urbana, preferimos quedarnos en nuestra ciudad: La Habana. Por eso les obsequio, humildemente, estos 17 metros de ciudad en miniatura, que evocan al mar y a esas otras magníficas construcciones que adornan una rivera soñada y posible allá en las costas del Adriático. El mar quizás sea la única verdad posible que une, que hermana, que nutre y jamás separa y siempre generoso da todo sin pedir nada a cambio.

 

Adrián Pellegrini
Artista plástico