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Un gato macho recorre La Habana
26February

Un gato macho recorre La Habana


El retorno a La Habana del excepcional dibujante y grabador José Luis Cuevas, luego de cuarenta y cinco años de ausencia, fue mucho más que “un reencuentro emocional”. A su llegada al país dijo que se ofrecía “como una especie de embajador de buena voluntad para las relaciones culturales entre los dos países”.

Ante él se presentaba la posibilidad de volver al lugar donde realizó –con apenas veintidós años– su primera exposición en un país latinoamericano, en el recién inaugurado Palacio de Bellas Artes de La Habana. Cuba le llegaba, además, como un lejano pero persistente recuerdo asociado a su abuela materna, nacida en Sagua La Grande y de ascendencia catalana.

¿Pudiera hablarme de sus inicios en el arte?
No está registrado en mi memoria el momento en que empiezo a dibujar, pero quizás haya contribuido el hecho de haber nacido en los altos de una fábrica de papel y de lápices donde mi abuelo era el administrador.

¿Recibió lecciones, o el acercarse a las artes plásticas fue inspiración personal?
Realicé pocos estudios de artes plásticas. Cuando tenía diez años ingresé como alumno irregular de la escuela de pintura y escultura de Esmeralda, la del sistema de educación pública. No tenía la edad requerida pero fui admitido para asistir a las clases de dibujo, sin seguir la carrera de artes plásticas. A esa escuela de la Secretaría de Educación Pública –que fue una escuela fundada por Diego Rivera y otros pintores de aquellos tiempos–, se me permitió ir gracias a la simpatía del director que era un artista muy notable llamado Antonio Ruiz. Recuerdo que don Antonio Ruiz me dijo un día: “vendrás por las tardes porque en las mañanas vas a estudiar en la primaria. Te voy a poner a dibujar las figuras de yeso que tenemos aquí”. Después de unos seis meses de hacer lo mismo, me aburrí. Le insistía: “don Antonio, ¿cuándo me deja usted dibujar con modelo vivo?”. “Usted siga dibujando las figuras de yeso que estás muy chico todavía”, me decía, pero fue tanta la insistencia que acabó aceptando que fuera a las clases de dibujo con modelo vivo, con mujeres desnudas, posiblemente las mismas modelos de Diego Rivera, figuras voluminosas, gordas, indígenas siempre.

¿Cómo fue el momento llamado de la ruptura, cuando usted establece una suerte de rompimiento con el Manifiesto de la Cortina de Nopal?
Esto es historia más reciente, en los 50. Ya había hecho dos exposiciones importantes fuera de México. En 1955 llevo a cabo mi primera exposición en París en la galería “Loeve” en Saint Germain des Pres. La exposición la había organizado un dealer americano, Phillip Bruno, quien consigue el espacio donde iba a exponer porque en aquellos tiempos ya había estado yo en Nueva York y había firmado el contrato con Phillip Bruno, director de la galería “André Emerich”. Entonces el centro neurálgico del arte no era Nueva York, como lo sería después, sino París. Me dice: “pues mira José Luis, nosotros pensamos que sería bueno realizarte una exposición en París para que después ya hagas tu entronización en Nueva York trayendo el aval parisino”. Así hago mi primer viaje a Francia. En aquellos tiempos tenía veinte años de edad, todavía en México no alcanzaba la mayoría de edad, que era con veintiuno, pero curiosamente alcanzaba una mayoría de edad dentro de las artes plásticas. Se había desarrollado el movimiento del expresionismo abstracto en los Estados Unidos. La moda impuesta por las galerías no sólo de Nueva York, sino también de París era el abstraccionismo. Era como si ése fuera a ser el lenguaje definitivo de las artes plásticas. La figuración se consideraba una etapa pasada en la historia del arte. Recuerdo que me hicieron una entrevista en Nueva York en la que me preguntaron si me iba a dejar seducir por la obra de los artistas abstractos, figuras tan importantes como Frans Kline, De Kooning, Jackson Pollock, quien ya había muerto pero de todos modos había influido poderosamente en la pintura que se hacía. Y mi respuesta fue: “Me interesa mucho la obra de los neoyorkinos, son artistas por los que siento mucha admiración pero no pienso de ninguna manera seguir el estilo de ellos, yo vengo de un país con una fuerte tradición figurativa y seguiré siendo figurativo”.

Octavio Paz en un texto sobre la plástica mexicana de los años 50, cuando se refiere a usted dice: “violento y seguro de sí, un temperamento extraordinario y una maestría innata”. Habla de que usted era un expresionista muy extraño, un expresionista hacia la intimidad, un artista que pinta los males no visibles, y los monstruos que habitan nuestra intimidad. ¿Cómo era la escena mexicana de aquellos años?
Desde luego que la pintura de aquellos tiempos estaba dominada por el realismo mexicanista. Siqueiros había escrito El manifiesto, y había una cerrazón hacia a cualquier otra expresión. Fui muy claro en los artículos que empecé a escribir entonces. Escribo Manifiesto de la Cortina de Nopal en 1956. No era un ataque por el hecho de que estos artistas estuviesen muy politizados, hicieran una obra con fuerte contenido político izquierdista –muchos de ellos eran comunistas–, me manifesté más que nada por la absoluta falta de libertad que existía para que los artistas nos expresáramos dentro de las tendencias que convinieran a nuestra sensibilidad. No aceptar esa imposición. Lo que yo quería era la libertad. Si pudiéramos hacer una comparación de la situación de la plástica y de la cultura, en general, no únicamente de la pintura, la situación podría compararse con la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI), o sea no existía la posibilidad de que surgieran partidos de oposición; dentro de la plástica tampoco había ninguna posibilidad de que surgieran artistas de oposición, que estuvieran a favor de una libertad absoluta en el arte.

Usted estuvo en Cuba en el año 56 por primera vez. Expuso en el Palacio de Bellas Artes después en el primer trimestre del año 1959, y ahora realiza su tercera visita. ¿A qué figuras del arte y la intelectualidad cubana conoció en esos dos viajes?
Cuba para mí siempre fue un país constantemente mencionado porque tanto mi abuela como mi tío Andrés, hermano de mi abuelo, conservaron el acento cubano. Usaban expresiones cubanas. Viviendo en Yucatán, siempre tenían una tremenda nostalgia por Cuba. “Ojalá ustedes algún día vayan a Cuba” (me decía mi abuela a mí y a mis hermanos) “porque es un país verdaderamente maravilloso”. Tenían un sentido nacionalista mucho más que el sentimiento nacionalista que pudieron haber tenido por España. Y ese primer viaje fue extraordinariamente emotivo. En esa ocasión expuse y conocí a Nicolás Guillén. A Alejo Carpentier lo vine a conocer en Venezuela cuando expongo por primera vez en Caracas, pero entré en contacto con la intelectualidad cubana. Recuerdo la gran fiesta que me hizo René Portocarrero a la que asistió mucha gente, no recuerdo tanto, pero sí a una mujer que tenía ciertos vínculos con México porque había escrito sobre Diego Rivera: Loló de la Torriente. Le encantaba hablar conmigo porque hablábamos de arte. Había una señora (Sara) y hablaba siempre de su padre... personaje de la época. Conocía yo las historias, a veces en el recuerdo me parece haber conocido a María Luisa Gómez Mena, de tanto que me hablaban de ella, como mujer un tanto excéntrica, muy rica y que fue una gran entusiasta de la pintura cubana, una gran coleccionista de los pintores. Ella incluso se había casado con Mario Carreño, figura importante de la plástica de aquí. Fue ella quien publicó el primer libro sobre la pintura cubana moderna partiendo de Víctor Manuel que es con quien se inicia aquí el modernismo en la pintura. Fui conociendo a profundidad la pintura que se hacía en Cuba: Cundo Bermúdez, Martínez Pedro, y otros. La fiesta de René Portocarrero donde había unos cuadros de Portocarrero. Ya los conocía bien, sus catedrales… Recuerdo a Raúl Milián que era otro artista que hacía dibujos y tintas, ayer recordé algunos: Fidelio Ponce...

¿Qué opinión le merece el arte contemporáneo mexicano en el minuto actual?
Hay varias tendencias dentro del arte mexicano. La tendencia figurativa, los pintores de mi generación que fueron abstractos siguen siendo abstractos, son artistas que tienen un reconocimiento nacional, pero lo que están haciendo los más jóvenes en México no es más que una moda internacional, se hace en Cuba, en los países latinoamericanos, se hace en Europa. Es el arte de las instalaciones, del conceptualismo. Dentro de estas tendencias, dentro de este arte no hay personalidades muy definidas, creo que están tratando de cambiar el concepto de lo que es el arte y piensan que ya no hay que usar los materiales y técnicas tradicionales, no aprenden a dibujar, no aprenden a usar ni las técnicas de la pintura. Esas posturas que son muy antiguas, surgen con el dadaísmo, con Marcel Duchamp y Picabia, vuelven otra vez. Dentro de cualquier tendencia pueden surgir artistas con una personalidad propia, pero no se da el caso, son muy gastadas... desgraciadamente esa moda verdaderamente absurda se ha extendido a muchas partes del mundo, pero si usted se da cuenta, se retiene de alguna manera, uno puede recordar los movimientos que se van dando, pero uno no recuerda los nombres de alguno que se destaque ni mucho menos. Uno dirá, en México en estos momentos los jóvenes todos son instalacionistas, todos hacen conceptualismo y cómo se llaman, quién sabe...

Entre las opiniones sobre usted y su obra de Carpentier, Octavio Paz, Federico Morais, Marta Traba, García Ponce y otros me llama mucho la atención la comparación con animales felinos en el caso de Octavio. Asimismo, usted en sus memorias titulada El Gato Macho también hace alusión a la figura felina. Por supuesto, ello puede tener que ver con esa actitud de luchador, de retador, de persona desafiante en el mundo del arte y la cultura. ¿O es un simple detalle?
El Gato Macho, una recopilación de textos autobiográficos, surgió en un país centroamericano donde estaba dando una conferencia, no recuerdo si fue en Costa Rica o El Salvador. Cuando termino mi conferencia una muchacha que estaba allí dijo: “Oye gato macho, te quiero preguntar tal cosa”. “¿Por qué me llamas gato macho, sabes algo de mí o qué?”, le dije bromeando. Me dice: “Es que gato en El Salvador y en casi todos los países centroamericanos, es el que tiene los ojos verdes, los ojos claros, y macho es el que tiene el pelo güero”. Ahí surgió la cosa y me gustó para llamar el libro.

Después del recorrido que hizo por el Museo Nacional de Bellas Artes, ¿qué opina del arte cubano?
Cuba es uno de los países que ha tenido siempre un nivel muy elevado en lo que se refiere a la calidad artística desde que se inicia el modernismo con Víctor Manuel García. Porque lo que sabíamos de la pintura cubana antes de Víctor Manuel era el academicismo de Leopoldo Romañach, entonces había muchos otros buenos pintores académicos. La pintura moderna empezaba con Víctor Manuel con su emblemática “Gitana Tropical” y en cierto momento, así sucedía con otros países latinoamericanos, se deja sentir la influencia de la pintura mexicana. Es curioso que no se sientan influencias de lo tres muralistas Sequeiros, Orozco y Rivera, sino de otros mexicanos de la Escuela Mexicanista, figuras muy importantes pero que no alcanzaron la fama de los tres grandes. Yo sentía más la influencia de Guerrero Galván, de Julio Castellanos en los cuadros primeros de Mario Carreño, por ejemplo, y en las obras de Mariano mismo y de Cundo.
El muralismo no se dejó sentir tan fuerte pero, en cambio, hay una gran influencia de la gráfica popular mexicana de artistas como Leopoldo Méndez y del padre Guadalupe Posada. La influencia del muralismo en otros países latinoamericanos fue muy fuerte, pero fue un muralismo bastante menor, el muralismo que se practicó en Colombia con Gómez Carajillo, el indigenismo mexicano en Perú, digamos que tomaban los aspectos teóricos de la pintura mexicana, mientras que en los pintores cubanos sus influencias fueron muy sanas e importantes porque se fijaron en la pintura de caballete de magníficos y buenos maestros, posiblemente maestros de ellos en algunos de los viajes que hayan hecho a México cuando empezaban sus carreras. Claro que esa influencia se deja sentir en obras de la juventud, pero no es algo que los haya detenido en el tiempo. De manera que el nivel siempre de la pintura cubana ha sido un nivel elevado, no olvidemos que cubano es uno de los grandes artistas del siglo XX, Wifredo Lam. Si usted me preguntara cuáles son los dos más grandes artistas latinoamericanos, yo diría que son Wifredo Lam y Matta y, en tercer lugar, Rufino Tamayo. Digamos, los artistas que no siguieron la corriente muralista, la corriente del indigenismo mexicano, los que van y rescatan las raíces más profundas de lo que es América Latina. No sabría decir quién es mejor, cada artista tiene su mundo propio, no sabría decir si Wifredo Lam es superior a Matta o Matta superior a Wifredo Lam. Ahora, ¿quién es el que más influye en el arte contemporáneo? Definitivamente Matta. Matta influye mucho en la pintura expresionista abstracta de los Estados Unidos. Pudiéramos decir también que hay otro mexicano (Sequeiros) que influyó mucho en el action painting. Jackson Pollock asistió a unos talleres que impartió Siqueiros en Nueva York e influyó en él. Todo eso del accidente dirigido y el chorreado viene de Siqueiros, así que pudiéramos nombrarlo entre quienes influyeron más. De los tres: Wifredo Lam, Matta y Siqueiros como pintores el que más influyó fue Matta. Pero los que influyeron poderosamente en un movimiento tan importante como el expresionismo norteamericano fueron dos: Matta y Siqueiros. En Lam no hay tal influencia en el arte contemporáneo. Es un artista aparte, un artista verdaderamente excepcional.

Entre los más jóvenes me pareció que le llamaron la atención algunos artistas que ya están cumpliendo cincuenta o un poco más…
Fabelo me parece un excelente dibujante, uno de los grandes dibujantes de América Latina, definitivamente. Magnífico dibujante. Es un artista en constante renovación. Cuando recurre a ciertas cosas que ahora son modas, como lo que mencionábamos de las instalaciones, no son las instalaciones que estamos acostumbrados a ver en todas partes, es una instalación que tiene que ver con Cuba, nada tiene que ver con esa moda impuesta por artistas poco imaginativos que son los instalacionistas de cualquier parte del mundo. Él me parece verdaderamente espléndido dentro de un realismo muy sano. Muy importante también es Tomás Sánchez. Sus paisajes me parecen verdaderamente espléndidos.

Esperemos entonces su próxima visita a Cuba, esta vez acompañado de su arte.
Sí, estoy ansioso por que llegue otra vez el momento de retornar.


(Fragmento de entrevista que Arte por Excelencias publicará próximamente)

Foto: http://www.joseluiscuevas.com.mx/